La marquesa que quiso volver
?Buena la ha armado la marquesa! Subastada en Londres, nos ha costado lo que hacer un hospital. Y a¨²n puede que nos quedemos cortos. Raro destino el suyo a merced de subastas inglesas, proyecto de regalo de un general que no amaba la pintura a otro dictador que gozaba m¨¢s con los aires de la guerra. Maestro y disc¨ªpulo, a pesar de sus caracteres encontrados, se entend¨ªan bien en prenda de amistad. Hitler estuvo a punto de recibir, de manos de Franco, el cuadro. Sin embargo, diversos avatares hicieron que la pintura no saliera del pa¨ªs, quedando en manos espa?olas sin pasar por el Museo del Prado.Propiedad de Mercedes Fern¨¢ndez Vald¨¦s, a su muerte comenz¨® a peregrinar, de Zurich a California, con documentaci¨®n tari falsa como la de un agente internacional.
?Pobre marquesa, con su lira en la mano, su elegancia y sus pechos apenas nacidos! ?Qui¨¦n le iba a decir que esos brazos elegantes, en vez de abrazar tiernos amantes, se ofrecer¨ªan al mejor postor? Hermosos 20 a?os los de esta Joaqu¨ªna T¨¦llez de Gir¨®n, hija de ilustres condes, de aspecto melanc¨®lico en su retrato rococ¨®. Rival de las famosas en la vida y en el arte, su importancia fue creciendo, a?o tras a?o, m¨¢s all¨¢ de lo que ella misma podr¨ªa suponer.
El mismo Goya, preocupado con nuestra Guerra de la Independencia, que ya llamaba a nuestra puerta, tampoco la supo ver. Pendiente de los males que ya se avecinaban, pinta entonces a esta muchacha con galas de mujer. Lo que hizo el pintor por Espa?a pintado qued¨®, incluida la marquesa que sin ser la duquesa Solana permaneci¨® durante mucho tiempo oscurecida por el fulgor esplendoroso de las majas. Ha sido precisa la escandalosa publicidad de una subasta para sacarla del fr¨ªo anonimato al que suelen condenar los entendidos. Desde entonces, ?cu¨¢nto ir y venir!, ?qu¨¦ pujas por quedarse con ella! De haberlas conocido, la marquesa se hubiera sentido orgullosa, si es que no lo fue en vida, algo que no sabemos. Quiz¨¢ acept¨® todos aquellos trances con la actitud un tanto esc¨¦ptica que su retrato revela. Como el famoso Guernica del amigo Picasso, es dif¨ªcil saber qu¨¦ hay en el cuadro de reclamo y cu¨¢nto de la mejor pintura que el gran sordo cre¨®.
El ideal femenino de Goya est¨¢ representado por la mujer menuda, estrecha de cintura, piernas finas y seno abundante, No hay en sus cuadros el exceso de carne de los lienzos de Rubens. Sus gustos, en lo que se refiere a la mujer, son exquisitos, tal como suele suceder a veces en la gente de campo. Sus mujeres son opuestas a las de un Leonardo, que todas se parecen.
La musa de Goya -ha apuntado Lafuente Ferrari- es la diversidad. Mujeres de a pie y aristocracia, de diversa clase social; en donde todo cabe, del amor casto al erotismo refinado. ?De qu¨¦ lado estar¨ªa la marquesa? Tal vez del segundo. As¨ª parecen indicarlo su delgado talle, su vestido, esas telas, esos detalles que nunca faltan en los cuadros de Goya.
Por lo dem¨¢s, ?qu¨¦ m¨¢s da? Altiva o coqueta, salida de la oscuridad, debi¨® de hacer so?ar al artista con su belleza y los buenos dineros que le hizo ganar. Var¨®n apasionado -affiade Lafuente-, ¨¦l sabe percibir en sus modelos un sutil perfume que da atractivo a toda mujer que pinta; es el eterno femenino que tiene en sus retratos homenajes a la variedad inagotable y seductora de la mujer de hueso y carne como esta marquesa de Santa Cruz, de nuevo en pie, tras el silencio de los siglos.
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