La hora de la diplomacia sosegada
El secretario de Estado, George Shultz, acertaba de lleno al se?alar el mes pasado que no se iba a ninguna parte en las negociaciones sobre control de armamentos mientras Mosc¨² y Washington no se pusieran de acuerdo para dejar de desarrollar en p¨²blico su diplomacia. Mi propia experiencia de 10 a?os de negociaci¨®n con la Uni¨®n Sovi¨¦tica me hace estar convencido de que no pueden alcanzarse acuerdos satisfactorios mientras las propuestas y contrapropuestas se presenten p¨²blicamente. Hace tiempo que lleg¨® la hora de una vuelta a la negociaci¨®n sosegada.Las relaciones entre las superpotencias han venido cobrando un car¨¢cter cada vez m¨¢s p¨²blico en los ¨²ltimos meses. El 15 de enero, la URSS anunciaba por prensa y televisi¨®n un plan para la elimina ci¨®n total de las armas nucleares para el a?o 2000. Dicho anuncio se hac¨ªa tan s¨®lo unas horas despu¨¦s de que el plan, se hubiera dado a conocer al se?or Shultz en Washington. En Ginebra, donde las negociaciones acababan de ponerse en marcha, el jefe de la delegaci¨®n sovi¨¦tica no supo nada del plan hasta el d¨ªa siguiente.
Diez semanas m¨¢s tarde, el 29 de marzo, los sovi¨¦ticos prescindieron incluso de toda apariencia de di¨¢logo diplom¨¢tico desarrollado en privado. Aquel d¨ªa Mijail Gorbachov utiliz¨® la televisi¨®n v¨ªa sat¨¦lite para invitar al presidente Reagan a una cumbre monogr¨¢fica sobre la cuesti¨®n de las pruebas nucleares.
?Qu¨¦ tiene de malo una diplomacia desarrollada en tal medida a la luz p¨²blica? Cuando un Esta do soberano hace una propuesta a otro, dicha oferta debe evaluarse a tenor de sus aut¨¦nticas virtudes. En vez de ello, hoy, lo que tendrian que ser propuestas diplom¨¢ticas sensatas se convierten inmediata ment¨® en alimento para la Prensa, mucho antes de que los que han de decidir y negociar puedan analizarlas.
A consecuencia de ello, las propuestas no son objeto del examen detenido y desapasionado que exigen.
El impacto p¨²blico
Y eso es exactamente lo que est¨¢ sucediendo. Las propuestas sovi¨¦ticas -y esto es tanto m¨¢s cierto en lo que afecta a las negociaciones de Ginebra- se presentan ante todo por el impacto p¨²blico que puedan obtener y no como posiciones serias ante la negociaci¨®n, lo que constituye una pr¨¢ctica que no puede ser m¨¢s que contraproducente.
Desde el punto de vista de los negociadores, resultar¨ªa perfecto que todo el proceso que conduce al logro de un acuerdo quedara en sus manos. En una sociedad pluralista como es la de Estados Unidos, sin embargo, resulta igualmente importante que los ciudadanos est¨¦n informados y educados, sobre todo en lo que concierne a cuestiones tan complejas como el control de armamentos. La opini¨®n p¨²blica ha de ganar consciencia de las metas y l¨ªneas generales de nuestras propuestas. Con todo, las posibilidades de llegar a un acuerdo disminuyen considerablemente en cuanto se hacen p¨²blicos prematuramente los detalles de una propuesta, esto es, antes de que ¨¦sta pueda ser objeto de un proceso de transacci¨®n en el marco de una negociaci¨®n seria y confidencial.
Es ya costumbre del se?or Gorbachov el valerse de los recursos de la diplomacia p¨²blica ante.la opini¨®n p¨²blica de Occidente, y en especial con el fin de desacreditar la pol¨ªtica norteamericana en materia de control de armamentos. Si prosigue en esa l¨ªnea, formulando regularmente ofertas que no se traducen en propuestas sustantivas en la mesa de negociaciones, es posible que acabe por erosionar gravemente nuestras l¨ªneas de di¨¢logo bilateral.
Seguramente los dirigentes sovi¨¦ticos est¨¢n subestimando la capacidad cr¨ªtica y de comprensi¨®n de la opini¨®n p¨²blica de los distintos pa¨ªses occidentales sobre importantes cuestiones de seguridad. Eso explicar¨ªa sin duda que el esfuerzo que hizo la URSS en 1982 para hacer descarrilar el despliegue de las fuerzas norteamericanas de alcance medio en Europa hiciera tan poca mella en la opini¨®n europea. Pero podr¨ªa ocurrir que los gobernantes sovi¨¦ticos crean que podr¨¢n abundar en esa l¨ªnea propagand¨ªstica con m¨¢s habilidad en el futuro. La Administraci¨®n norteamericana quiere conriar todo lo posible en que Mosc¨² no haya llegado a esa conclusi¨®n.
Pol¨ªtica de Estado
No es esto un llamamiento al abandono de la diplomacia p¨²blica por parte de uno u otro lado. Ese ¨¢mbito de la diplomacia forma inevitable y leg¨ªtimamente parte de la pol¨ªtica de Estado, y m¨¢s a¨²n en el mundo de las telecomunicaciones modernas. Pero no hay que confundir una diplomacia p¨²blica leg¨ªtima con la n¨¦gociaci¨®n a la luz p¨²blica, porque se trata de dos cosas radicalmente distintas.
En el mejor de los mundos posibles, ambos lados deber¨ªan formular sus nuevas propuestas en privado y con bastante antelaci¨®n a todo examen p¨²blico de las mismas. Ello es esencial en la medida en que queramos salvaguardar la franqueza de nuestro di¨¢logo y la flexibilidad para modificar nuestras posiciones cuando sea necesario, sin aparecer por ello ante la opini¨®n p¨²blica como un Gobierno d¨¦bil o falto de coherencia. La diplomacia p¨²blica ha de desarrollarse tambi¨¦n con mucha sensibilidad para que no acabe por ser negociaci¨®n p¨²blica: los detalles de una negociaci¨®n han de dejarse en las manos de los negociadores. El negociar ante la permanente vista del p¨²blico no puede conducir a resultados satisfactorios.
Ha llegado el momento de volver a la negociaci¨®n seria, pero en Ginebra, y no en las primeras p¨¢ginas de la Prensa. Han de mantenerse las solemnes promesas de reducci¨®n de armamentos hechas en la reuni¨®n cumbre de noviembre. El ¨²nico modo de culminar esa tarea dif¨ªcil es hacerlo con discreci¨®n y seriedad, y ante la mesa de negociaci¨®n.
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