Malamud, testimonio de la realidad marginal norteamericana
Bernard Malamud acaba de morir, pero su obra perdurar¨¢ en el panorama literario de Estado Unidos. Malamud naci¨® en Brooklyn, como es l¨®gico, en 1914, de padres rusos emigrados y de ascendencia jud¨ªa. Y estos pocos datos le sit¨²an de una manera definitiva en el abigarrado mundo de la literatura norteamericana del siglo XX. Alfred Kazin, que fue a Salamanca el a?o pasado, otro jud¨ªo neoyorquino ¨¦l mismo, lo tiene suficientemente estudiado y analizado.La costumbre de escribir de los hombres ilustres cuando se ha muerto es algo aborrecible. En realidad, en estas ocasiones no caben sino dos actitudes razonables: la primera, el silencio; la segunda, leer sus obras releerlas. Pero claro est¨¢ que los peri¨®dicos, a plazo fijo, no pueden hacer ninguna de las dos. Hay que hacer una peque?a referencia, por tanto, a Bernard Malamud (muerto el martes pasado en Nueva York, a la edad de 71 a?os), a su vida, a su obra y a su significado literario en el complejo y apasionante mundo de la literatura norteamericana.
Despu¨¦s de graduarse en el City College, de Nueva York, Malamud comenz¨® el odioso peregrinaje de un empleo) en otro que tantos antes que ¨¦l y muchos m¨¢s despu¨¦s de ¨¦l han realizado en Estados Unidos. Esp¨ªritus sin af¨¢n competitivo en un mundo de competitividad: y hay que sobrevivir para ver realizada la propia obra. Y como recurso se dedic¨® a lo que tantos otros han utilizado como mal menor: la ense?anza en una escuela secundaria. En 1952 public¨® su primera novela, The natural, ir¨®nicamente popularizada por Robert Redford. Es normal. Y en 1957 vino su segunda novela, The assistant, que es ya Malamuel ole cuerpo entero. Su tercera novela es de 1961, A new life, y para 1967, con The fixer (El hombre de Kiev), le vino la fama ef¨ªmera de los premios con el Pulitzer y el Premio Nacional del Libro en Estados Unidos.
Met¨¢fora.
En 1969 publica Pictures of fidelman, y en 1971 la que seguramente se puede considerar como su obra maestra -si es que estas generalizaciones -tan rid¨ªculas son aceptables en literatura-: The tenants. Si es cierto el axioma, no s¨¦ si de Saul Bellow, del que "todos somos jud¨ªos, lo que pasa es que no lo sabemos", en The tenants la met¨¢fora adquiere la plenitud de su significado. Porque por primera vez en la historia tem¨¢tica jud¨ªa de la novel¨ªstica jud¨ªa de Malamud el enfrentamiento o la interrelaci¨®n racial se lleva hasta sus ¨²ltimas consecuencias. Los alienados, o los extra?os en la terminolog¨ªa camusiana, los marginales podr¨ªamos decir. En una sociedad aparentemente opulenta, aparentemente blanca-anglosajona-protestante, aparenternente estable, pac¨ªfica y tranquila, aqu¨ª est¨¢n los negros, o los homosexuales o los jud¨ªos o las mujeres o los chicanos o los beatniks o los hippies y le dicen que no al sistema. Verdaderamente todos "todos somos jud¨ªos": pasando de todo, de agresividades, de competencias, de man¨ªas consumistas, de apariencias, de falsos valores inicuos que ya no se creen ni los que los proclaman. Dubin's lives es de 1979; God's grace, de 1982.
Para completar el panorama bibliogr¨¢fico de Malamud, como en un perentorio recuento inmediato parece imprescindible, habr¨ªa que recordar sus tres tomos m¨¢s significativos de relatos cortos: The magic barrel, de 1958; Idiots first, de 1963, y Rembrandt's hat, de 1973.
En The tenants, el mundo jud¨ªo pobre y el mundo negro se entrecruzan: y encima, se trata de artistas. Marginales por partida triple: ¨¦tnica, econ¨®mica, ocupacional. En febrero de 1981, el propio Malamud dec¨ªa en una entrevista que public¨® el Saturday Review que "mucha gente escribe no porque tenga talento para hacerlo, sino porque les domina alguna angustia". Efectivamente, en el caso de Malamud, una angustia existe: la de los pobres seres marginales que pueblan sus novelas y sus relatos llenos de ternura y simpat¨ªa desde la ¨®ptica del autor, aunque no siempre en sus relaciones persona les intranovelescas. Y tambi¨¦n hay que asegurar ahora que el talento de Malamud est¨¢ m¨¢s que demostrado a lo largo de su carrera literaria.
Malamud escribe desde esa propia angustia. Pero su dosis de talento convierte sus novelas y sus relatos en algo vivo, lleno de matices, con una notable dosis de simpat¨ªa, con el distanciamiento de la iron¨ªa que convierte su producci¨®n no en un alegato folletinesco o melodram¨¢tico, sino en testimonio vivo de una realidad marginal que ah¨ª est¨¢, digan lo que digan los gloriosos defensores de la "trivialidad normal" de la sociedad norteamericana.
Como el propio Malamud ha dicho con respecto a lo que los lectores encuentran en su obra, su producci¨®n literaria "es como descender a oscuros recovecos y encontrarse de pronto con un ramillete de flores". Aun muerto Malamud, la sorpresa puede reproducirse.
Juan Jos¨¦ Coy es profesor de literatura norteamericana en el departamento de ingl¨¦s de la universidad de Salamanca y autor de diferentes publicaciones sobre literatura anglosajona.
Babelia
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