Historia mayor, pel¨ªcula menor
Es frecuente en el cine que de malas novelas se saquen buenas pel¨ªculas y que de buenas novelas se deriven pel¨ªculas insatisfactorias, tal vez porque se quedan por debajo de la altura del pretexto literario. Quien no haya le¨ªdo la novela de Graham Greene El c¨®nsul honorario -y es el caso de este comentarista- se sentir¨¢ probablemente tentado, tras de ver la pel¨ªcula, de ir a beber en su apasionante fuente literaria. Lo pide la propia pel¨ªcula, por sus carencias m¨¢s que por su virtudes, aunque tiene unas y otras.La historia narrada en el filme El c¨®nsul honorario es tan bella, original y poderosa que el espectador no se puede sentir enteramente satisfecho ante la condici¨®n aguada, flem¨¢tica y tibia que esas virtudes adquieren en el desarrollo visual del filme. ?ste es s¨®lo aceptable, incluso puede considerarse como un filme digno, pero en todo caso parece ostensiblemente inferior a la hermosa historia que lleva dentro a medio desarrollar.
El c¨®nsul honorario
Director: John Mackenzie. Gui¨®n basado en la novela del mismo t¨ªtulo de Graham Greene. Producci¨®n brit¨¢nica, 1985. Int¨¦rpretes: Michael Caine, Richard Gere, Bob Hoskins, Elpidia Carrillo. Estreno en Madrid: cines Amaya y Madrid 2.
Parte el filme de un gui¨®n muy bien ordenado, que sin duda obedece a una lectura transparente y meticulosa de la novela. Dicho gui¨®n contiene personajes compuestos con misterio y hondura. Estos personajes est¨¢n interpretados de manera irregular, pero a veces con solvencia epid¨¦rmica, como es el caso del d¨²o protagonista -Michael Caine y Richard Gere- y sus dos apoyaturas principales -Bob Hoskins y Elpidia Carrillo-, pero hay algo que no acaba de funcionar en ellos, en su conjunci¨®n rec¨ªproca, y no es enteramente por su culpa.
A veces act¨²an, en medio de una historia de fuerte intensidad argumental, como si la cosa no fuera con ellos, como si estuvieran encarnando otro asunto. El director no ha logrado involucrarlos, y los actores se mueven ajenos a los tremendos sucesos que protagonizan, sin asumirlos enteramente. De ah¨ª que la pel¨ªcula discurra de manera lineal sobre una intriga nada lineal y que en ella ocurran muchos sucesos de los que se intuye que es posible sacar mucho m¨¢s partido del que les saca Mackenzie.
No hay en el filme sudor, espesura, calor -representar el calor en cine es algo m¨¢s complejo que humedecer con un aerosol las axilas de los personajes- ni finalmente horror en una historia evidentemente llena de estos y otros componentes dram¨¢ticos. El m¨²ltiple debate del filme, donde es posible entresacar con nitidez las obsesiones medulares de la personalidad literaria e intelectual de Graham Greene, est¨¢ s¨®lo enunciado, unas veces verbalmente y otras en brotes de acci¨®n bastante superficiales, pero nunca enteramente representado, nunca enteramente incorporado; es decir, hecho cuerpo, a la materia del filme, que se limita a decirlo y, por tanto a fingirlo, a buscar para ¨¦l equivalencias visuales ap¨¢ticas, de discreta energ¨ªa, en las que se echan de menos aquella espesura, calor, sudor y horror final que sabemos que est¨¢ en la historia por deducci¨®n argumental y no por el peso de una evidencia pl¨¢stica de las im¨¢genes y su secuencia.
El filme puede y merece verse, aunque sea s¨®lo como pretexto para buscar en un libro lo que su c¨¢mara, demasiado inerte, no acaba de decir y narrar. La puesta en escena es correcta, pero deficiente por cortedad. Una historia as¨ª hay que narrarla con pasi¨®n o, de lo contrario, mejor es callarse. Hay pasi¨®n en la historia, media pasi¨®n en unos actores que quieren y no pueden estar a la altura de su compleja tarea y ninguna en el director del filme, que narra un asunto febril sin dejarse contagiar la fiebre.
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