?Qu¨¦ se hace con el miedo?
En este bajo mundo, en el que uno ha de tratarse en igualdad de condiciones con todo g¨¦nero de bichos, no hay valientes y cobardes. No existe m¨¢scara ni mentira que obligue a aceptar esa divisi¨®n. Todos somos cobardes y todos conocemos la experiencia agotadora del miedo. Y si algo nos diferencia es la forma en que vivimos con ¨¦l.Pero no es verdad que por ser naturalmente cobardes tengamos que pasar por esta vida arrastrando la impedimenta del miedo. El miedo es una materia prima con la que se fabrican los productos m¨¢s diversos. Estamos hechos de eso, como podr¨ªamos estar hechos de barro o de polvo estelar. No queda m¨¢s remedio que contar con ello como se cuenta en el juego con los naipes que hay en la baraja.
Me permito insistir en que la caracter¨ªstica m¨¢s acusada de ese elemento casi org¨¢nico de la vida es su plasticidad y su manipulabilidad. La naturaleza no es otra cosa que el nombre que se da a todo lo que es susceptible de ponerse a prueba. Si el miedo forma parte de nuestra naturaleza es s¨®lo porque tiene una capacidad intensa de adoptar formas. Incluso las del hero¨ªsmo, el sacrificio o la acci¨®n. Puede hacerse con ¨¦l lo que se quiera, incluso almacenarlo y distribuirlo en ¨¦pocas de escasez y de optimismo. Es posible que la madurez personal coincida con el momento de ¨®ptima utilizaci¨®n de ese pavor sustancial, que todo progreso se haga a su costa y que ese acertijo que denominamos vida no sea sino encaramarse a la cresta del miedo y mirar por encima.
Con menos met¨¢fora de lo que desear¨ªa, los padecimientos individuales pueden trasladarse a los del cuerpo pol¨ªtico, y nadie, excepto los p¨¦rfidos, se atreven a hablar de madurez en un pueblo que ha sido desarmado por la mirada p¨¦trea del p¨¢nico. Lo que impuls¨® a una mayor¨ªa a votar afirmativamente en la ¨²ltima consulta, por poner un ejemplo que no es cualquiera, no fueron los argumentos diezmados y contradictorios que se le ofrec¨ªan, ni las promesas temblorosas y aturdidas de un futuro del que nada se sabe, ni el caramelo que bajo la sotana se mostr¨® a los complacientes. Fue la falta de argumentos, la oscuridad de las expectativas y lo vertiginoso del vac¨ªo que se anunciaba lo que le hizo pronunciarse de esa manera. Fue el miedo. En mitad del estruendo, lo que qued¨® fue un silencio decisivo, una sensaci¨®n f¨ªsica de no hacer pie y de no poder elegir direcci¨®n.
Lo m¨¢s t¨¦trico es que este pa¨ªs habr¨ªa dado su voto al Gobierno sin necesidad de sermones ni de amenazas. Sin necesidad siquiera de ped¨ªrselo. Habr¨ªa votado s¨ª, en medio de ese silencio atronador, simplemente por que no hubiera sabido qu¨¦ hacer con su miedo. Un pa¨ªs s¨®lo reacciona a los dictados del temor cuando vive en ¨¦l y cuando no conoce otra cosa. Ni los seres humanos ni las formas pol¨ªticas salen fortalecidos de una experiencia como ¨¦sa. Por el contrario, se consumen en ella de una forma tan callada como efectiva.
El miedo destruye esa dimensi¨®n imaginaria de la existencia sin cuyo concurso lo inmediato se convierte en una carga dif¨ªcil de soportar. Esa destrucci¨®n se lleva a cabo mediante el convencimiento de que la realidad est¨¢ hecha de una materia ingobernable y dura y de que ninguna decisi¨®n o acto puede moldearla. Nuestra misi¨®n es cazar ratones e integrarnos en un bloque militar, por la sencilla raz¨®n de que los ratones se cazan y los bloques militares son como el v¨¦rtice ele¨¢tico, una fijeza alrededor de la cual el universo est¨¢ obligado a girar.
El pragmatismo pol¨ªtico es una excelencia del miedo. Se apoya y se amortigua en ¨¦l a la vez que lo estimula mediante esa misi¨®n del mundo basada en la inmovilidad, en el peligro continuo, en la falta de proyecto. Toda decisi¨®n es un producto de la fatalidad. No podemos inventar ni experimentar, ni podemos fracasar en m¨¢s decisiones que las conocidas. Nos a?adimos sencillamente a lo que ya existe, la CEE, la OTAN o lo que aparezca a continuaci¨®n, como esos perros a los que encierran en un vag¨®n durante todo el trayecto. Nos queda el consuelo del tirarnos en marcha a condici¨®n de que antes hayamos roto la jaula.
El pragmatismo y el miedo justifican, adem¨¢s, cualquier forma de poder, porque viven en un mundo de papeles intercambiables y en el que ha desaparecido la posibilidad de darle otra forma. que la que ya tiene. Justifican todo el pasado y justifican todo lo que venga. Si toda f¨ªsica para que sea comprensible tiene que ir acompa?ada de una metaf¨ªsica, toda acci¨®n pol¨ªtica tiene que ir acompa?ada de un proyecto propio. Y el pragmatismo y el miedo mueren en s¨ª mismos.
Lo que de ello se derive para el sistema pol¨ªtico que vivimos es responsabilidad de los que no han sabido qu¨¦ hacer con su miedo y de los que se han aprovechado de, ello por incapacidad para servirse de otros recursos m¨¢s leg¨ªtimos y acaso m¨¢s estimulantes. Cuando no se sabe qu¨¦ hacer, lo mejor ser¨ªa no hacer nada, y si se tiene miedo, se escupe y en paz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.