"Esto no es el Rastro"
Mercadillos de pintores, ceramistas y artesanos dan un color especial a las plazas de la ciudad
Salpicaron de pronto las plazas del viejo Madrid, aprovechando el tir¨®n del mundillo filat¨¦lico de la plaza Mayor o la proximidad de las fuentes ociosas de la juventud. Hay entre ellos un especial inter¨¦s por marcar distancias con el Rastro: "Aquello ha degenerado con el tiempo en una especie de zoco en donde cabe de todo". La gran mayor¨ªa vive exclusivamente del producto de su imaginaci¨®n y de la destreza de sus manos. Unos confiesan su relaci¨®n casi pasional con todo lo que desprende arte, otros admiten sin reparos: "De algo hay que comer". Unos se deshacen en elogios por el apoyo prestado por el Ayuntamiento; otros hablan de la Junta Municipal del Distrito de Centro como de la espada de Damocles que pende sobre sus cabezas.
Aquella mujer apenas distingu¨ªa desde lejos la insinuante forma del botijo que reposaba sobre el mostrador. Se fue acercando poco a poco al puesto y comprob¨® que la intuici¨®n no la enga?aba. Entonces sise¨® algo a su marido, entretenido ¨¦n observar una m¨¢scara sugerente en un puesto vecino. ?ste se volvi¨® de pronto y pudo admirar, su rostro cruzado por una sonrisa de complicidad, sendos botijos que imitaban con escrupulosa pulcritud los ¨®rganos sexuales masculino y femenino.Ana Mar¨ªa es una de los cerca de sesenta artesanos que exponen y venden su obra en la plaza de Conde, de Miranda, detr¨¢s del mercado de San Miguel, cada domingo por la ma?ana desde el pasado 21 de diciembre. Ella confiesa que juega con el elemento er¨®tico como reclamo -"aunque ahora sorprende menos que antes"-, pero en su obras predomina un cierto aire precolombino que obliga a pensar en otras tierras.
Ana Mar¨ªa, como la mayor¨ªa de sus compa?eros que pertenecen a la Asociaci¨®n Cultural Ceramistas de la Villa, estudi¨® durante cinco a?os en la Escuela Oficial de Cer¨¢mica de Madrid. Algunos poseen su propio taller; a otros, en cambio, no les queda m¨¢s remedio que almacenar su material en un local pr¨®ximo alquilado gracias a las cuotas mensuales de los afiliados.
Paquita habla de la cer¨¢mica como "un veneno que te corroe por dentro", y lo equipara con su pasi¨®n por la monta?a: "Una cima te pide otra m¨¢s alta; no quieres estancarte y buscas constantemente nuevas nietas". Su polifac¨¦tica obra en barro rojo combina los motivos folcl¨®ricos con la experimentaci¨®n con los esmaltes. Paquita se recrea contando la complejidad del proceso al tiempo que acerca a los ojos del profano los atractivos piginentos que visten sus figuras ovoides. "En primavera", se?ala, "est¨¢ pensado hacer demostraciones de distintas t¨¦cnicas al aire libre. Prentendemos que la gente se acerque al reciente resurgimiento de las formas artesanales".
La oferta en objetos de cer¨¢mica es muy variada. Porcelanas, barros y arcillas cocidos a diferentes temperaturas se conjugan para dar forma a vajillas, l¨¢mparas, botijos, colgantes y un interminable etc¨¦tera que empieza en los veinte duros y sobrepasa las 10.000 pesetas.
Apenas unos metros de pavimento, a trav¨¦s de la singular calle de la Pasa, separa la plaza de los ceramistas de la de los pintores. El ambiente que se respira en Conde de Barajas es menos fr¨ªo: los rayos del sol consiguen en esta ocasion salvar la altura de las viviendas y los ¨¢rboles, ahora desnudos, prestan su m¨¢gico sabor a bohemia.
Antes de entrar en la plaza resulta inevitable pensar en la t¨®pica imagen del Montmartre parisiense y asociar la peculiar arquitectura de los Austrias con un suced¨¢neo de pintura impresionista, f¨¢cil reclamo de turistas ¨¢vidos de un colorista souvenir. Nada m¨¢s lejos de la realidad. La colecci¨®n que exponen los m¨¢s de cuarenta pintores, que se turnan s¨¢bados y domingos por la ma?ana en la coqueta plaza, es una muestra h¨ªbrida donde cabe todo tipo de manifestaci¨®n pict¨®rica, desde el realismo que se explica por s¨ª solo a la vanguardia que s¨®lo entiende el autor.
Precios libres
"Los s¨¢bados suele venir la gente m¨¢s interesada en contemplar los cuadros y en saber algo de las t¨¦cnicas; los domingos recibimos a p¨²blico de todo tipo, aprovechando el tir¨®n que supone el tener el mercadillo de los sellos y el Rastro a un paso". Quien as¨ª habla es Eduardo ?lvarez Escarpizo, uno de los responsables del colectivo de pintores Taller Abierto, mientras observa con incredulidad a esa se?ora que saca un metro de su bolsillo y se pone a medir una peque?a acuarela "para ver si cabe en un peque?o espacio de la pared".
Los retratristas instant¨¢neos, que sobreviven fundamentalmente gracias a la generosidad de los turistas, se quedaron en la plaza Mayor. "No marcamos unas l¨ªneas preestablecidas para admitir a iente en el Taller Abierto", precisa Alvarez Escarpizo, "s¨®lo exigimos un cierto dominio de la t¨¦cnica y un ingrediente de originalidad",.
Miguel no puede esperar a que llegue el buen tiempo para desempolvar sus pinceles y pintar al aire libre. Lo suyo son los paisajes, en acuarela o al ¨®leo. Miradas curiosas y comentarios profanos llueven sobre sobre ¨¦l. "Esto va por d¨ªas", comenta, "tan pronto vendes varios seguidos como no te compran ninguno". Sus miniaturas, de poco m¨¢s de mil pesetas, parecen tener ¨¦xito. Sus cuadros se sit¨²an por encima de las 5.000 pesetas.
" Los precios son libres", comen ta ?lvarez Escarpizo, "pero hay una diferencia muy notable con respecto a lo que se vende en las galer¨ªas de arte". "Hoy en d¨ªa", a?ade, "es muy dif¨ªcil montar una exposici¨®n por menos de 50.000 pesetas. Aqu¨ª, en cambio, nuestras obras llegan a esas personas que en su vida han entrado a tina galer¨ªa o que nunca han comprado un original por razones econ¨®micas".
La nube de curiosos que se deja caer las tardes de los s¨¢bados por la plaza de Santa Ana poco o nada tiene que ver con los incondicionales al paseo matinal de cada domingo. La gente que est¨¢ detr¨¢s de los puestos donde se expone otro tipo de atesan¨ªa tambi¨¦n es distinta.
"El hecho de tener que vivir de esto te fuerza la imaginaci¨®n", se?ala Manuel Lunar, que expone sus atractivas m¨¢scaras de arcilla a escasos metros de la estatua de Calder¨®n de la Barca. `Yo empec¨¦ dedic¨¢ndome a la cer¨¢mica porque tenla que vivir de algo", a?ade, "ahora me dedico de lleno a ello, tengo mi propio horno y me esfuerzo por ir renov¨¢ndome constantemente
Una imaginaria l¨ªnea divisoria atraviesa la plaza. En las inmediaciones del Teatro Espa?ol se colocan los reci¨¦n llegados. Los mas antiguos, los que empezaron a colocar sus puestos en la plaza de San Idelfonso hace cuatro a?os y ahora forman el Colectivo de Artesanos de la Plaza de Santa Ana, se sit¨²an al otro lado, a la sombra nocturna del viejo hotel Victoria.
Los comentarios laudatorios de ceramistas y pintores con respecto a la actitud de la Junta Municipal del distrito de Centro contrasta con la ole los j¨®venes artesanos de la plaza de Santa Ana, para quienes "de un tiempo a esta parte todo han sido pegas". "Nos encontramos a la expectativa", se?ala Eduardo, uno de los miembros del colectivo. "Nos propusieron" a?ade, " incluso trasladarnos al antiguo mercado de la Ballesta, no s¨¦ si para hacer la competencia a los sex-shops"
El concejal presidente de la Junta Municipal de Centro, Miguel Lara, admiti¨® la posibilidad de trasladar el mercadillo de artesanos a la calle de la Pasa o a la plaza de San Miguel, mientras duran las obras de remodelaci¨®n de la plaza de Santa Ana.
Intrusismo,
Gerardo, que trabaja preferentemente el lat¨®n, se?alla: "Nuestra gente se mueve los s¨¢bados por la tarde en esta zona, y el trasladarnos a otro sitio seria como empezar otra vez desde cero. Adem¨¢s, despu¨¦s de todo el tiempo que llevamos aqu¨ª, creo que la plaza ya no ser¨ªa la misma sin nosotros".
Un recorrido por los puestos que invaden la plaza es una sucesi¨®n multicolor de objetos de cer¨¢mica, originales tapices, cuero pintado, maderas y metales modelados de mil y una formas. Pero hay d¨ªas, sobre todo en Navidades, en que ropajes, bisuter¨ªa y otros productos no precisamente artesanales intentan conseguir una parcela particular en la plaza.
Gerardo insiste una y otra vez en el "intrusismo". "No hace mucho", se?ala, "instalaron un puesto donde pretend¨ªan vender bragas de se?ora. No es que queramos ponernos en plan inquisitorial, pero el colectivo tiene que procurar de alguna forma que esto no degenere en algo semejante al Rastro".
La inquietud que habitualmente respiraban los artesanos de la plaza de Santa Ana se convirti¨® en preocupaci¨®n hace tres semanas, cuando comenzaron las obras de remodelaci¨®n de Santa Ana. Los artesanos se lamentaban entonces de "la falta de entendimiento" con Miguel Lara y ve¨ªan con incertidumbre su futuro.
Sin embargo, y seg¨²n manifest¨® un miembro del colectivo, "las cosas parecen haber, cambiado tras las ¨²ltimas conversaciones, y vamos a presentar un proyecto a la junta municipal que puede asegurar nuestra continuidad en la plaza". Los artesanos esperan tambi¨¦n la llegada de la primavera para estrenar una feria itinerante que recorrer¨¢ probablemente varios pueblos de la regi¨®n.
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