A favor del 's¨ª' con sus razones
La OTAN es un bloque militar defensivo que, como todas las alianzas de esta clase, puede convertirse en agresivo en cualquier momento. Eso prueba la experiencia, desde la Santa Alianza -sobre la que los espa?oles tenemos algunas ideas- hasta hoy. Una discusi¨®n pat¨¦ticamente in¨²til acerca del concepto de agresi¨®n en la ¨¦poca de la Sociedad de Naciones demuestra que los l¨ªmites entre defensa y ataque son, por lo menos, osm¨®ticos. Por otro lado, el predominio aplastante de los estadounidenses en el seno de la organizaci¨®n obliga a pensar que EE UU la utiliza para cumplir su autoimpuesta tarea de gendarme mundial. Eso ha sucedido ya con alg¨²n otro pacto no menos defensivo; en Vietnam hubo un contingente australiano en el marco del ANZUS, por ejemplo. Tambi¨¦n los sovi¨¦ticos se llevaron a algunos alemanes orientales a pasear por Checoslovaquia en 1968. Se alegar¨¢ que Australia no es Europa y que los europeos se mostraron reticentes con la guerra de Vietnam. Pero no est¨¢ de m¨¢s preguntarse qu¨¦ suceder¨ªa si el conflicto se diera en alg¨²n pa¨ªs europeo. Farise¨ªsmos a un lado, nadie puede estar muy seguro.
Apoyo cr¨ªtico
Sirvan las observaciones anteriores para mostrar que muchos de los que vamos a votar s¨ª en el pr¨®ximo refer¨¦ndum no lo haremos porque tengamos en alto concepto a la OTAN. En el fondo, muchos hemos prestado un apoyo cr¨ªtico al Gobierno en los ¨²ltimos tres a?os. Apoyo, porque era un Gobierno de cambio, modernizaci¨®n, de despenalizaciones diversas, de talante no autoritario, con una pol¨ªtica econ¨®mica progresista, una reforma agraria, etc¨¦tera; cr¨ªtico, porque no cambiaba, modernizaba y despenalizaba bastante, porque resultaba ser ins¨®litamente autoritario, porque su pol¨ªtica econ¨®mica era conservadora (aunque atemperada con medidas beneficiosas para sectores menos favorecidos) y porque era un reformista agrario t¨ªmido.En un primer momento el apoyo cr¨ªtico se convierte en irritaci¨®n al vernos enfrentados al refer¨¦ndum en unas condiciones rid¨ªculas, producto probablemente de la impericia y la arrogancia de los gobernantes. Pero la irritaci¨®n se troca, a su vez, en perplejidad al comprobar que ya no es posible distinguir entre el no rotundo que el Gobierno lleva camino de cosechar en el refer¨¦ndum y un no al Gobierno socialista tout court. Y, claro, aunque se cambie, modernice y despenalice poco, mejor es poco que nada; o poco o mucho de lo contrario. Dicho de otro modo, cuando comprobamos que el resultado adverso en el refer¨¦ndum puede hacer por la oposici¨®n lo que la oposici¨®n no ha sido capaz de hacer por s¨ª misma, es harto dif¨ªcil que sienta uno deseos vehementes de darle lecciones de c¨®mo se derriban gobiernos. Resulta, entonces, que no tenemos otro remedio que meditar sobre el significado de los diversos votos, ya que ¨¦stos no son puntos neutros en un encerado en blanco, como las ideas de Locke, sino que tienen consecuencias enrevesadas en una situaci¨®n pol¨ªtica de sainete.
Afortunadamente, la ins¨®lita propaganda a favor de la abstenci¨®n (?cu¨¢nta actividad en pro de la pasividad!) me ahorra detenerme en ella por la misma raz¨®n por la que carece de sentido explicar un chiste. Abstenerse es siempre leg¨ªtimo, aunque poco excitante; predicar la abstenci¨®n -si no es frente al pecado- tiene mucho de contradictorio; pero convertirla en manifestaci¨®n de la voluntad popular en r¨¦gimen democr¨¢tico es una curiosa alquimia intelectual. Resulta m¨¢s interesante reflexionar sobre los dos sentidos en que, seg¨²n mis alcances, se divide el no.
Hay un no pacifista y neutralista genuino. El neutralismo es una abstracci¨®n que ignora la divisi¨®n en derechas e izquierdas, aunque, quiz¨¢ por razones psicol¨®gicas, suela caer del lado de la izquierda. El problema es su viabilidad. Ya se ha dicho muchas veces que la neutralidad no es una condici¨®n que se adquiera sin m¨¢s por expreso deseo del sujeto, sino un status otorgado por terceros. En cuanto a los ejemplos que suelen aducirse, por limitamos a Europa, Finlandia y Austria son neutralidades impuestas por los vencedores en la segunda guerra, mientras que Suecia y Suiza lo son manifiestamente al amparo de la OTAN. La pregunta es si esta organizaci¨®n estar¨ªa, sin m¨¢s, dispuesta a proceder de igual modo con Espa?a, y por qu¨¦. Y la respuesta es, evidentemente, no. En todo caso, este voto negativo es voluntarioso, pero claro.
Izquierdismo y pacifismo
Hay un no izquierdista que hace causa com¨²n coyuntural con el pacifismo. No obstante, el izquierdismo, por dar este nombre a toda idea pol¨ªtica que ve como recomendable y posible un cambio radical -incluso revolucionario- de las sociedades occidentales, no se ha preocupado nunca gran cosa de la neutralidad y del pacifismo. Desde Engels (a quien los ¨ªntimos llamaban El General) hasta Fidel Castro (que no se ha quitado el uniforme militar desde 1959), el izquierdismo ha mantenido buenas relaciones con las cosas de la guerra.Este no, por tanto, a diferencia del anterior, s¨®lo puede entenderse como un no al Gobierno socialista, en la esperanza de generar una situaci¨®n m¨¢s favorable a un cambio radical o revolucionario de la sociedad. Desde luego, la salida de Espa?a de la OTAN bien puede suscitar esa situaci¨®n en el pa¨ªs, si algo puede hacerlo. Supongo que es un asunto de apuesta: si el camino que llevamos no nos lleva a ninguna meta revolucionaria, cambiemos el camino. Los partidarios de este segundo no tendr¨ªan que demostrar no s¨®lo que tal situaci¨®n sea deseable en s¨ª misma, sino tambi¨¦n qu¨¦ perspectivas racionales existen de triunfo, dadas las circunstancias nacionales e internacionales. De no ser aqu¨¦llas brillantes, ?nos acercaremos algo m¨¢s al objetivo se?alado propiciando el advenimiento de las derechas?
Me gustar¨ªa pensar que mi pa¨ªs tiene voz propia en el concierto de las naciones, como tambi¨¦n me gusta pensar en un mundo sin bloques militares. Pero temo que, para que desaparezcan los bloques, sea preciso un cambio dr¨¢stico en el interior de las dos potencias hegem¨®nicas, cosa harto insegura en un futuro previsible. Entre tanto, no me parece razonable echar por la ventana un Gobierno al que metimos por la puerta principal hace tres a?os, ni tampoco diluir en el rechazo al rid¨ªculo proceso con que se ha convocado un refer¨¦ndum necesario, la opini¨®n sosegada que deben merecer tres a?os de Gobierno dif¨ªcil.
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