La guerra, a las puertas de casa
LA DECISI?N del presidente Reagan de atacar esta madrugada objetivos militares -y a¨²n se desconoc¨ªa si de otro g¨¦nero- en Libia, como represalia a las actividades terroristas eventualmente amparadas o tuteladas por el r¨¦gimen de Gaddafi, merece la m¨¢s firme y severa de las condenas. La acci¨®n b¨¦lica de Estados Unidos es no s¨®lo una otensa al Derecho Internacional y una grav¨ªsima amenaza para la paz en el Mediterr¨¢neo, sino tambi¨¦n una burla de sus aliados europeos, que han sido previa e in¨²tilmente presionados para que adoptaran sanciones econ¨®micas contra Libia y que no encontraron motivaciones suficientes para ello en su reuni¨®n de ayer, lunes.La atribuci¨®n unilateral y violenta que Reagan se ha hecho de la defensa del orden internacional mediante m¨¦todos tan expeditivos -tan repugnantes o m¨¢s que los que pretende evitar- constituye una de las decisiones m¨¢s peligrosas, y de consecuencias a¨²n incalculables, cara al mantenimiento de la paz en el mundo. Hay que insistir en que la Administraci¨®n estadounidense no ha sido capaz hasta ahora en ning¨²n momento de exhibir pruebas convincentes de la culpabilidad directa del Gobierno libio en las acciones terroristas recientes, si bien sea del com¨²n acuerdo el hecho de que Libia, de un modo u otro, se halla detr¨¢s de esos atentados. Pero el ataque lanzado por la VI Flota, s¨®lo horas despu¨¦s de que los pa¨ªses miembros de la CE -a liados militares de Estados Unidos- solicitaran "moderaci¨®n" de Washington, es, al margen su significaci¨®n inmediata, toda una burla hacia los intentos europeos de no calentar a¨²n m¨¢s las aguas del Mediterr¨¢neo.
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La guerra, a las puertas de casa
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Por otra parte, ni aun prob¨¢ndose una responsabilidad directa de Gaddafi en la extensi¨®n del terrorismo integrista isl¨¢mico bastar¨ªa eso para justificar una acci¨®n de guerra del calibre de la cometida ayer por los americanos.
La visita del enviado especial de Reagan, y embajador ante las Naciones Unidas, Vernon Walters, a los Gobiernos euorpeos y su conversaci¨®n secreta con Felipe Gonz¨¢lez el s¨¢bado adquieren ahora un nuevo inter¨¦s. El Gobierno espa?ol no hab¨ªa sido informado -seg¨²n declaraci¨®n oficial- de los preparativos del ataque. ?Pero de qu¨¦ se habl¨® entonces? ?Y cu¨¢l fue la respuesta de Gonz¨¢lez, en cualquier caso, a las posiciones de Walters? En un asunto de esta naturaleza, en el que Espa?a ha sido amenazada expl¨ªcitamente por el r¨¦gimen libio con represalias armadas -y aun en el caso de que estas represalias puedan tomar cuerpo s¨®lo muy remotamente- la opini¨®n p¨²blica tiene derecho a estar informada de lo que se habl¨® entre el jefe del Gobierno y el enviado americano.
Sea cual sea la reacci¨®n libia, algunas cosas deben quedar claras en este comentario de urgencia: la acci¨®n de la VI Flota es un hecho execrable que averg¨¹enza a cuantos creen en la posibilidad de soluci¨®n de los conflictos sin un recurso a la fuerza. En muchos aspectos, y pese a la culpabilidad de Gaddafi en los hechos terroristas, el bombardeo es algo peor a¨²n que una provocaci¨®n: es una demostraci¨®n abusiva y cruel del poder¨ªo militar americano, exportando una guerra m¨¢s hacia ¨¢reas alejadas de su territorio. Los aliados europeos han sido ridiculizados por Washington. Y es del todo dudoso que, desde el punto de vista de los resultados, esta guerra incoada vaya a arreglar ninguno de los problemas del norte de ?frica, y pueda, en cambio, empeorarlos todos. En un momento de auge del fundamentalismo isl¨¢mico en Egipto, y con interrogantes sobre el futuro de un T¨²nez sin Burguiba, la tensi¨®n del Mediterr¨¢neo oriental se traslada, cada vez m¨¢s peligrosamente para la Europa comunitaria, hacia el Oeste.
Por ahora no es probable que los sovi¨¦ticos emprendan otra respuesta al ataque norteamericano que la verbal. De todas maneras, merece la pena preguntarse si no van a sufrir un descalabro las conversaciones de Ginebra y los procesos de distensi¨®n habidos ¨²ltimamente. Entre los muchos peligros a?adidos que la acci¨®n americana encierra est¨¢ el de que arroje arrogancia sobre arrogancia en la ya abultada prosopopeya b¨¦lica del presidente Reagan y ¨¦ste se sienta autorizado a pr¨¢cticamente todo: bombardear Libia primero, invadir Nicaragua despu¨¦s y sabe Dios qu¨¦ otra odisea a lo Rambo m¨¢s tarde. Por eso mismo Europa Occidental no puede callar esta vez sin serio peligro de convertirse ella misma en c¨®mplice. involuntario de esta pol¨ªtica suicida. Reagan nos ha tra¨ªdo la guerra a las puertas de casa.
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