Insolidaridad con la naturaleza

Qu¨¦ poca solidaridad existe con la naturaleza, quiz¨¢ corregida y aumentada en nuestro pa¨ªs. Cada dos por tres, y en cualquier peri¨®dico, aparecen noticias de ataques por aqu¨ª (urbanizaciones en la cuenca alta del Manzanares, por ejemplo), destrozos por all¨¢ (cangrejeros en el parque natural de Do?ana), verg¨¹enzas evidentes por acull¨¢ (Tablas de Daimiel, el mejor humedal de La Mancha, pero sin agua), y s¨®lo pongo ejemplos en la mente de todos. Quedan muchos, pero a la vez pocos lugares donde la vida intenta florecer sin ser devorada por el hambre de todo lo que tenemos, y no los defendemos.Y no los defendemos de una manera natural, conscientes de que son patrimonio mundial y de que son maravillas que est¨¢n asentadas en nuestro territorio totalmente irremplazables.

En un hipot¨¦tico juicio al ser humano, qu¨¦ no podr¨ªan achacarnos las aves, por ejemplo, que sufren la matanza anual, y s¨®lo en la Pen¨ªnsula, de 100 millones de cong¨¦neres; qu¨¦ nos dir¨ªan los peces, que tienen m¨¢s mercurio en sus cuerpos que los term¨®metros y que a su vez sufren una criba a¨²n m¨¢s impresionante.

Y qu¨¦ decir de los mam¨ªferos, a cuyos representantes m¨¢s grandes no les dar¨ªa tiempo de llegar al juicio, pues est¨¢n a punto de ser exterminados, como los cet¨¢ceos o los rinocerontes. Menos mal que demostramos solidaridad con otros animales, a los que beneficiamos con nuestras actuaciones: por una parte, a las ratas e insectos, que pululan a sus anchas, y por otra, a los que puedan sobrevivir en el futuro desierto de Iberia.-