Sobre el trabajo y la 'modernidad'
Los cambios tecnol¨®gicos en la actual fase del capitalismo monopolista han tenido y tienen serias y graves consecuencias, tanto sobre la naturaleza del trabajo que se realiza como sobre la composici¨®n de la clase obrera y la profundizaci¨®n de sus diferencias. Durante un largo per¨ªodo, los publicistas del sistema han atiborrado la cabeza de los ciudadanos, seg¨²n el autor de este art¨ªculo, con mitos como la creciente calificaci¨®n de los trabajadores, sobre la humanizaci¨®n de los m¨¦todos y sistemas de trabajo, sobre la creaci¨®n de riqueza para toda la sociedad que genera el capitalismo -que califican de democr¨¢tico, de libre mercado-, obviando las bases en que ¨¦ste se gest¨® y sobre las cu¨¢les sigue actuando.
Frente a toda la hojarasca ideol¨®gica, la realidad de los hechos ha continuado confirmando el n¨²cleo central de aquellas viejas, y a veces tan nuevas, teor¨ªas de Marx y del marxismo creador, seg¨²n las cuales, conforme el capitalismo va acumulando m¨¢s riqueza en un polo, las miserias y carencias se acent¨²an en el otro, rompiendo, en la pr¨¢ctica cotidiana, la falacia de la ciencia social burguesa sobre la riqueza, el bienestar y la superior calificaci¨®n profesional y humana de toda la sociedad a trav¨¦s del desarrollo del capitalismo.Las realidades actuales desmienten con rotundidad estas afirmaciones, tanto en el centro del poder capitalista -Estados Unidos tiene un ¨ªndice de pobres que llega al 20%- como en las propias periferias -Espa?a tiene ocho millones de pobres de solemnidad-, para no hablar del Tercer Mundo, con unos ¨ªndices de miseria, analfabetismo, enfermedad, que son una verdadera verg¨¹enza para toda la humanidad.
Especialmente para los culpables de que, en un mundo en el que las ciencias y las t¨¦cnicas podr¨ªan haber enterrado las lacras sociales, ¨¦stas contin¨²en manteni¨¦ndose con contumacia por la pol¨ªtica ego¨ªsta y de rapi?a que practica este viejo sistema que Felipe Gonz¨¢lez calific¨® un d¨ªa como "el menos malo de los sistemas pol¨ªticos".
Un sistema que utiliza t¨¦cnicamente el desempleo como v¨¢lvula de escape de la presi¨®n social y que en la actual etapa de reestructuraci¨®n capitalista desarrolla hasta l¨ªmites insospechables el trabajo negro, precario y marginal, dividiendo a los trabajadores entre los que tienen empleo estable, precario y parados. El mercado de trabajo sufre, de esta manera, un proceso constante de degradaci¨®n, no de modernizaci¨®n, como les gusta decir a nuestros conspicuos testaferros.
Esta mutaci¨®n o degradaci¨®n est¨¢ marcada ¨²nica y exclusivamente por los movimientos de capital y de tecnolog¨ªa controlados por los estados mayores del capitalismo, especialmente por el norteamericano, y no por necesidades de una producci¨®n socialmente ¨²til, equilibrada y susceptible de dar soluci¨®n al conjunto de problemas econ¨®micos, sociales y culturales de la humanidad.
Condiciones indignas
Detr¨¢s de las fr¨ªas estad¨ªsticas, cada vez hay m¨¢s trabajadores que venden su fuerza de trabajo en condiciones de indignidad profesional y humana. Los despachos de colocaci¨®n de las empresas se parecen cada vez m¨¢s al mercado de las plazas, donde se compraba el m¨²sculo y la docilidad para tener acceso a un bocado de pan. Hay gente que gasta 12 y m¨¢s horas de su tiempo diario entre el trabajo y el desplazamiento de su casa al trabajo por menos salario que unos a?os antes, sin seguridad social, sin ning¨²n derecho. Esto, que antes era una migraci¨®n temporal en determinados trabajos, se convierte ahora en una migraci¨®n diaria y masiva.
Esta prostituci¨®n del mercado de trabajo, que se salta a la torera las m¨¢s elementales leyes laborales, est¨¢ fundamentada sobre las necesidades m¨¢s perentorias de la gente y tiende a consolidarse cada vez m¨¢s, especialmente en las grandes ciudades y n¨²cleos industriales rurales, debilitando la fuerza social y sindical y desarticulando progresivamente las condiciones objetivas para la solidaridad de clase.
De hecho, el desarrollo de mucha de la legislaci¨®n laboral tiende ¨²nicamente, cuando tiende, a reconocer un estatus m¨ªnimo que permita conservar a los trabajadores como fuerza de trabajo en m¨ªnimas condiciones de disponibilidad, sea en el paro o en el trabajo precario.
Extensi¨®n de la pobreza
El Gobierno y el Partido Socialista Obrero Espa?ol, abanderado este ¨²ltimo en el pasado de la lucha social, al menos en la paciencia estoica de los papeles que lo aguantan todo, oculta, en la actualidad, bajo las estad¨ªsticas edulcoradas, y la racionalizaci¨®n y modernizaci¨®n de las cifras de paro, la gravedad del hecho de la extensi¨®n de la pobreza a trav¨¦s de la geograf¨ªa de rostros humanos que no debemos efectuar un gran esfuerzo para verlos en nuestras glorietas, metros y calles.
El enriquecimiento total de una ¨ªnfima minoria y el enriquecimiento relativo de una franja minoritaria, pero amplia, se produce por el empobrecimiento relativo de una amplia mayor¨ªa y por el empobrecimiento absoluto de una franja minoritaria en constante crecimiento. ?sta es, en definitiva, la realidad actual.
La pol¨ªtica del Partido Socialista Obrero Espa?ol para hacer frente a esta situaci¨®n est¨¢ sustentada hasta aqu¨ª en el constante sofisma y en la integraci¨®n plena en la irracionalidad del sistema: la manera de garantizar el trabajo es aprobar leyes y hacer pr¨¢cticas cada vez m¨¢s disolventes del mercado laboral, se garantizan mejor las pensiones haciendo una ley que las limite, no buscando los recursos donde est¨¢n, en una concepci¨®n solidaria; se busca la paz arm¨¢ndose hasta los dientes, destinando grandes recursos a material b¨¦lico y no civil. Y as¨ª podr¨ªamos seguir.
Al hacer el balance de las frustraciones y derrotas que ha sufrido el movimiento obrero espa?ol, y tambi¨¦n el internacional, en los ¨²ltimos a?os, cada vez ser¨¢ m¨¢s necesario partir de las realidades y de los ideales que las mueven, para ir recomponiendo la capacidad cr¨ªtica de reflexi¨®n sobre los hechos a la luz de la experiencia hist¨®rica y actual y huir de los posibilismos est¨¦riles de unas posiciones que, de tan responsables, cayeron en la traici¨®n y el olvido. S¨®lo as¨ª conseguiremos gradualmente ir cuajando la fuerza social capaz de marcar otro signo en la historia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.