Entre el pensar y el hacer
Reflexiona el autor de este trabajo sobre el terrorismo y apunta que quiz¨¢ la decisiva participaci¨®n de la gente, o de sus minor¨ªas activas, radique y se origine en un trasvasar el ¨¢mbito del pensamiento para incluirse en el de la acci¨®n, en un hacer convincente, din¨¢mico y efectivo con el fin de convencer. Perseguir que el terrorista, que se caracteriza por un hacer sin pensar, piense, ¨²nica v¨ªa para que aquel que act¨²a de forma inconsciente concluya que carece de sentido su violencia.
La cosa aconteci¨® hace cierto tiempo. Ni tanto como para permitir al olvido ense?orearse ya de la conciencia, ni tan poco, empero, para que la intensa emoci¨®n de aquel instante empiece a traslucir trasuntos de cansancio.Una iglesia de antig¨¹edad imponente. Tres f¨¦retros id¨¦nticos en el coraz¨®n del crucero. Liturgia. Silencio. L¨¢grimas. Y en la tr¨¦mula voz de un pueblo que sabe cantar, c¨¢nticos nost¨¢lgicos que provocan el sollozo al pasar de la subdominante a la dominante ya la t¨®nica. Concluido el homenaje: queda la iglesia vac¨ªa. Los f¨¦retros van a hombros de compa?eros de las v¨ªctimas hacia el reposo final. Los deudos, los amigos, los, curiosos, despose¨ªdos por fuerza de la tranquilizante y ben¨¦fica opresi¨®n de la templaria atm¨®sfera que siempre fomenta la serenidad, se hacen a la calle. Pasan inconscientes del artificio a la realidad. ?O es en verdad lo contrario? ?Cu¨¢l es la realidad para esa gente, para todos nosotros, para el espa?ol gen¨¦rico: la iglesia en la que se aconseja el perd¨®n ante la incomprensi¨®n; la mansedumbre, aunque forzada sea, ante la violencia injustificada; la reacci¨®n, si acaso, pero con intento de convicci¨®n; el bien, en suma, frente al indudable mal, juzgando con patrones de mayor¨ªa..., o, por el contrario, el ambiente ¨¢spero del diario quehacer, donde el acto exige la justificaci¨®n de la raz¨®n y la emoci¨®n se ahoga en la ruidosa estridencia de la atm¨®sfera cotidiana?
Complejo dilema. La realidad indiscutible es el hecho en s¨ª que provoca la emoci¨®n de un lado y la airada reacci¨®n del otro. En una palabra: el terrorismo. Lo dram¨¢tico del caso, lo racionalmente irritante del hecho inarm¨®nico, es su ininteligibilidad intr¨ªnseca, la aparente verdad de que el terrorismo fenomenal no es comprendido -lo que se dice comprendido en su porqu¨¦ radical- ni por quienes lo ejecutan de modo brutal, ni por quienes, en su cuerpo familiar o comunitario, lo sufren dolorosamente entre la emoci¨®n y el rencor.
Si acaso hay alguien que domine esa elusiva comprensi¨®n del terrorismo es el reducid¨ªsimo conjunto de la minor¨ªa que lo dirige. Toda direcci¨®n implica objetivo primero y voluntad al tiempo. Un qu¨¦ y un c¨®mo. Por eso se est¨¢ en una de las peculiares formas de la dial¨¦ctica pensar-hacer. El terrorista hace, vio lentamente, sin realmente pensar; el dirigente piensa, y conduce desde la sombra an¨®nima sin verdaderamente hacer.
?Y la gente? ?Y esa inmensa mayor¨ªa, testigo presencial del hecho -ya en persona, ya en ambiente- y v¨ªctima indirecta del hacer macabro terrorista? ?Act¨²a de alg¨²n modo? Lo hace, a mi parecer, de modo radicalmente diferenciado.
Su primer impulso -por desgracia, ya viejo de a?os, o de lustros, mejor les lleva a pensar, y en seguida, por consecuencia, al desconcierto. ?Por qu¨¦?, se pregunta a s¨ª misma; ?para qu¨¦?, pues, ya que no encuentra respuesta pronta al primer interrogante. La gente no puede m¨¢s hacer sino el pensar. El dirigente de este lado, empero, el dirigente de la gente, puede probar otro hacer y lo hace, en efecto. Tal hacer activo, si vale la expresi¨®n, es la reacci¨®n fuerte, el contraterrorismo. Pero este hacer es complej¨ªsimo en esencia y dificil¨ªsimo de forma, si, como es natural, persigue eficacia.
Aunque resulte parad¨®jico, la reacci¨®n aqu¨ª est¨¢, al menos en parte, cargada de pasividad, porque, por raz¨®n de las cosas, la iniciativa -ese valioso principio b¨¦lico de franca aplicaci¨®n a la pugna de cualquier tipo- queda -con franqueza del lado del terrorista. Un marco legal particular y adecuado al caso, mediante el forzamiento de la estructura general del mismo orden, podr¨ªa remediar el enfrentamiento en favor del constre?ido a la pasividad hiriente, pero la definici¨®n del marco aquel no es, al parecer, total y f¨¢cilmente viable en el orden estructural jur¨ªdico en el que,se sustentan estas cosas.
El dirigente de la gente hace, pues -aunque lo haga acaso tras el oportuno pensar-, sin saber de verdad, como la gente, ni por qu¨¦ ni para qu¨¦ se mueve violentamente su oponente. Lo curioso del fen¨®meno social en comentario es que el hacer del dirigente -la policiaca acci¨®n, en dicho breve- no es nada, no puede radicalmente dar en eficacia suficiente sin la coparticipaci¨®n directa o indirecta de la propia gente. Para el ¨¦xito de la contraacci¨®n, al menos relativa, esa coparticipaci¨®n tiene que darse de alg¨²n modo. ?En qu¨¦ puede consistir?
Parecer¨¢ sutileza inoperante o academicismo gratuito, pero puede ser que la decisiva participaci¨®n de la gente, o de sus minor¨ªas activas, radique y se origine en un decidido pasar del pensar descon" certado al hacer convincente, a un hacer din¨¢mico y efectivo para convencer, convicci¨®n que es factible.de ser lograda -al menos en cierto grado- mediante el peculiar y plural intento consistente en hacer que el terrorista, que hace sin pensar, piense. Porque si ¨¦ste llega a pensar, a parar mientes conscientes en lo que incoscientemente hace, tendr¨¢ por fuerza que concluir que radicalmente carece de sentido -que es insensato- su violento hacer.
?Que ese ind¨¦finido hacer que se insin¨²a requerir de la masa es ilusorio? Tal vez, pero no es indiscutiblemente irreal siempre que aqu¨¦lla, la innominada masa requerida, sienta el correspondiente, e inteligente acicate de quien en esta dial¨¦ctica debe conducir y conduce con tremenda honradez a la gente. Pero eso no es sino pol¨ªtica, se dir¨¢, y pol¨ªtica compleja, al tiempo, porque por raz¨®n y car¨¢cter de sus complej¨ªsimos entresijos participa no s¨®lo de lo nacional, sino de lo internacional tambi¨¦n.
En efecto, as¨ª es. Por eso yo, y aqu¨ª -impedido por circunstancias especiales a ofrecer soluciones que acaso no saldr¨ªan a la luz tampoco por incapacidad personal-, no puedo sino exponer la t¨ªmida insinuaci¨®n que quiere ir contenida en estas m¨¢s o menos torpes l¨ªneas. ?Por qu¨¦ no callar entonces?, podr¨¢ decir quien hasta aqu¨ª haya llegado, cansado acaso de leer. S¨ª, pero ya no cabe soluci¨®n porque, a semejanza de lo que alguien dijo much¨ªsimo,tiempo, ha, lo escrito y publicado, escrito y publicado est¨¢.
es capit¨¢n general de la Zona Mar¨ªtima del Cant¨¢brico.
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