El peso de la tradici¨®n
El mercadillo filat¨¦lico de la plaza Mayor es toda una instituci¨®n con m¨¢s de cincuenta a?os a sus espaldas. El n¨²mero de puestos que cada domingo por la ma?ana se apropia de los soportales, es aproximadamente de 200, aunque hay quien afirma que existen tantos tenderetes como farolas iluminan la plaza."Sin IVA o con IVA, esto no es un negocio rentable; dej¨® de serlo despu¨¦s de los a?os setenta", comenta con cierto desencanto Antol¨ªn Llorente, que lleva cerca de veinte a?os sin faltar a su cita dominical. "Empiezas coleccionando por afici¨®n, y llega un momento en que uno comienza a plantearse la posibilidad de vivir comp . ra ndo y vendiendo sellos".
Los coleccionistas m¨¢s madrugadores llegan a la plaza poco despu¨¦s de las nueve, cuando los puestos est¨¢n todav¨ªa desnudos y las cajas albergan millones de monedas, sellos, billetes de loter¨ªa, postales o etiquetas de cigarros puros. Pero el grueso de visitantes acude pasado el mediod¨ªa. Es entonces cuando un trasiego constante de gente de todas las edades fluye a duras penas por los soportales.
Los cat¨¢logos son la mano derecha del coleccionista, que convierte el regateo en todo un ritual. Las b¨®vedas de los soportales son testigos mudos de luchas incruentas por unas pesetas de menos. La victoria es siempre del m¨¢s experto, aunque un vendedor de avanzada edad que se esconde detr¨¢s de unas gruesas gafas afirma despu¨¦s de haber perdido un cliente: "El comprador lleva siempre todas las de ganar; en mi vida he visto tanta competencia junta como la que tenemos aqu¨ª cada domingo".
Alfonso Riudavets lleva m¨¢s de veinte a?os vendiendo libros en la cuesta de Moyano, a un paso del moribundo scalextric de Atocha. "Esto es una feria permanente donde se puede econtrar desde el ¨²ltimo premio literario hasta un manuscrito del siglo XVI", afirma Riudavets, que preside la asociaci¨®n que agrupa a los treinta libreros instalados en la cuesta.
Las casetas forman una imaginaria escalera azul de madera avejentada que une la glorieta del Emperador Carlos V con el parque del Retiro. Un incesante r¨ªo humano discurre todos los d¨ªas -sobre todo los s¨¢bados y domingos por la ma?ana- por el menguado espacio que queda entre las casetas y los puestos provisionales que se instalan en el borde de la acera como reclamo.
Los ojos ¨¢vidos de los Iectores de todas las edades y, procedencias saltan con facilidad desde las tapas avejentadas de la Gu¨ªa de perplejos de Maim¨®nides hasta la provocativa portada de la revista V¨¦rtigo, pasando por una a?eja versi¨®n del tom¨® II de las memorias de Enrique IV de Castilla, por el m¨®dico precio de 2.500 p¨¦setas.
La "feria permanente" empez¨® a funcionar, seg¨²n Riudavets, en 1925. "Desde entonces", a?ade, "no han cambiado los puestos, aunque estamos en conversaciones con el Ayuntamiento para instalar unos nuevos aprovechando la remodelaci¨®n de Atocha".
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