De la OTAN a la ley de extranjer¨ªa
Recuerdo que en mi ni?ez, entre la larga y deslumbrante lista de propiedades terape¨²ticas atribuidas al agua mineral en las etiquetas de las botellas, figuraba una escuela pero promisoria referencia a su presunta cualidad radioactiva. Lo de poderosamente radioactiva se asociaba en aquellas fechas a unos efectos misteriosamente saludables para el organismo, de los que carec¨ªa desde luego la vulgar y meramente desinfectada agua del grifo. En un momento dado -pienso que despu¨¦s de Hiroshima-, esa particularidad casi m¨¢gica desapareci¨® para siempre de los marbetes y anuncios. No s¨¦ todav¨ªa con seguridad si tal omisi¨®n obedeci¨® a una modificaci¨®n composicional de las aguas o, como parece mucho m¨¢s, probable, a las inquietantes y siniestras connotaciones vinculadas desde entonces con el t¨¦rmino "radioactivo". Pero, radioactivas o no, el consuino de aquellas no sufri¨®,grandes cambios ni la salud de los clientes tampoco. Lo que era ben¨¦fico un d¨ªa hab¨ªa pasado a ser da?ino el siguiente sin que el destinatario del producto lo advirtiese y, lo que es a¨²n m¨¢s notable, experimentara, mejora o perjuicio alguno. Si traigo a colacl¨®n este ejemplo es por la sencilla raz¨®n de que en virtud de un proceso similar aunque inverso el pueblo espa?ol est¨¢ siendo objeto desde hace unas semanas de una manipulaci¨®n parecida: un mero escamoteo sem¨¢ntico en torno a la noci¨®n de atlantismo, sin ninguna o muy poca incidencia en la programada realidad de los hechos. Cualquiera que, sea el escenario que al final se imponga, la venta y consumo de agua mineral o, por mejor decir, spring water, ser¨¢n los de antes: nuestra salud ni mejorar¨¢ ni empeorar¨¢.Pero no quiero hablar hoy de la OTAN -sumando mi voz a la de quienes participan en la gran ceremonia de la confusi¨®n- ni predicar a partir de una ausencia un voto positivo, negativo o en blanco cuando ¨²nicamente el privilegio trinitario -la posibilidad de votar de tres formas distintas sin dejar de ser yo mismo- ser¨ªa la respuesta adecuada a ese incre¨ªble chaparr¨®n de demagogia, oportunismo, moralina e inepcia que nos ha ca¨ªdo encima. Tampoco hablar¨¦, aunque no me falten, ganas, del desdichado reconocimiento diplom¨¢tico a Israel -sin que dicho paso haya sido acompa?ado al menos de la elevaci¨®n al rango de embajada de la representaci¨®n oficial de la OLP en Madrid-, de las sonadas declaraciones del ministro titular de la Defensa respecto a los oficiales de la disuelta UNID ni de la aparente renuencia del de Interior a desarraigar las semillas de violencia y arbitrariedad de quienes tienen precisamente la misi¨®n de garantizar -la paz p¨²blica. Del pliego de cargos contra el Gobierno acumulados en los ¨²ltimos meses, me limitar¨¦ a entresacar un tema que no s¨®lo me concierne como los que acabo de mencionar, sino sobre el que poseo adem¨¢s algunos conocimientos y experiencia: me refiero a la torpe y semifrustrada tentativa de aplicar la Ley de Extranjer¨ªa a los musulmanes nacidos o asentados desde hace largo tiempo en Ceuta y Melilla.
La discriminaci¨®n y menosprecio a los melillenses y ceut¨ªes de origen marroqu¨ª y religi¨®n isl¨¢mica avalados por dicha ley contra los derechos establecidos por la, Constituci¨®n e incluso los intereses reales de quienes pretenden perpetuar nuestra presencia colonial en ambos enclaves, muestra hasta qu¨¦ punto la actitud racista imperante en los med¨ªos hispanos de Ceuta y Melilla se ha extendido, como hace 30 a?os en Argelia, a los represent¨¢ntes locales del Partido Socialista en el poder, barriendo todas sus diferencias ideol¨®gicas con las fuerzas de la derecha y extrema derecha en pro de una sacrosanta uni¨®n ¨¦tnica contra el moro. Una vez m¨¢s, como en tantas ocasiones en la historia de nuestras sucesivas descolonizaciones fallidas, vemos repetirse la misma ceguera e incomprensi¨®n que condujeron al abandono precipitado y poco glorioso de Cuba y Filipinas, el norte de Marruecos, Sidi Ifni, Guinea Ecuatorial, el S¨¢hara. Mientras la raz¨®n, la justicia y las lecciones del pasado nos aconsejan prever y elaborar las condiciones de un traspaso de soberan¨ªa que respete los intereses econ¨®micos y culturales de los; aut¨®ctonos de las dos ciudades africanas paralelamente al desarrollo y avance de las negociaciones con Inglaterra tocante a Gibraltar, la t¨¢ctica que parece prevalecer es todav¨ªa la del avestruz: cerrar los ojos a las realidades de este siglo, pedir a Londres lo que negamos a Rabat, sustituir nuestra carencia secular de una pol¨ªtica norteafricana con un ej¨¦rcito norteafricano cuyo funesto papel en la historia reciente de Espa?a est¨¢ en la memoria de todos. Aunque la anulaci¨®n pura y simple de las medidas discriminatorias y racistas contra los musulmanes no resolver¨ªa el problema del funiro de las dos ciudades, podr¨ªa serenar -al menos los ¨¢nimos y eviltar Una irreparable ruptura. Pero las vacilaciones del Gobierno, contagiado de la miop¨ªa de los partidos pol¨ªticos locales, no permiten augurar por ahora una pol¨ªtica distinta de la heredada del r¨¦gimen anterior: como en el caso del refer¨¦ndum sobre nuestra permanencia en la OTAN, reflejan su confusionismo y contradicciones, su incapacidad de zafarse de una tesitura anacr¨®nica y del peso muerto de la tradici¨®n.
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