La nueva frontera
Ra¨²l Alfons¨ªn ha anunciado el traslado de la capital argentina 800 kil¨®metros, medidos a vuelo de p¨¢jaro al Sur de Buenos Aires. Es natural que esta medida, reminiscente de la decisi¨®n brasile?a de fundar Brasilia, haya atrapado la atenci¨®n nacional e internacional, a expensas de las partes m¨¢s excitantes, apenas esbozadas, del segundo proyecto osado de su presidencia.El primero, casi no hace falta decirlo, fue el Plan Austral, un programa que nadie habr¨ªa imaginado capaz de suscitar el apoyo popular. En momentos en que esta primera iniciativa comienza a despertar inquietudes, a causa de dificultades previstas y anunciadas, Alfons¨ªn da un nuevo salto en el vac¨ªo. Generaci¨®n tras generaci¨®n de argentinos han coincidido en se?alar que la excesiva concentraci¨®n en Buenos Aires de la poblaci¨®n y de la toma de decisiones pol¨ªticas y econ¨®micas actuaba como uno de los principales lastres del pa¨ªs. Alfons¨ªn no fue el primero en proclamar la necesidad de trasladar la capital a otro sitio. S¨ª, en cambio, ha sido el primero en proclamar que la decisi¨®n pol¨ªtica al respecto est¨¢ tomada.
El proyecto tiene tres caracter¨ªsticas que lo hacen muy especial. El primero es que va aliado a un proyecto de reforma institucional, en s¨ª tampoco nuevo, dise?ado para quitarle su hist¨®rica vulnerabilidad al sistema presidencialista argentino. El segundo es que fue elaborado, no por los planificadores econ¨®micos de su Gobierno, sino por los representantes del ala joven del elenco pol¨ªtico. Y el tercero es que el sitio elegido para ubicar la nueva capital, en el umbral de la Patagonia, obedece a un diagn¨®stico pol¨ªtico-econ¨®mico fundamental.
La premisa que orient¨® a los autores del proyecto es que se han agotado las posibilidades de desarrollo incremental en la Argentina. En otras palabras, que no puede plantearse futuro alguno sobre la base de ir a?adiendo, paulatina o velozmente, a lo ya existente. Lo que hace falta dicen- es un -punto de ruptura; una acci¨®n que cree las condiciones para empezar de nuevo.
En esta concepci¨®n juega un papel importante la selecci¨®n de una localidad patag¨®nica. Aun que les costar¨¢ mucho a los argentinos acostumbrarse a la idea, Viedma-Carmen de Patagones -la sede elegida- est¨¢ virtualmente en el centro geogr¨¢fico del pa¨ªs (al porte?o siempre le result¨® extra?o que los patag¨®nicos se refirieran a su ciudad como "el Norte").
Los ping¨¹inos
La Patagonia alberga a apenas uno de los 28 millones de habitantes de la Argentina. En la mayor parte de su territorio, la densidad de poblaci¨®n es inferior a una persona por kil¨®metro cuadrado; esto, en un ¨¢rea equivalente a m¨¢s de una cuarta parte del territorio nacional.
En su mayor parte, tambi¨¦n es meseta ¨¢rida, circunscrita por el largo e inexplotado litoral atl¨¢ntico al Oeste, desarrollada tan solamente en su extremo norte. Para la mayor¨ªa de los argentinos es el Sur, des¨¦rtico, ventoso y congelado; asociado en la imaginer¨ªa popular al ping¨¹ino.
Pero la sede de la nueva capital est¨¢ m¨¢s cerca del Ecuador que Cannes, y en su territorio no est¨¢n s¨®lo los grandes yacimientos de gas natural que alimentan a Buenos Aires, sino las principales explotaciones hidroel¨¦ctricas del pa¨ªs, am¨¦n del a¨²n irrealizado potencial de riego, de dos terceras partes de las reservas de algas industrializables conocidas en el mundo y del potencial ictiol¨®gico ya explotado por todas las potencias pesqueras del globo (entre las cuales, ir¨®nicamente, no figura la Argentina).
Los autores del proyecto de Alfons¨ªn piensan que en esta enorme regi¨®n vac¨ªa se presentan las mejores oportunidades para lanzar un tipo de desarrollo nuevo, libre de las acrescencias acumuladas en Buenos Aires por casi cuatro decenios de intentos industrializadores. All¨ª -suponen- podr¨ªan instalarse peque?os y manejables asentamientos urbanos basados en la incorporaci¨®n de las tecnolog¨ªas m¨¢s modernas. All¨ª podr¨ªa convertirse en realidad la aspiraci¨®n a una Argentina cibern¨¦tica y biotecnol¨®gica, que se ha convertido en una especie de obsesi¨®n general desde el lanzamiento de Argentina siglo 21, el libro-desaf¨ªo de Rodolfo Terragno, hacia finales de 1985.
Alfons¨ªn, para completar el cat¨¢logo, tampoco es el primer presidente argentino que lanza una iniciativa de desarrollo patag¨®nico. Lo intent¨® a finales de la d¨¦cada de los sesenta el Gobierno militar del general Juan Carlos Ongan¨ªa, cuando lanz¨® la consigna Patagonia, prioridad uno. Este emprendimiento atrajo a los Gobiernos provinciales patag¨®nicos a docenas de j¨®venes y entusiastas tecn¨®cratas, que estudiaron, y ensayaron multitud de proyectos, en muchos casos adelant¨¢ndose a lo que se intentar¨ªa luego en la metr¨®polis bonaerense.
El sue?o de Ongan¨ªa se frustr¨® casi al momento de iniciarse: su gabinete econ¨®mico, ateni¨¦ndose a criterios ortodoxos de manejo presupuestario, no le libr¨® los recursos necesarios. Ir¨®nicamente, este intento fallido seguramente ser¨¢ la fuente de la mayor¨ªa de los proyectos sobre los cuales deber¨¢ construir Alfons¨ªn su propia nueva rep¨²blica (quienes los crearon est¨¢n muertos, expatriados o vencidos en su mayor¨ªa).
Entre las ideas ensayadas o esbozadas en aquella ¨¦poca est¨¢n:
- Los parques industriales especializados.
- Los tecnocentros, dise?ados para involucrar a las universidades en el desarrollo de tecnolog¨ªas adecuadas.
- La vinculaci¨®n de nuevos polos de desarrollo a mercados externos dando vuelta una estructura aduanera que convierte a la Argentina en un pa¨ªs con pocas puertas al exterior.
- La integraci¨®n econ¨®mica del sur argentino con el sur chileno, aprovechando el hecho de que, ya a la altura de la sede elegida para la nueva capital, los valles andinos se convierten en transversales, transform¨¢ndose en nexo en lugar de obst¨¢culo.
Esta ¨²ltima iniciativa, brevemente inaugurada entre Chubut y Ays¨¦n a comienzos de los a?os setenta, empalma directamente con otro proyecto que Alfons¨ªn no incluy¨® expl¨ªcitamente en su anuncio, pero que viene albergando privadamente: la integraci¨®n de las econom¨ªas del Cono Sur de Latinoam¨¦rica.
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