Un momento dif¨ªcil para el PCI
El Partido Comunista Italiano se encuentra en el momento m¨¢s cr¨ªtico de su historia. Los comunistas italianos se interrogan sobre el sentido de una formaci¨®n que acepta de la socialdemocracia la inspiraci¨®n y el contenido y que se diferencia de ¨¦sta por su pasado, o sobre el sentido de la existencia de un partido gobernante, en Occidente, que de alg¨²n modo se remite al modelo cultural comunista. A la vez, los comunistas europeos m¨¢s preparados para gobernar perciben que est¨¢n envejeciendo, y que los j¨®venes apenas acuden a sus filas. Seg¨²n el articulista, el congreso del PCI corre el peligro de convertirse en notario de s¨ª mismo.
El Partido Comunista Italiano (PCI) atraviesa el momento m¨¢s dif¨ªcil de su larga historia. Durante mucho tiempo, el PCI ha sabido hacer convivir fecundamente a los contrarios: es decir, la diversidad ideol¨®gica y la fidelidad democr¨¢tica, el debate intelectual y el centralismo pol¨ªtico, el arraigo entre las masas y la imagen de partido de los funcionarios. Invent¨® incluso un nuevo tipo de capitalismo, basado en la gesti¨®n capitalista de las cooperativas. La tradicional inventiva italiana ha abundado en el PCI. Durante mucho tiempo fue el partido que ten¨ªa las mejores relaciones tanto con el Kremlin como con el Vaticano.Ahora, esta octava maravilla est¨¢ dejando de existir, sus distintos componentes recuperan la autonom¨ªa, y las diferencias se acent¨²an. Con Berlinguer, el PCI hab¨ªa sido capaz de aunar un modelo asc¨¦tico y voluntarista de partido y una amplia capacidad de compromiso social. Hab¨ªa sido capaz de mantener intacto su car¨¢cter revolucionario, incluyendo tintes tercermundistas y declarando al mismo tiempo que el socialismo se pod¨ªa construir con mayor seguridad bajo el paraguas protector de la OTAN, lo que, dicho en el intermedio entre Praga y Varsovia, era una frase cargada de un fuerte sabor.
Hoy, en cambio, el PCI se divide, sobre todo, a causa de una enmienda presentada por Luciana Castellina (que reingres¨® en el PCI tras encabezar en 1969 la escisi¨®n del Manifesto y haber sido dirigente del partido hermano y contrario al PCI, el PDUP), que vuelve a hacer suya la acusaci¨®n de imperialismo contra EE UU sin equilibrarla con una censura del mismo tipo a la URSS. Esta enmienda, que en s¨ª no se diferencia demasiado del lenguaje de las tesis, se ha convertido en el punto conflictivo real interno del partido. El reaganismo es bastante criticable, especialmente despu¨¦s de las incursiones de la VI Flota, para que la r¨ªgida censura del pa¨ªs que lo pone en pr¨¢ctica pueda parecer conforme al car¨¢cter prooccidental del PCI e incluso no disonante respecto a las posturas asumidas por el Partido Socialista Italiano (PSI) y por la Internacional Socialista.
La enmienda Castellina se ha convertido as¨ª en el papel de tornasol de un partido que no quiere convertirse en la r¨¦plica de masas del PSI y que pretende preservar su diversidad, y reafirma por ello que su manera de permanecer en el marco atl¨¢ntico es la de la disensi¨®n. Los Estados Unidos con los que el PCI est¨¢ dispuesto a conciliarse son los Estados Unidos de la disensi¨®n, sin lener en cuenta los l¨ªmites de esa disensi¨®n y de su alcance pol¨ªtico real. Por esto, la enmienda Castellina es, al mismo tiempo, una propuesta realista y un punto de referencia ideol¨®gico. Se ha convertido en el centro del debate real: ?es necesario preservar la diversidad cultural y pol¨ªtica del PCI respecto de los partidos socialistas europeos, o bien es necesario tener como objetivo las formaciones de un PCI cuya meta final sea la Intemacional Socialista? En este caso deber¨ªa aceptarse la hegemon¨ªa del reformismo, la autocr¨ªtica impl¨ªcita de la escisi¨®n de Livorno y, en ¨²ltima instancia, el liderazgo de Craxi sobre la izquierda italiana.
Fracaso del eurocomunismo
?ste es el verdadero dilema ante el que se halla el PCI. ?Tiene sentido un partido que: acepta de la socialdemocracia europea la inspiraci¨®n y el contenido pol¨ªtico y que se diferencia de ¨¦sta s¨®lo por su pasado? O, en otras palabras: ?tiene sentido la existencia de un partido gobernante, en Occidente, que de alg¨²n modo se remite al modelo cultural comunista? Ya nadie habla de eurocomunismo. El eurocomunismo fracas¨®. ?Puede llegar a existir un italocomunismo?
El congreso no va a debatir el problema en estos t¨¦rminos, ni lo va a resolver. El objeto de aqu¨¦l es, efectivamente, la posibilidad de un partido comunista gobernante en una sociedad occidental. Este debate se produce despu¨¦s de que la experiencia de gobierno de un partido comunista ha fracasado en Francia y de que el resultado de esto ha sido la creaci¨®n de un partido socialista de masas. Y el partido socialista franc¨¦s era una modesta telara?a de clubes culturales, de sesentayochistas y de cristiano-sociales, de radicales puestos al d¨ªa y de socialistas de la Secci¨®n Francesa de la Internacional Socialista (SFIO) arrepentidos de Guy Mollet. Ten¨ªa una implantacl¨®n pol¨ªtica y social m¨¢s d¨¦bil que el PS italiano.
Las tesis proponen insertar la diferencia comunista italiana en la izquierda europea. Si Europa existiese como gran realidad pol¨ªtica, el juego resultar¨ªa. El lugar en el que m¨¢s f¨¢cil es ser comunistas italianos es el Parlamento Europeo. Por esta raz¨®n, los comunistas italianos son hoy los m¨¢s federalistas y europe¨ªstas de los partidos italianos. No es casualidad, el que Altiero Spinelli, que ha hecho del federalismo europeo el centro de la pol¨ªtica, milite como independiente en el Grupo Parlamentario Comunista de Estrasburgo. Pero Europa est¨¢ lejos, Craxi est¨¢ cerca. Puede aceptarse la hegemon¨ªa de Brandt, precisamente porque est¨¢ lejos. Pero no la de Craxi, porque est¨¢ demasiado cerca. Cuando las tesis proponen que el PCI se convierta en una variante italiana de la izquierda europea est¨¢n so?ando despiertos. Es demasiado f¨¢cil. Aqu¨ª Roma bulle. Y el PCI no quiere precipitarse, sil.10 moverse cautelosamente. Esto le obliga a quedar fuera del juego y, por tanto, a tener que padecer la alianza entre el PSI y la Democracia Cristiana (DC). As¨ª pues, el d?lema pol¨ªtico consiste en esta alternativa: aceptar ser subalterno respecto del PSI o seguir siendo la reserva de la Rep¨²blica indefinidamente. Pero al PCI ya no le queda tiempo. Su afiliado medio tiene 51 a?os. En sus distintas secciones, los veintea?eros son uno o dos; los de treinta a?os, tres o cuatro. Al igual que en la Confederaci¨®n General Italiana del Trabajo (CGIL), la categor¨ªa social m¨¢s numerosa en el PCI es la de los jubilados. Si el problema del PCI no lo resuelve la voluntad humana, lo va a resolver el tiempo. S¨®lo 10 a?os, y el PCI ser¨¢ biol¨®gicamente viejo, el partido de la memoria. Un partido que se prepar¨® durante a?os para la toma del Palacio de Invierno, sin Ej¨¦rcito Rojo, pero con la fuerza de las urnas, y que no lleg¨® nunca a combatir la batalla para la que hab¨ªa estado prepar¨¢ndose. Cuando las puertas del palacio se abrieron, el PCI s¨®lo estaba maduro para jubilarse.
Se hace necesario, pues, un congreso de opciones, y para ello, muchos vuelven sus ojos hacia Lama, ex secretario de la CGIL. Un hombre que sabr¨ªa dar un rostro al partido en la ¨¦poca de las comunicaciones de masas. Pero he aqu¨ª que es precisamente Lama quien sale malparado de las enmiendas votadas por los congresos provinciales. El PCI no le quiere. El congreso corre el riesgo, pu¨¦s, de acabar siendo el notario de s¨ª mismo. Hecho anunciado ya hace mucho, pero que, pol¨ªticamente, no se habr¨¢ producido nunca.
es diputado socialista en el Parlamento Europeo.
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