Conflictos de baja intensidad: las guerras del futuro
Numerosos fen¨®menos pol¨ªticos, aparentemente desconectados entre s¨ª, suceden cada d¨ªa: acciones terroristas, intervericiones de las superpotencias nucleares en pa¨ªses del Tercer Mundo, agrias discusiones para apoyar grupos armados en Afganist¨¢n o Centroam¨¦rica. Un concepto extra¨ªdo de la historia militar, conflictos de baja intensidad, es revitalizado para que sirva de marco a lo que EE UU y algunos de sus aliados ven como una amenaza global totalitaria que se manifiesta tanto en el terrorismo como en Gobiernos que quieren alejarse de su influencia y movimientos de liberaci¨®n nacional. Mariano Aguirre, coordinador del Centro de Investigaci¨®n para la Paz, de Madrid, especialista en cuestiones de pol¨ªtica internacional y defensa, visit¨® recientemente EE UU para recoger informaci¨®n sobre los conflictos de baja intensidad, y en el siguiente texto ofrece una panor¨¢mica de lo que denomina "la guerra del futuro".
No es dif¨ªcil llegar a creer que la guerra no existe. Es suficiente con no vivir en Chad, Angola, Centroam¨¦rica, Irak o el sureste asi¨¢tico. En ese caso, el concepto guerra quedar¨¢ identificado con la parafernalia tecnol¨®gico-nuclear y con una guerra de las galaxias en la que se tiende a perder la frontera entre la realidad de la cinematograf¨ªa y la pol¨ªtica. La guerra es, en todo caso, algo lejano; los conflictos siempre est¨¢n en otra parte, o en el futuro. Pero mientras tenemos esa percepci¨®n, los planificadores de la guerra. consideran que hemos entrado en una nueva era de conflictos que no se ajustan a las definiciones tradicionales desde Cicer¨®n hasta Clausewitz. Unos conflictos que son y ser¨¢n r¨¢pidos, ejecutados en un marco legal o ilegal de acuerdo al Derecho internacional; sucios, sin declaraciones formales de ruptura de relaciones o de inicio de hostilidades, con unidades peque?as y ligeras antes que con grandes ej¨¦rcitos. Se trata de los conflictos de baja intensidad (CBI, low intensity conflicts) y est¨¢n siendo objeto de una muy especial atenci¨®n en las publicaciones militares y centros de creaci¨®n de doctrina pol¨ªtica de EE UU. Los CBI son, en opini¨®n de todos, las guerras del futuro que se experimentan en casos como el de Libia. y Nicaragua en el presente, ya que incluyen lo militar, lo econ¨®mico y lo pol¨ªtico como armas activas."El mundo est¨¢ hoy en guerra. No es una guerra global, pero se extiende alrededor del planeta. No es una guerra entre ej¨¦rcitos totalmente movilizados, pero no por ello es menos destructiva. No se libra de acuerdo con las leyes de la guerra y, m¨¢s a¨²n, la ley en s¨ª misma, como un instrumento de civilizaci¨®n, es un blanco de esta particular variedad de agresi¨®n". Las palabras pertenecen al secretario de Defensa de EE UU, Caspar Weinberger, y fueron pronunciadas durante un congreso sobre conflictos de baja intensidad que se celebr¨® en el mes de enero pasado en Fort MacNair, Washington DC, y al que asistieron varias decenas de expertos en este tipo de conflictos. Al congreso asisti¨® tambi¨¦n el secretario de Estado, George Shultz, quien afirm¨® que "el problema de la guerra de baja intensidad nos lleva a confrontarnos a una serie de cuestiones pol¨ªticas, rnilitares, intelectuales, legales y morales". Y a?adi¨®: "La guerra de baja intensidad es la respuesta de ellos (comunistas, terroristas) a nuestras fuerzas convencionales y nucleares, una maniobra por el flanco, en t¨¦rminos militares". Poco despu¨¦s de este congreso se creaba un centro sobre GBI en la base de la fuerza a¨¦rea de Langley, Virginia.
Si bien es en EE UU donde m¨¢s se estudian los CBI, otros pa¨ªses preparan grupos de elite para este tipo de guerras. Francia e Italia, por ejemplo, han creado en los ¨²ltimos a?os sus respectivas fuerzas de intervenci¨®n r¨¢pida. La URSS, por su parte, ha demostrado en la invasi¨®n a Afganist¨¢n que puede movilizar tropas con rapidez, como ya lo hab¨ªa hecho, en noviembre de 1977, cuando mont¨® un puente a¨¦reo para dotar con armamento pesado a Etiop¨ªa en su guerra contra Somalia. La veloz capacidad de proyecci¨®n de fuerzas es fundamental, y las naciones con intereses hegem¨®nicos estudian los CBI como una forma de control.
El concepto baja intensIdad aplicado a la guerra ha sido utilizado de manera flexible por numerosos ej¨¦rcitos, en especial los que han participado en guerras coloniales, para referirse a aquellas en las que no opera m¨¢s que un limitado n¨²mero de efectivos dotados con equipos ligeros. En la obra colectiva US. Policy and low intensity conflicts se analizan las experiencias brit¨¢nica y francesa, se?alando que el Reino Unido particip¨® en numerosos conflictos que ahora pueden catalogarse como GBI. A la vez, Jacques L. Pons, en dicha obra, indica que Francia tiene una tradici¨®n intervencionista que no fue siempre por razones econ¨®micas, sino humanitarias; que pocas veces tuvo caracter¨ªsticas puras, y que se llev¨® a cabo con una fuerza no regular (la Legi¨®n Extranjera). La guerra de Argelia es el ejemplo m¨¢s claro. Precisamente, las experiencias de las luchas coloniales, y la contrainsurgencia de los a?os sesenta, con el fracaso en Vietnam, donde EE UU ganaba las batallas pero perdi¨® la guerra, son las que han conducido a ref¨®rrriular en EE UU la estrategia de estos conflictos en el Tercer Mundo.
La nueva doctrina parte del convencimiento de que la paridad nuclear impide a una URSS "totalitaria y expansionista" atacar de frente y, por tanto, recurre a supuestos movimientos de liberaci¨®n nacional, Gobiernos t¨ªteres, y el inasible terrorismo. A esto se suma la pasividad c¨®mplice de muchos pa¨ªses que no se pliegan a los boicoteos econ¨®micos y diplom¨¢ticos. El desaflo se percibe global, y exige una respuesta en el mismo nivel que combine, como explica Michael T. Klare, de la universidad de Ainherst, tres campos: el de la contrainsurgencia cl¨¢sica (asesores militares para Gobiernos aliados, ayuda militar combinada con ayuda civil para la poblaci¨®n, para ganar, como se dec¨ªa en Vietnam, "los corazones y las mentes"); la defensa 'activa' contra el terrorismo (golpes preventivos y represalias contra pa¨ªses que se supone amparan grupos armados antinorteamericanos, acciones r¨¢pidas que pueden violar el Derecho internacional, como el secuestro de los secuestradores del Achille Lauro), y la proinsurgencia (apoyo activo a grupos armados que combaten a Gobiernos mal vistos por Washington, como los de Nicaragua, Angola, Libia Etiop¨ªa, Camboya y Afganist¨¢n). En esta direcci¨®n, en abril de 1984, el presidente Reagan firm¨® la directiva 138, que aprueba los golpes preventivos al igual que las represalias en contra del terrorismo fuera del territorio de EE UU.
EL NUEVO GLOBALISMO
En los manuales de estrategia hay un espectro o graduaci¨®n de los conflictos posibles. El general (R) Donald R. Morelli y el mayor Michael M. Ferguson, ambos del Ej¨¦rcito de EE UU, explican en la revista oficial Military Review (noviembre, 1984) que hay tres tipos de conflicto: de baja, media y alta intensidad. El primero implica desde boicoteos hasta operaciones de guerrilla, pasando por rescates de rehenes, sabotajes, apoyo militar e incidentes fronterizos. El segundo ya conduce a la utilizaci¨®n de fuerzas regulares en la lucha, el posible uso de armas qu¨ªmicas y que se ataque a blancos civiles; es la guerra declarada. Por ¨²ltimo, los de alta intensidad suponen movilizaci¨®n total y el uso de armas nucleares estrat¨¦gicas
Para llevar a cabo estas guerras del primer escal¨®n se crean las antes mencionadas fuerzas de despliegue o intervenci¨®n r¨¢pida y se potencian las fuerzas de eperaciones especiales (SOF). "La Admnistraci¨®n de Reagan", afirma un estudio realizado por ex oficiales de las fuerzas arniadas de EE UU dirigidos por el almirante Gene
Conflictos de baja intensidad: las guerras del futuro
Laroque, "ha impulsado la ampliaci¨®n de las fuerzas de operaciones especiales -unidades militares tipo comando entrenadas para guerra de guerrillas, operaciones encubiertas y contraterrorismo como una de sus m¨¢s altas prioridades". Las SOF est¨¢n constituidas, entre otros grupos, por los Rangers; los Boinas Verdes; la Fuerza de Tarea 160 (unidad de helic¨®pteros, secreta hasta 1984); la Fuerza Delta (antiterrorista, que fue puesta en acci¨®n cuando el ¨²ltimo secuestro de un avi¨®n de TWA en L¨ªbano), los comandos de operaciones psicol¨®gicos para operar detr¨¢s de las l¨ªneas enemigas o crear climasantiterroristas en la opini¨®n p¨²blica; un cuerpo combinado de aire, mar y tierra perteneciente a la Marina, y el Primer Ala de Operaciones Especiales de la Fuerza A¨¦rea. "La alta prioridad que le hemos dado a la revitalizaci¨®n de las Fuerzas de Operaciones Especiales", declar¨® Caspar Weinberger en 1984, "refleja nuestro reconocimiento de que los conflictos de baja intensidad, para los cuales las SOF son las m¨¢s adecuadas, supondr¨¢n la amenaza m¨¢s frecuente a la que tendremos que enfrentarnos a lo largo del fin de este siglo".La puesta en marcha de las fuerzas de elite y la reactivaci¨®n de las doctrinas de guerras sucias son fen¨®menos enmarcados en lo que los comentaristas pol¨ªticos de EE UU dan en llamar la doctrina Reagan o globalismo, al definir a casi todos los puntos del planeta como de inter¨¦s estrat¨¦gico de Washington. "El nuevo globalismo", escribe en septiembre de 1985 Anthony Lewis en The New York Times, "es el m¨¢s importante movimiento conceptual de la pol¨ªtica exterior norteamericana en muchos a?os". Y lo define as¨ª: "Estados Unidos debe intervenir en guerras con pa¨ªses del Tercer Mundo siempre que exista una posibilidad de luchar contra la influencia sovi¨¦tica y marxista. Se debe hacer esto en todo el mundo, sin tener en cuenta condiciones locales particulares. Se busca combatir en las playas de Angola y en las monta?as de Camboya, pero no porque EE UU tenga ning¨²n inter¨¦s nacional vital ah¨ª, sino porque la ideolog¨ªa manda. Debemos combatir al comunismo donde aparezca en el Tercer Mundo". Lewis critica duramente esta actitud, alegando que conecta a EE UU con el r¨¦gimen surafricano al apoyar a los rebeldes antiangole?os y que, en realidad, el r¨¦gimen angole?o no ha atacado las inversiones occidentales, al tiempo que existe la certeza de que si cesaran las hostilidades impulsadas por Washington y Pretoria, Angola pedir¨ªa a Cuba que retirase sus tropas. Para Lesis, la pol¨ªtica intervencionista alentada por los neoconservadores le costar¨¢ a EE UU desprestigio, dinero y vidas.
Pero los vientos de guerra fr¨ªa no vienen s¨®lo de la Casa Blanca. Dado que el totalitarismo y su brazo armado, el terrorismo, no respetan ninguna ley, no habr¨¢ comprensi¨®n posible. Deben acabarse las explicaciones de los fen¨®menos armados, que, sin justificarlos, entienden que hay alg¨²n problema de fondo. El embajador de Israel en las Naciones Unidas, Benjamin Netanyahu (hermano del teniente coronel que muri¨® mientras dirig¨ªa el comando que rescat¨® el avi¨®n secuestrado en Entebbe, Uganda, en 1976) dice en su libro El terrorismo: c¨®mo Occidente puede ganar, que "el terrorismo internacional no es un fen¨®meno espor¨¢dico en los designios y ambiciones pol¨ªticas de los Estados expansionistas y de los grupos que les sirven. Sin el apoyo de tales Estados, el terrorismo internacional es impensable". La f¨®rmula que propone para combatirlo responde plenamente a los conflictos de baja intensidad: presiones pol¨ªticas (controlar y cerrar embajadas en pa¨ªses como Libia, Siria, Ir¨¢n, Irak, Yemen del Sur y pa¨ªses del bloque sovi¨¦tico para restar el supuesto apoyo que prestan al terrorismo); presiones . econ¨®micas (combinando boicoteo y embargos), y acciones militares. En este ¨²ltimo punto afirma que la soberan¨ªa nacional no debe ser violada por ning¨²n Estado, pero que si un pa¨ªs fracasa en su lucha contra el terrorismo corre el riesgo de ser intervenido. "Los pa¨ªses", dice, "no tienen el derecho de hacer cualquier cosa dentro de sus fronteras" cuando de luchar contra los terroristas se trata.
LA LUCHA IDEOLMICA
La doctrina global antiterrorista y anticomunista de EE UU est¨¢ avanzando m¨¢s r¨¢pido que la reflexi¨®n que hacen sus aliados europeos sobre el tema. La palabra terrorismo empieza a englobar demasiadas cosas. EE UU env¨ªa la VI Flota a la costa libia mientras la opini¨®n p¨²blica no ha visto, hasta ese momento, las pruebas concretas de la conexi¨®n Tr¨ªpoli-bombas en Berl¨ªn o Roma. Entre tanto, George Shultz declara que hay que poner en marcha respuestas militares con gran rapidez, tratando de respetar la moralidad y el Derecho, "pero no podemos esperar a tener la absoluta certeza". El mayor problema es que, como ocurri¨® en Argelia, en Centroam¨¦rica en los a?os sesenta, en Vietnam, se dise?an proyectos que combinan lo militar con lo econ¨®mico para evitar que determinadas ¨¢reas no caigan o salgan de las manos comunistas, pero mientras se abunda en acciones militares se echan en falta proyectos econ¨®micos concretos. La iniciativa reaganiana para la cuenca del Caribe, por ejemplo, se qued¨® en nada, porque el proteccionismo del mercado interno de EE UU cuida antes del empleo y el beneficio en Tejas que de la posible subversi¨®n por hambre en Guatemala. Las inversiones adem¨¢s no fluyen hacia esa ¨¢rea porque las guerras de baja intensidad contendr¨¢n a los supuestos comunistas, pero no dan seguridad a las multinacionales. Yendo en contra de Clausewitz, los arquitectos de los conflictos de baja intensidad ven a la guerra como la continuaci¨®n de la lucha ideol¨®gica por otros medios: la mejor manera de combatir la revoluci¨®n es fomentando la contrarrevoluci¨®n con la iconograf¨ªa cl¨¢sica del guerrillero (la contra); el terrorismo se combate mejor arriesg¨¢ndose a violar la legalidad que se pretende sostener. Se avecinan tiempos dif¨ªciles para el Derecho, la soberan¨ªa y la pol¨ªtica internacionales. Convendr¨ªa no guiarse por su nombre tranquilizador: las guerras de baja intensidad ya se libran con la VI Flota, dotada con armas nucleares, y pueden ser altamente explosivas.
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