El Real Madrid, campe¨®n de la Liga de baloncesto
Abundan los partidos en los que, dadas dos fuerzas en conflicto, el equilibrio se rompe en un momento preciso. Ayer se produjeron tres situaciones en las que el partido estaba a punto de decidirse de forma irreversible, pero aguant¨® hasta el final. El Barcelona volvi¨® a perder bajo un conglomerado de circunstancias favorables y el Madrid se llev¨® el t¨ªtulo de Liga, el. m¨¢s dif¨ªcil y meritorio que consigue en los tres ¨²ltimos a?os. Un jugador fue decisivo: Fernando Mart¨ªn.
Al primer punto de desequilibrio se lleg¨® muy pronto. Mediada la primera mitad, el Barcelona consegu¨ªa 16 tantos de ventaja (30-14) a base ole una buena selecci¨®n del tiro por parte de Epi (5 de 5) y Sibilio (3 de 5) y de la tardanza que el Madrid necesit¨® para colocar un marcador id¨®neo para Trumbo (6 de 7). Por entonces, el Madrid fracasaba consecutivamente en el ataque, con p¨¦rdidas claras del bal¨®n, y Mart¨ªn daba la sensaci¨®n de encontrarse descontrolado. Sainz lo sent¨® en una reacci¨®n visceral y esper¨® unos minutos para reintegrarlo a la cancha.
Cuando Mart¨ªn comenz¨® a entrar en juego, el Madrid pudo encontrar el camino para asentar su defensa, amparado tambi¨¦n en que el ataque azulgrana se precipit¨® en busca de una diferencia abismal que solucionar, el encuentro. La entrada de Smith fue calamitosa y, poco a poco, la diferencia fue reduci¨¦ndose hasta llegarse al descanso en situaci¨®n de relativa igualdad (41-35).
En la reanudaci¨®n los dos equipos echaron muy pronto. el resto. Era el momento crucial. La defensa madridista se acopl¨® con perfecci¨®n, amparada en un Mart¨ªn descargado de faltas, y con cambios autom¨¢ticos de marcaje y, sobre todo, con escaso desgaste de personales. Epi y Sibilio manten¨ªan un buen porcentaje, pero Trumbo se dilu¨ªa. Entonces, dos triples de Townes e Iturriaga y un remate de Robinson -canasta y personal- pusieron al Madrid ante su primera ventaja (60-6 1, a falta de 11 minutos). Pero el partido no acab¨®.
El dominio madridista encontr¨® una soluci¨®n de urgencia: Mart¨ªn. Jugada tras jugada, el bal¨®n llegaba a ¨¦l y encestaba o provocaba la personal. Sus tiros libres fueron un b¨¢lsamo para el equipo (10 de 12) en un per¨ªodo trascendental y un motivo de desesperaci¨®n para el Barcelona, que no encontraba respuesta para una f¨®rmula de ataque tan aparentemente sencilla. La ventaja se ampli¨® muy lentamente, punto tras punto, pero las personales volv¨ªan a colocar al equipo madridista en situaci¨®n d¨¦ v¨¦rtigo: a seis minutos, ten¨ªa cuatro jugadores a falta de una para ingresar en el banquillo y a dos con tres. El partido tom¨® la direcci¨®n ya conocida de cuenta atr¨¢s. Pero no acab¨® ah¨ª, cuando con 78-88 y 1.15 minutos cab¨ªa especular con un final claro.
El Madrid no o6staculiz¨® los ataques del Barcelona. S¨®lo estaba pendiente del tiempo y, en reacci¨®n espectacular, Soloz¨¢bal acert¨® su primer triple (1 de 4) y Sibilio coloc¨® un emocionante 86-88 a falta de 43 segundos, lo que significaba dos posesiones del bal¨®n te¨®ricas. La pelota no lleg¨® al aro pese a ocho interrupciones y otras tantas personales, que mandaron al banquillo a cuatro jugadores.
El Madrid hab¨ªa encontrado su suerte en el dominio del bal¨®n que Iturriaga y Biriukov ejercieron ante una presi¨®n azulgrana, en todo el campo, que no content¨® a Garc¨ªa Reneses porque sus jugadores adoptaban posiciones defensivas en su propia mitad y dejaban espacio al contrario, que pod¨ªa derrochar tiempo mientras esperaba a Mart¨ªn.
Mart¨ªn no fue s¨®lo el m¨¢ximo anotador. Fue el centro del partido en su momento decisivo. Domin¨® la zona, intimid¨® a los p¨ªvots contrarios, atenaz¨® al Barcelona con sucesivas sanciones por personales y permiti¨® que el Madrid pudiera controlar el partido con un porcentaje anotador inferior, incluso con menos tiros a canasta que el rival. Mart¨ªn salvaguard¨® al Madrid y disminuy¨® su riesgo.
Fue un valor seguro, que super¨® actuaciones tan rigurosas como las de Epi (78% de acierto) y Sibilio (60%). La causa de que su acci¨®n fuera m¨¢s mort¨ªfera radic¨® en que sus canastas, tiro libre tras tiro libre, estaban precedidas de una rotura agresiva de la defensa. Y, adem¨¢s, a reloj parado, obligaba a vivir al rival una situaci¨®n de tortura: ?Qui¨¦n puede defenderse de 12 tiros libres?, ?Qui¨¦n puede hacer algo para que el rival no anote mientras el tiempo no corre y el bal¨®n no est¨¢ en juego?
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