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Sentado en una terraza del Mediterr¨¢neo, frente a una ensalada de lechuga y tomate, leo en el peri¨®dico que la ponzo?a nuclear de Chernobil acaba de llegar a Valencia, aunque ahora mismo una brisa delicadamente ¨¢spera va dejando un aroma de resina y la luz del mediod¨ªa tiene aqu¨ª una pureza casi cerebral. No obstante, gracias a los rusos, en este momento feliz me ve o en la obligaci¨®n de blasfemar, si bien a mi alrededor suenan los p¨¢jaros alabando a Dios. Por lo visto, los rusos construyen las centrales at¨®micas con martillo y serrucho. Cerca de Kiev se les ha roto una de esas ollas, de modo que aquellos camaradas han contribuido amablemente a que este mundo se convierta en una pocilga radiactiva, donde el aire puro es ya un recuerdo de la infancia. Yo no pido gran cosa. S¨®lo deseo tomarme esta inocente ensalada en paz, ver c¨®mo resbala un hilo de aceite lleno de sol en el coraz¨®n de la lechuga, extasiarme en un sill¨®n blanco de mimbre contemplando las palmeras que cabecean contra la raya azul de la mar, seguir por el interior de la claridad cegadora el vuelo de los dorados abejones, oler la hierba mojada despu¨¦s de una lluvia de primavera, sentir una buena tela de lino sobre la piel, llenarme los ojos de ¨¢rboles hasta, que la mirada se me ponga verde de ver agua clara, realizar una comuni¨®n con los animales y amar sin peligro ni culpa. Hacer todo eso sin que te acribillen con unos ¨¢tomos por la espalda. Siendo esto tan barato, no me: explico por qu¨¦ resulta tan dif¨ªcil.Estoy en la orilla del Mediterr¨¢neo y tengo en la vertical del cr¨¢neo una luz l¨¢ctea que: se derrama sobre la ensalada. El instante parece perfecto. Los frutos est¨¢n rodeados de un humo dormido. La tierra exhala un vapor vegetal, pero yo s¨¦ que esta dicha est¨¢tica tiene un veneno inoculado. La radiactividad es un acto de fe, y a¨²n m¨¢s si viene de Rusia. Cae suavemente en el plato. Se extiende sobre la lechuga y de ah¨ª pasa al alma. Impregna los sentidos. As¨ª, poco a poco, invade el cuerpo, se apodera del aire hasta que uno ve todo el mundo, incluy¨¦ndose a s¨ª mismo, como una manzana podrida. El pecado ha sido sustituido por esta putrefacci¨®n at¨®mica.
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