El gran esplendor del mal gusto
Un teatro populista, ingenuo, primitivo, tosco, directo. El follet¨ªn literario y sus derivaciones esc¨¦nicas domina todo el siglo XIX, entra en el XX hasta la misma guerra civil y presenta siempre las mismas caracter¨ªsticas: virtudes mancilladas por se?oritos ricos, poderosos, amparados por los grandes estamentos -la justicia, la Iglesia, las instituciones armadas, la nobleza-; una forma de venganza y un rumor sordo del pueblo humillado que va creciendo y llega a ser la amenaza de los viles: un d¨ªa llegar¨¢... Y unos medios literarios o dram¨¢ticos tomados de lo popular m¨¢s que de lo culto -aunque haya excepciones grandes: V¨ªctor Hugo o Dickens-; un abultamiento de las situaciones, de los personajes, del lenguaje; y una audacia, hasta un morbo, por las escenas consideradas como duras.El crimen de Don Benito, de Jes¨²s Alviz, es as¨ª. Toma un hecho hist¨®rico -aunque con notables libertades; o inexactitudes, seg¨²n otras cr¨®nicas-, mete dentro del follet¨ªn algunos de los pensamientos de uso corriente en la actualidad -el feminismo, la privaci¨®n sexual-, recoge ambientes de la literatura culta -Benavente, Lorca, el drama rural- y se mete de cabeza en el viejo g¨¦nero: lo hace funcionar. En el pueblo de Don Benito hay unos caciques poderosos -nobleza entroncada con la corte-; un se?orito violador; unas muchachas atemorizadas, encerradas en sus casas; unos garitos donde el sexo es brutal y las prostitutas -suministradas por el se?orito- son apaleadas. Hay un villano mediador, celestinesco; y una muchacha pura que resiste. La doncella y su madre son asesina¨¢as por el se?orito, el villano y el sereno, y el crimen queda disfrazado e impune. Pero el villano, esclavo humillado de los caciques, tiene una doble personalidad: es ¨¦l quien ha preparado todo con la idea de hacer caer a sus ¨¢mos y lo que simbolizan, y ha aprestado un testigo al que hace aparecer mucho tiempo despu¨¦s y relatar la verdad. Es el pueblo el que se alza y reclama la justicia; el cacique -el marqu¨¦s, t¨ªo del horrible violador- tiene que ceder por salvar su orgullo, pero se hunde cuando el villano, al pie del cadalso, lo desprecia y cuenta su historia con tonos ¨¢cratas; mientras se oye al fondo el ruido del pueblo. Y tambi¨¦n los estamentos.
El crimen de Don Benito
De Jes¨²s Alviz. Int¨¦rpretes: Avelina Cienfuegos, Tom¨¢s Chamizo, Eulalia Donoso, Antonia ?ngeles Fern¨¢ndez, Guillermo Gal¨¢n, Miguel Gallardo, Antonio Gil Aparicio, Luisa Hurtado, Carmen Losa, Mar¨ªa Jos¨¦ Llanos, Marciano Mart¨ªn, Mar¨ªa del Mar Mart¨ªnez, Pedro Pajares, Manuela Pav¨®n, Juan Carlos Parejo, Pablo P¨¦rez, Marisa Pinto, Jos¨¦ Leandro Rey, Cristina S¨¢nchez-Porro. Vestuario: Maite ?lvarez. Escenograf¨ªa: Dami¨¢n Gal¨®n. Direcci¨®n: Antonio Corencia. Producci¨®n del Centro Dram¨¢tico de Extremadura. Estreno: Sala Olimpia. Madrid, 19 de febrero.
El escenario no ahorra nada: tiene todo el esplendor del mal gusto que hizo famoso al g¨¦nero Las violaciones, el crimen, la doble ejecuci¨®n por garrote vil ante el p¨²blico. Y la aparici¨®n de la virgencita m¨¢rtir asesinada por defender su pureza, camino de los altares. Y la puta pateada en el tugurio, con el vientre hinchado por la maternidad que viene de su propio asesino.
Interpretaci¨®n
Como ejemplo puede ponerse la interpretaci¨®n. Pocas veces se puede ver una representaci¨®n tan mala y al mismo tiempo tan adecuada, tan inevitable, como la que hace Miguel Gallardo del marqu¨¦s cacique, con arreglo a su texto: es el malo, con todos sus atributos esc¨¦nicos: engolado, ficticio, inveros¨ªmil, de cara al p¨²blico, con el cinismo trasluciendo de su palabra. Ante este distanciamiento de mal teatro no hay Brecht que valga; se queda sutil y corto. Todo va por esa v¨ªa movida por el director Antonio Corencia dentro de la ingenuidad y del populismo; la interpre taci¨®n de aficionados -con su acento extreme?o real-, los trucos escenogr¨¢ficos -las ruedas de la almazara que se ponen en movimiento y trituran en el momento oportuno-; las iluminaciones. A la ingenuidad del sistema antiguo de teatro-follet¨ªn se une una segunda ingenuidad o aprovechamiento de lo actual: las iluminaciones, el sonido de voces, palmadas o silbidos.Se tiene la sensaci¨®n de que quien est¨¢ de vuelta de todo ello, es decir, con la sensaci¨®n plena de lo que ha querido hacer y lo ha hecho sin iron¨ªas, sin buscar ese empalagoso paternalismo que se suele tener con el pasado, es el autor; y los dem¨¢s colaboran directamente, con toda su alma, y por esos medios misteriosos que surgen a veces en el teatro cuando se hace as¨ª, m¨¢s all¨¢ de la calidad o de los infinitos riesgos de la cultura, llegan claramente al p¨²blico.
Vista la obra el jueves, con la sala repleta de un p¨²blico muy joven, se la vio funcionar. Este p¨²blico es dado a la burla, a recoger con m¨¢s atenci¨®n e intenci¨®n los efectos c¨®micos; sobre todo los que resultan c¨®micos a despecho de sus creadores, que podr¨ªan abundar en esta obra. La reacci¨®n fue tensa y silenciosa despu¨¦s de los primeros cuadros, los aplausos comenzaron a producirse y premiaron a todos al terminar la obra. Da la sensaci¨®n de que es un fen¨®meno social y pol¨ªtico m¨¢s que de puro arte teatral, pero conseguir en estos tiempos un teatro capaz de despertar fen¨®menos sociales no es nada f¨¢cil ni nada frecuente.
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