La gasolina, emoci¨®n del fin de semana
LOS ESPA?OLES, ya que los resultados sustantivos de la Liga de f¨²tbol estaban decididos, han podido disfrutar este fin de semana de la emoci¨®n sustitutiva que depara el acaparar combustible para sus veh¨ªculos ante una amenaza de falta de suministro. Probablemente, las autoridades p¨²blicas han confiado en la imaginaci¨®n de los contribuyentes, que, como imitadores de los hermanos Marx en el Oeste y tambi¨¦n al grito de m¨¢s madera, ser¨ªan capaces de improvisar fuentes alternativas de suministro para realizar sus desplazamientos. As¨ª, hoy, una vez comenzada la huelga de tres d¨ªas de los trabajadores de Campsa, que abastecen de carburante a las estaciones de servicio de toda Espa?a, se habr¨¢ producido una curiosa paradoja: la de una huelga que consigue sus efectos antes de haber empezado. En efecto, desde que el pasado viernes por la tarde la Confederaci¨®n Nacional de Estaciones de Servicio, patronal del sector, hizo p¨²blico un comunicado en el que advert¨ªa de las posibilidades de des abastecimiento de carburante a todos los ciudadanos, la psicosis se extendi¨®, y estos ¨²ltimos han hecho largu¨ªsimas colas durante todo el fin de semana para asegurarse el funcionamiento de sus autom¨®viles. Pero, adem¨¢s, los efectos del des abastecimiento han llegado al transporte colectivo, e Iberia y Aviaco han anunciado la suspensi¨®n de un sustantivo n¨²mero de vuelos nacionales (128), con lo que la situaci¨®n an¨®mala que durante meses han vivido los aeropuertos amenaza con renacer otra vez. Renfe no ha modificado sus horarios de trenes, quiz¨¢ porque sus tanques de almacenamiento de carburante son lo suficientemente grandes como para haberlos llenado. Justamente al rev¨¦s de lo que parece ser la justificaci¨®n para que el transporte a¨¦reo interior sufra tan estrepitosas cancelaciones. Debe ser que los dep¨®sitos de carburante de los numerosos aeropuertos nacionales son de escasa capacidad.Ocurre en los ¨²ltimos a?os que todo lo referente a los problemas laborales y al transporte se crispa de forma y modo que los ciudadanos se convierten en los aut¨¦nticos damnificados de una situaci¨®n superrealista. A los problemas tradicionales del ferrocarril y del transporte a¨¦reo -que suceden en etapas en las que los ciudadanos los necesitan m¨¢s; por ejemplo, en las vacaciones de Navidad y Semana Santa- se suman ahora las dificultades de distribuci¨®n de gasolina. Un pa¨ªs que ha conseguido normalizar los desajustes laborales a trav¨¦s de largu¨ªsimos procesos de concertaci¨®n se convierte en ocasiones en paradigma del liberalismo y del silencio, y se permite que se pudran situaciones que desbordan el ¨¢mbito de empresas y sectores y recaen sobre el espa?olito medio. Resulta inconcebible el silencio de los responsables de Campsa ante la huelga que ha comenzado hoy, y que se reproducir¨¢, si nada se arregla, el, pr¨®ximo d¨ªa 4 de mayo, despu¨¦s de un gigantesco puente laboral, por lo que su incidencia puede ser mucho m¨¢s ca¨®tica.
Es dif¨ªcil de entender una huelga motivada por la exigencia de los sindicatos a la compa?¨ªa -y a la propia Administraci¨®n- para que se defina limpiamente el papel de Campsa en el contexto del sector petrolero espa?ol, una vez dentro de la Comunidad Europea. Las centrales sindicales han destacado c¨®mo es posible que se cifre -seg¨²n ellos, "m¨¢gicamente"- en 3.000 personas los excedentes de la plantilla, "sin ning¨²n tipo de estudios previos, manifestando una voluntad caprichosa que igualmente podr¨ªa haberlos situado en 2.000 o 4.000". Seg¨²n los representantes de los trabajadores, la direcci¨®n de Campsa est¨¢ retrasando la consolidaci¨®n de la compa?¨ªa, lo que pone en peligro su continuidad en el momento de la plena integraci¨®n en la CE. Ello supone el incumplimiento del protocolo de la compa?¨ªa y de la ley de reordenaci¨®n del servicio de petr¨®leo. Si ello es cierto o pertenece ¨²nicamente al terreno de las sospechas, ten¨ªan que haberlo aclarado hasta la exhaustividad los responsables del monopolio, del Instituto Nacional de Hidrocarburos o del propio Ministerio de Industria.
La prueba m¨¢s palpable del descreimiento de los ciudadanos ante las pocas medidas tomadas -servicios m¨ªnimos en 470 gasolineras anunciados el domingo y sin que hubiera existido una campa?a previa para disuadir los acaparamientos- ha sido el colapso ante las estaciones de servicio en el fin de semana. Las escenas de acaparamiento est¨¢n m¨¢s cercanas a la posguerra que a un pa¨ªs que acaba de entrar en la Comunidad Europea: automovilistas con latas o bidones que guardaban colas de m¨¢s de un kil¨®metro y que, en m¨¢s de un caso, han producido alteraciones de orden p¨²blico.
El funcionamiento de un pa¨ªs se revela, sobre todo, en el funcionamiento de sus servicios fundamentales. Y en el campo del transporte este funcionamiento est¨¢ fallando lamentablemente y de manera persistente. La ¨²ltima prueba es la que acabamos de vivir. La falta de flexibilidad en el di¨¢logo en sectores claves para la vida cotidiana eleva innecesariamente la crispaci¨®n de los ciudadanos, con independencia que los motivos para convocar una huelga de estas caracter¨ªsticas puedan ser o no razonables.
Pero lo m¨¢s llamativo de este conflicto anunciado, de esta crispaci¨®n innecesaria para los ciudadanos, cuyos autom¨®viles dependen del suministro de las gasolineras p¨²blicas, lo constituye la falta de sensibilidad demostrada por los responsables p¨²blicos ante un conflicto que afecta al com¨²n de los contribuyentes. La informaci¨®n preventiva y las medidas alternativas de transporte han brillado por su ausencia. La gasolina, como decimos, ha sido la emoci¨®n de este fin de semana.
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