El paro y la 'cohabitaci¨®n', claves obsesivas de la campa?a electoral francesa
La campa?a electoral francesa, que se cierra el pr¨®ximo d¨ªa 14,48 horas antes de los comicios, se desarrolla casi exclusivamente en torno a dos cuestiones, una pol¨ªtica y otra econ¨®mica: la futura cohabitaci¨®n de un presidente socialista y un eventual primer ministro de centro-derecha y el fracaso de la pol¨ªtica gubernamental en la lucha contra el paro. Los dos temas se han convertido en algo obses¨ªvo para la clase pol¨ªtica.
La palabra de moda es cohabitaci¨®n, un t¨¦rmino que figura en los diccionarios pero que nadie utilizaba hasta que el ex presidente Val¨¦ry Giscard d'Estaing la emple¨®, en 1983, para vaticinar por primera vez que la V Rep¨²blica se encaminaba hacia una situaci¨®n ins¨®lita: un Parlamento y un Gobierno de derechas bajo la presidencia del representante m¨¢s eximio del socialismo franc¨¦s, Fran?ois Mitterrand.Desde entonces, cohabitaci¨®n se ha convertido en la palabra m¨¢s popular del vocabulario franc¨¦s, para gran desesperaci¨®n de los puristas de la lengua que piden que se sustituya por coexistencia. Cohabitaci¨®n o coexistencia, lo cierto es que la situaci¨®n es in¨¦dita en la historia del r¨¦gimen que inaugur¨® el general De Gaulle en 1958. La nueva Constituci¨®n aprobada ese a?o establece que el presidente de la Rep¨²blica es elegido por sufragio universal por un per¨ªodo de siete a?os, pero que las C¨¢maras se renuevan cada cinco.
Hasta ahora, los sucesivos presidentes (el propio De Gaulle, Georges Pompidou y Val¨¦ry Giscard d'Estaing) han coincidido siempre con mayor¨ªas parlamentarias afines. Mitterrand, cuyo septenato no finaliza hasta 1988, ser¨¢ probablemente el primero que tendr¨¢ que hacer frente a una Asamblea hostil.
La oposici¨®n de centro-derecha mostr¨® pronto su perplejidad ante el panorama que se le avecinaba en el caso probable de ganar las elecciones legislativas del pr¨®ximo d¨ªa 16. Un grupo, encabezado por el ex primer ministro Raymond Barre, asegura que la coexistencia es imposible y que Mitterrand debe ser obligado a dimitir. "La voluntad popular se expresa en las urnas", explica Barre, "los ciudadanos van a decidir qu¨¦ tipo de pol¨ªtica quieren que se lleva a cabo, pero el Gobierno no podr¨¢ desarrollar esa pol¨ªtica bajo la presidencia de un socialista". Otros dirigentes, como el propio Giscard o Jacques Chirac, afirman que no hay que poner en duda las instituciones y que el presidente puede seguir en el El¨ªseo siempre y cuando "deje al Gobierno gobernar".
"?Renunciar a mis competencias?, ?convertirme en un presidente que inaugura exposiciones de crisantemos? Jam¨¢s", les respondi¨® esta semana Fran?ois Mitterrand. "Nombrar¨¦ un primer ministro representativo de la nueva mayor¨ªa, pero ejercer¨¦ mis funciones al ciento por ciento", ha dicho.
Para que no queden dudas, el jefe del Estado ha enviado sendas cartas al primer ministro japon¨¦s y a la presidencia de turno de la Comunidad Europea (CE) para informar que ser¨¢ ¨¦l quien estar¨¢ presente en la cumbre de pa¨ªses industrializados el pr¨®ximo mes de mayo, en Tokio, y en las cumbres europeas.
La pol¨¦mica sobre la coexistencia ha hecho un flaco servicio a quienes la lanzaron. Mitterrand ha recuperado niveles de popularidad que no conoc¨ªa desde 1983, y los sondeos indican que la amenaza de una crisis institucional juega a favor de los socialistas, que van mejorando poco a poco sus expectativas de voto.
'Punto negro'
La oposici¨®n de centro-derecha sigue conservando las esperanzas de lograr m¨¢s de la mitad de los esca?os de la nueva Asamblea Nacional, pero su coherencia interna es cada vez m¨¢s fr¨¢gil. Dos ex primeros ministros, Jacques Chirac y Jacques Chaban Delmas, se ofrecen a las claras para volver a ocupar el cargo, y el propio Giscard cuida sus posibilidades, por m¨¢s que Mitterrand haya dicho ya que la idea de formar t¨¢mdem con su antiguo enemigo le parece "de opereta".Conscientes de las trampas de la pol¨¦mica pol¨ªtica, los dirigentes de oposici¨®n se esfuerzan en los ¨²ltimos 10 d¨ªas por volver el debate a la esfera econ¨®mica, y m¨¢s concretamente al tema del desempleo, considerado como el peor punto negro de la gesti¨®n socialista. Dos meses antes de perder las elecciones frente a Fran?ois Mitterrand, Giscard d'Estaing reconoci¨® p¨²blicamente que el fracaso b¨¢sico de su septenato hab¨ªa sido la pol¨ªtica de empleo: 1,7 millones de parados; es decir, el 7,4% de la poblaci¨®n activa. El balance socialista no es mejor: el n¨²mero de parados ha pasado a 2,3 millones (10,6%). Los portavoces del centro-derecha no pierden hoy d¨ªa ocasi¨®n para reprocharles sus alegres promesas.
Los dirigentes del PS y los miembros del Gobierno esgrimen como compensaci¨®n buenos resultados en su lucha contra la inflaci¨®n mediante un programa de rigor que incluy¨® por primera vez el bloqueo de los salarios. La consecuencia fue una bajada neta del ¨ªndice del inflaci¨®n, que ha pasado del 14% al 4,7%.
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