La semana de la 'litrona' y el 'bocata'
El 'miniagosto' de estudiantes y j¨®venes en paro
Por entre el griter¨ªo, la m¨²sica y el polvo sanisidril surge el incon fundible olor a, fritanga de los enormes tenderetes provisionales anuales y se instala por el auditorio de la Casa de Campo o Las Vistillas. Es la institucionalizaci¨®n anual del bocata, que pasa, antes de llegar a los recintos festivos, papeles y permisos. Desde hace unos a?os, sin erribargo, los protagonistas de la fiesta nocturna de San Isidro son otros. La litrona, el litro de cerveza transportable, y el bocata del pa¨ªs, es decir, de queso, chorizo, salchich¨®n o jam¨®n, se llevan de calle a los est¨®magos de la movida.
Los interinediarios entre los participantes; festivos y estos manjares populares son j¨®venes colegas; de baxrio, grupos de avispados universitarios o amiguetes con paro y sin pelas que han decidido hacer su miniagosto en esta semana castiza de mayo.Situado a la entrada de la Casa de Campo, camino del nuevo auditorio, Nacho Brito, madrile?o de 20 a?os, se ha apuntado esta semana al san Isidro para sacar unas pelas vendiendo litronas en el intermedio festivo de sus estudios de derecho. "El a?o pasado tambi¨¦n nos pusimos a vender litros de cerveza en el barrio del Pilar, en las fiestasde octubre; pero aqu¨ª es mucho mejor, hay cantidad de gente, te quitan las botellas de las manos", Otros tres amigos, dos estudiantes y uno con trabajo, participan en el ef¨ªmero negocio.
La semana ha comenzado y acabar¨¢ para ellos de la siguiente manera: por la ma?ana, colecta monetaria y desplazamiento, en veh¨ªculo particular, a la f¨¢brica de una popular marca de cervezas; all¨ª compranel hielo, enfr¨ªan las, botellas y por la tarde, en un par de horas, se quedan sin nada. "Mira: ayer vendimos toda la mercanc¨ªa, unos 140 litros, en una hora. Lo que pasa es que vendemos en peque?a escala, por eso es m¨¢s f¨¢cil y m¨¢s r¨¢pido. Por la tarde la gente las escoge fr¨ªas, luego les da igual".
Un par de kil¨®metros m¨¢s arriba, cerca del auditorio, grupos de min¨²sculos tenderetes de bocatas y cervezas permanecen impasibles ante el rosario m¨®vil de peregrinos en busca de m¨²sica y l¨ªderes.
Al pie de uno de estos escapa rates del preciado y popular l¨ªquido rubio, un grupo de colegas escota para comprar un par de litronas. De cinco en cinco duros, y el que m¨¢s 10, van reuniendo las 400 pesetas.
"Despu¨¦s del chotis, colega, lo m¨¢s castizo es la litrona", afirma el Turi, madrile?o, a punto de cumplir dos decenios sin moverse del barrio de Canillas. "A m¨ª ni se me ocurre comprar en otro sitio; a ver d¨®nde encuentras un litrito guapo y barato para beber con los amigos escuchando m¨²sica guay al aire libre, ?eh?".
Rosa, estudiante de econ¨®micas, de 19 a?os, resume as¨ª sus cuatro d¨ªas al frente del negocio: "Aqu¨ª viene todo tipo de p¨²blico, aunque los que m¨¢s compran cerveza por litros son las pandillas de amiguetes, de barrio, pero tambi¨¦n los posmodernos, los punkies, los ni?os bien, los rockeros; la verdad es que hasta los m¨¢s pijos pasan de sentarse en un tenderete y se llevan la bebida".
La venta en dos horas
Otros tres amigos participan con Rosa en la venta. "Se vende un mont¨®n, pero s¨®lo estamos unas horas, lo justo para vender los 200 bocadillos y las 100 botellas. Ayer, en un par de horas lo ventilamos todo. Si todo sigue as¨ª, cuando terminen las fiestas habremos sacado unas 10.000 para cada uno, a lo mejor 15.000, ya veremos al final".
La Polic¨ªa Municipal vigila con condescendencia a estos nuevos negociantes de la zona, y no pone muchos problemas. "Bueno, vienen al menos una vez al d¨ªa y te dicen que aqu¨ª no puedes vender y eso. Te dicen que te vayas, porque si no, cuando regresen, te echar¨¢n; pero luego, por regla general, no vienen m¨¢s", afirma Juani, estudiante de esteticista de 22 a?os. "No s¨¦ si es que estamos teniendo mucha suerte o es que les sucede a todos, pero terminamos con todos los bocatas en unas horas tan s¨®lo", tercia una de sus compafieras, Amparo, de 20 a?os, estudiante de primero de farmacia.
A unos metros, Santiago y Julio, de 21 y 26 a?os, juntan, a la velocidad del rayo, pan y jam¨®n, pan y chorizo o pan y queso, seg¨²n las necesidades del personal que se para ante el tenderete. A los pies de Julio se amontonan decenas de botellas de cerveza, al lado tambi¨¦n de la entrada al auditorio. "Esto es el colmo de la guarrer¨ªa, no entiendo c¨®mo la polic¨ªa deja que se sigan vendiendo botellas a pesar de estar prohibidas", despotrica, enfadado; "adem¨¢s, estos ni?atos que venden en estos d¨ªas me sacan de quicio; ellos no necesitan pelas para comer y encima, como venden muy poco, las,que sacan son para gast¨¢rselas en vino. Yo, desde luego, con ese asco de pelas no har¨ªa otra cosa".
Julio presume de llevar m¨¢s a?os que nadie en esto de la venta de bocatas, al menos cinco, y de "hab¨¦rselo currado a fondo". "Hombre, me han pegado una buena paliza un mont¨®n de polis s¨®lo por vender bocatas, me han quitado en ocasiones la mercanc¨ªa y me he ganado m¨¢s de un disgusto; as¨ª que creo que me lo curro a base de bien". Su compa?ero acompa?a con sonrisas las palabras de cabreo de su colega.
En la puerta que lleva hacia el auditorio se amontonan los gruipos apurando deprisa los cascos, ante la prohibici¨®n de entrar con vidrio; pero muchos logran colax entre la ropa alguna botella.
La litrona se bebe antes, durarite y despu¨¦s del recital; pero el bocata tiene su hora punta, sobre las once de la noche. La gusa, el hambre, empieza a apretar y, los humos de las parrillas de los tenderetes oficiales no ayudan enga?ar a los sentidos.
No hay nada que hacer. El preciso volver a buscar en el bolsillo, y ahora, tras los sucesivos esquilmes de la noche, un poco m¨¢s al fondo.
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