Una actitud diferente
Para medir los cambios que se est¨¢n produciendo en la URSS nada resulta m¨¢s instructivo que retrotraerse, siquiera sea brevemente, a cinco a?os atr¨¢s: en febrero de 1981, en v¨ªsperas del anterior congreso del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica (PCUS), todo el mundo estaba convencido, fund¨¢ndose en la m¨¢s pura l¨®gica, de que Leonid Breznev, gravemente enfermo a la saz¨®n, aprovechar¨ªa la oportunidad para hacer la transmisi¨®n constitucional de poderes a un dirigente m¨¢s joven y con mejor salud que ¨¦l. Sucedi¨® precisamente lo contrario: el viejo l¨ªder decidi¨® mantenerse en su puesto y rodearse de una liturgia a imagen y semejanza de la estaliniana, y por ello necesariamente grotesca, ya que carec¨ªa de significaci¨®n real incluso para los casi 17 millones de miembros del partido. En consecuencia, lo ¨²nico que consiguieron los ritos del 26? Congreso fue poner en evidencia la divisi¨®n entre la cumbre sovi¨¦tica y el conjunto de la poblaci¨®n.Todo es distinto este a?o. Para empezar, ¨¦l nuevo secretario general, Mijail Gorbachov, tiene algo de que vanagloriarse: en el curso de unos meses ha conseguido mejorar la imagen de la URSS en el mundo, y ha dise?ado un ambicioso plan de desarrollo para su pa¨ªs que alcanza hasta el a?o 2000. Sin embargo, en vez de hacerse alabar su sabidur¨ªa, seg¨²n establece la tradici¨®n, en los d¨ªas que preceden al tan anhelado, para ¨¦l, 27? Congreso ha puesto en marcha una sorprendente campa?a moralizadora absolutamente distinta, en cuanto a calidad, de cuantas ha conocido el pa¨ªs en el pasado. Y hasta los m¨¢s esc¨¦pticos moscovitas, nacionales y extranjeros, se preguntan qu¨¦ es lo que busca y cu¨¢les pueden ser las consecuencias de su acci¨®n.
Pieza ins¨®lita
Una obra teatral, Las bodas de plata, est¨¢ batiendo desde hace tres meses todos los r¨¦cords de taquilla en el Mkhat, el m¨¢s prestigioso teatro sovi¨¦tico, con colas que empiezan a formarse desde las seis de la ma?ana y cuyas. localidades alcanzan en el mercado negro precios astron¨®micos. Pese a que Mosc¨² tiene cierta experiencia en este campo, jam¨¢s se hab¨ªa visto algo semejante hasta ahora. Es cierto que los sovi¨¦ticos no han te nido muchas ocasiones de asistir a un espect¨¢culo en el que se ataque frontalmente, brutalmente, el cinismo de los dirigentes que piensan que todo les est¨¢ permitido y que proclaman: "El poder sovi¨¦tico somos nosotros".
Esta ins¨®lita pieza no hace, sin embargo, m¨¢s que ilustrar condensadamente un fen¨®meno mucho m¨¢s amplio que ha podido observarse a lo largo de los meses en los congresos de cada Rep¨²blica federada y de todas las regiones de la rusa, organizados para elegir sus delegaciones en el Gran Congreso Nacional. Estas reuniones son habitualmente puros rituales; en ellas se habla con acento triunfante del ¨²ltimo plan quinquenal, realizado siempre al ciento por ciento, y se adopta el siguiente por unanimidad. S¨®lo unos pocos ora dores reconocen, en nombre de la tradicional cr¨ªtica y autocr¨ªtica, que los errores burocr¨¢ticos no impiden que su Rep¨²blica (o su regi¨®n) lo haga mejor.
En esta ocasi¨®n, Gorbachov ha decidido reducir al m¨ªnimo la parte dedicada a la autosatisfacci¨®n, y ha invitado a los delegados a criticar los aspectos negativos del momento actual, empezando por todas las formas de corrupci¨®n y por la incuria que se han ido desarrollando durante el prolongado mandato de Breznev hasta alcanzar proporciones inauditas. No se habla de otra cosa en todos los rincones de la URSS, desde la remota Tashkent hasta Rostov del Don y, naturalmente, Mosc¨². El cuadro conjunto que resulta de todo ello est¨¢ lejos de ser brillante: se ha generalizado la pr¨¢ctica del cohecho, y los dirigentes, animados por su esp¨ªritu de familia, se protegen rec¨ªprocamente, incluso cuando les pillan in fraganti. Jam¨¢s piden la opini¨®n de la base, ni incluso de los dirigentes intermedios. "Jam¨¢s me han puesto al corriente de lo que pasa", afirma un obrero de Rostov, "y lo m¨¢s que puedo considerarme es miembra honorario del bur¨® pol¨ªtico en mi empresa".
?A qu¨¦ se debe, entonces, esta liberaci¨®n colectiva, frecuentemente patentizada en presencia de los notables del r¨¦gimen que ejercen el poder desde hace d¨¦cadas, y muchos de los cuales siguen en sus puestos? En Mosc¨², por citar s¨®lo un ejemplo, Victor Grishin ha de jado de ser secretario del partido pero el pasado martes segu¨ªa ocupando su asiento en el Politbur¨® del PCUS. M¨¢s curioso todav¨ªa ha sido lo de Kiev, donde, tras escuchar las cr¨ªticas sobre el funcionamiento de todas las regiones Cherbistki, el patr¨®n ucraniano, ha sido confirmado sin problemas en su cargo de secretario general de su Rep¨²blica, y sigue conservando su sitio en el bur¨® pol¨ªtico. En Rostov del Don, los dirigentes locales fueron acusados de actuar como banda organizada; pues bien, a secretario general de la regi¨®n, A. VIassov, le han nombrado ministro del Interior de la URSS. Visto desde el exterior, algo no marcha bien en estos procesos, de los que nunca salen culpables a quienes castigar.
En realidad, toda la explicaci¨®n hay que buscarla en una breve declaraci¨®n que hizo Mijail Gorbachov el pasado abril, poco despu¨¦s de acceder al poder, cuando dijo que iba a conceder a los dirigentes la oportunidad de perestroit (literalmente, reconstruir) su psicolog¨ªa y de adaptarse a las necesidades de la nueva pol¨ªtica, advirti¨¦ridoles que quienes no fueran capaces de hacerlo deber¨ªan marcharse. Sin embargo, la extravagante salida sobre la reconstrucci¨®n de la psicolog¨ªa de los dirigentes ha hecho fortuna. En todas las reuniones de comunistas sovi¨¦ticos se habla bastante m¨¢s de la perestroika que del nuevo plan econ¨®mico de Gorbachov y de su versi¨®n revisada del programa del PCUS. "Sin la perestroika de nuestra psicolog¨ªa", exclamaba un delegado en Rostov, "la intensificaci¨®n de la econom¨ªa no ser¨¢ m¨¢s que la intensificaci¨®n de las palabras sobre econom¨ªa".
Limpieza
Pravda vino a a?adir el 13 de febrero una pieza suplementaria, y no carente de peso, a este expediente: una selecci¨®n de cartas de lectores indignados por los privilegios de los dirigentes y por su irresponsabilidad; bajo el misterioro t¨ªtulo de Limpieza, la base pregunta, sin miramientos, c¨®mo es posible que un n¨²mero tan crecido de ladrones y golfos haya logrado instalarse en puestos tan elevados. La respuesta de T. Samolis, redactor de estas singulares cartas al director, no resulta muy tranquilizadora: "Con ocasi¨®n del 18? Congreso, cuyas resoluciones sobre este tema son concluyentes, nuestro partido renunci¨® a las depuracion¨¦s masivas". Ahora bien, cierto Nikita Jruschov hab¨ªa revelado ya que las purgas continuaron hasta la muerte de Stalin, es decir, mucho despu¨¦s del congreso de 1938. Mijail Gorbachov no es, sin lugar a dudas, un nuevo Stalin, y la URSS de hoy tampoco es la de aquel entonces. Pero el actual secretario general ha comprendido la imposibilidad de relanzar el crecimiento por medios puramente econ¨®micos, y es probable que esta semana, en el Kremlin, acuse de incapacidad a Leonid Breznev por no haber sabido, durante su prolongado reinado (18 a?os) aprovechar las innovaciones tecnol¨®gicas que han asegurado la recuperaci¨®n de la producci¨®n occidental, y por no haber reaccionado ante el deterioro de las relaciones sociales en , la propia URSS.
Sin embargo, esta recriminaci¨®n contra el l¨ªder ya fallecido no resolver¨¢ ning¨²n problema. Dado el estado de cosas actual, Gorbachov no. dispone de medios suficientes para simultanear la modernizaci¨®n de la industria pesada, el desarrollo de las de gran consumo y la creaci¨®n de las tecnolog¨ªas avanzadas, especialmente la microelectr¨®nica.
De ah¨ª la urgencia por eliminar, para empezar, la sangr¨ªa debida a la incuria de la clase dirigente. Para ilustrar esta situaci¨®n bastar¨¢ con un solo ejemplo, el m¨¢s citado en las reuniones preparatorias del congreso: la URSS construye m¨¢s viviendas que cualquier otro pa¨ªs industrializado, pero no consigue salir de la crisis de alojamientos, que, seg¨²n apreciaciones oficiales, sigue siendo muy aguda. Pues bien, cuatro d¨¦cadas despu¨¦s del t¨¦rmino de la guerra, y con una curva demogr¨¢fica descendente, la ¨²nica explicaci¨®n para esto es la negligencia de los constructores, a quienes les importa un r¨¢bano la calidad de sus obras. En l¨ªneas generales, un apartamento nuevo ha de ser arreglado, en la URSS, cuando no han transcurrido m¨¢s de seis meses desde que fuera ocupado por sus inquilinos. Nada hay de sorprendente, pues, en una situaci¨®n semejante, que la famosa perestroika de la mentalidad de los constructores se haya convertido en prioritaria en relaci¨®n con el aumento de los recursos. Pero hay m¨¢s: Mijail Gorbachov est¨¢ decidido a aplicar en serio las reformas econ¨®micas que ya bosquejara Kosiguin en 1965, y que dan mayor autonom¨ªa a las empresas, sobre todo a las productoras de bienes de consumo. Obligadas a ser competitivas y autorizadas a obtener beneficios socialistas, se ver¨¢n forzadas, de acuerdo con este proyecto, a mejorar su producci¨®n y a crear modernos servicios posventa. A no tardar, el consumidor sovi¨¦tico dejar¨¢ de verse precisado a guardar cola para casi todo, o de acudir al floreciente mercado negro que falsea todos los datos sobre la econom¨ªa de la URSS. Un empleo semejante de los mecanismos de mercado no es incompatible con el mantenimiento de la planificaci¨®n central, limitada a las grandes opciones nacionales y menos intervencionista que en el pasado. Sin embargo, un aumento como ¨¦ste de las prerrogativas de la clase directiva, ?no desembocar en una corrupci¨®n mayor todav¨ªa, en detrimento de las capas menos favorecidas?
Descontento en la base
Para escapar a este dilema, Mijail Gorbachov ha tomado la decisi¨®n de demostrar a cuantos se consideran propietarios de la URSS que su conducta provoca un vivo descontento en la base e incluso en los mandos intermedios. Es una especie de advertencia, sin mayores consecuencias por el momento, por lo que en principio se va a tratar de mejorar el sistema existente sin meterse en cambios en profundidad. Gorbachov quiere que todas. las decisiones del poder, local, regional o nacional, est¨¦n rodeadas de buena publicidad -glasnot- y que no sean reprimidas las cr¨ªticas en la Prensa o por cualquier otro medio.
En v¨ªsperas del 27? Congreso, ya se est¨¢ asistiendo en Mosc¨² a algunos ejemplos de una intervenci¨®n de esta especie de los intereses contra las decisiones, debidamente aprobadas por el Comit¨¦ Central del PCUS en 1984, sobre el megapr¨®yecto para desviar hacia el Sur los cursos de los r¨ªos siberianos y del norte de Rusia. Cuatro escritores -Rasput¨ªn, Belov, Leonov y Zaliquin- protestan en cartas colectivas contra esta decisi¨®n de la cumbre, baj¨¢n,do,se en razones ecol¨®gicas, al tiempo que cinco acad¨¦micos, y no de los menos importantes -Agabegian, Yashin, Golitzin, etc¨¦tera-, claman ardorosamente desde las columnas de Pravda por su falta de base cient¨ªfica. Este paso conjunto, escasamente acorde con la tradici¨®n sovi¨¦tica, parece dado con audacia, pero es necesario recordar que el megaproyecto m¨¢s costoso de 1984 fue adoptado a recomendaci¨®n de Konstantin Chernenko, por lo que las cr¨ªticas que se le hagan no afectan a Mijail Gorbachov.
Sea como fuere, la voluntad del actual l¨ªder de sacudir la inercia de la sociedad sovi¨¦tica parec¨¦ clara, lo que ya de por s¨ª constituye una buena raz¨®n para pensar que su 27? Congreso ser¨¢ bastante m¨¢s importante que todos los de la ¨¦poca brezneviana. Da la impresi¨®n de que se siente lo bastante fuerte para poner en marcha y controlar la ola de cr¨ªticas que se ha desencadenado ¨²ltimamente sobre la URSS. Falta por ver si no estar¨¢ presumiendo de tener tanta fuerza.
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