Orden y desorden
El orden c¨®mico comienza bien. Atrae, interesa, tanto por su trama, que va al grano pronto y bien, como por su realizaci¨®n, que es eficaz y mete al espectador en el asunto con soltura. Pero algo pasa a medida que la pel¨ªcula avanza, y si ¨¦sta comienza bien, por desgracia termina mal: la trama pierde poco a poco vigor y la eficacia inicial de la realizaci¨®n se debilita progresivamente.Creo que esto se debe a que ?lvaro Forqu¨¦ -que sin duda sabe hacer cine- cuenta como comedia un gui¨®n que solo puede ser contado como farsa. Pretende iniciar el filme con tonos cre¨ªbles -es decir, de acuerdo con el principio de verosimilitud- para pasar de golpe al disparate abierto, jugando -sin llegar a conjugar una forma tenue y otra extremada de humor.
El orden c¨®mico
Director y guionista: ?lvaro Forqu¨¦. Producci¨®n: Orfeo. Espaftola, 1986. Int¨¦rpretes: Jes¨²s Puente, Ver¨¢nica Forqu¨¦, Enrique San Francisco, Mercedes Camins, Pedro Civera, Susana Campos, Luis Ciges, Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez, Susana Canales, Queta Claver. Estreno en Madrid: cines Narv¨¢ez, Roxy y Vaguada.
Pero es que hacer una cosa as¨ª -un ejercicio de brusco cambio de estilo sobre la marcha es extremadamente dificil de conseguir, pues es un milagro enmendar la plana a la inercia que crea en el espectador el arranque de una pel¨ªcula, m¨¢xime si est¨¦ arranque es convincente- requiere una experiencia que Forqu¨¦ todav¨ªa no tiene.
Ejemplos ilustres
Para entendernos: esto lo hicieron Preston Sturges en Los viajes de Sullivan; Billy Wilder, en Un, dos, tres; Jos¨¦ Luis S¨¢enz de Heredia, en Historias de la radio, o, al rev¨¦s -conversi¨®n de farsa en comedia-, Lubitsch, en Ninotchka. Cuatro prestidigitadores expert¨ªsimos del orden c¨®mico. Pero Forqu¨¦, que tiene innegables dotes, carece todav¨ªa de acceso a una resoluci¨®n satisfactoria de este tremendo tour de force de estilo. Y su Orden c¨®mico, que comienza ordenadamente, acaba en desorden.Ya es todo un m¨¦rito que este joven director haga frente a una dificultad de este calibre, sobre todo en un cine como el nuestro, donde campea el oportunismo de la l¨ªnea de menor resistencia. Pero hay que a?adir, junto a este m¨¦rito, el dem¨¦rito de la falta de sentido autocr¨ªtico que lel¨ªzo meterse en un asunto para el que l¨®gicamente no estaba, ni pod¨ªa estar, suticientemente preparado.
La pel¨ªcula merece verse por su dificultad y por la ejemplaridad tanto de sus aciertos como de sus fallos. Un acierto entre otros: todo el comienzo, muy en negro pero con buen equilibrio entre humor y drama. Un error, entre otros, el de este gag de manual de escuela de cine: una mujer se escapa de su marido, la c¨¢mara subraya -mal, como todo subrayado- que se lleva consigo un collar de perlas, ¨¦stas se le caen y el marido perseguidor pisar¨¢ una y acabar¨¢ en el suelo. Pero v¨¦ase en El orden c¨®mico la -realizaci¨®n -disparatadamente el¨ªptica- de este esquema cl¨¢sico de resoluci¨®n humor¨ªstica de una situaci¨®n dram¨¢tica y se aprender¨¢ c¨®mo no puede ni debe hacerse un gag en cine.
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