El caballo recul¨®n
EL plan de ahorro de la empresa de Madrid incluye a la, cuadra de picar, que debe ser de saldo, pues no la hay peor. Unos por percherones, otros por resabiados, otros por subnormales, todos, por drogadictos, los caballos que se utilizan en Las Ventas para el primer tercio son la flor y nata de la borriquer¨ªa nacional. A varios de ellos les dio ayer por recular, y el que sacaron para triturar al sexto toro, fue el m¨¢s recul¨®n de todos. En cuanto ve¨ªan al toro, retroced¨ªan hasta estrujar el rabo contra las tablas.La novedad era ayer que, precisamente, ve¨ªan los caballos. Hasta ahora sal¨ªan con el trapo liado a los ojos; una antirreglamentaria forma de llevarlos al huerto. Ayer, en cambio, se les dej¨® libre un ojo, y fue una revelaci¨®n para ellos conocer el huerto donde les han estado zurrando la badana durante a?os, sin saber qui¨¦n, c¨®mo, ni por qu¨¦. Los aborricados caballos estaban extra?ad¨ªsimos de que los domingos por la tarde, y en mayo todos los d¨ªas, el amo Pimpi les obsequiara chocolate, les tapara los ojos, luego sonaran trompetas, un t¨ªo se les montara encima y les hiciera arrear hacia un ignoto enclave donde vociferante gent¨ªo gritaba "?a picar, a picar!", y all¨ª les molieran las costillas a trompicones.
Guadamilla / Sese?a, / Lara, Chicuelo de Albacete
Cinco novillos de La Guadamilla, muy justos de presencia, mansurrones; cuarto de La Ermita, grande y manso. Jos¨¦ Luis Sese?a: dos pinchazos y media ladeada (palmas); bajonazo descarado y tres descabellos (divisi¨®n). Pedro Lara: pinchazo, estocada tendida, rueda de peones y dos descabellos (silencio); estocada ladeada (silencio). Chicuelo de Albacete: estocada (silencio); pinchazo y bajonazo (silencio).Plaza de Las Ventas, 16 de mayo. S¨¦ptima corrida de feria.
Al fin, ayer, pudieron saber que el t¨ªo que les monta va vestido de buzo, el ignoto enclave es redondo, el gent¨ªo adem¨¢s de gritar amenaza con el pu?o y agita pa?uelos verdes, y quien les muele las costillas tiene cuernos. Consternados estaban los caballos, y era un dolor oirles relinchar sus cuitas, de regreso en la cuadra. "?Y yo que me cre¨ªa que nos llevaban a la Casa de Campo a que nos diera el sol?", relinchaba uno. Y otro: "Pues yo pensaba que los empujories eran para que se me soltara el vientre y me abriera el apetito". "No meas", farfullaba un abatido percher¨®n al que le faltaba la mitad de la dentadura, "el morrazo que me ha megao en to la moca el de los muernos".
Los picadores no pod¨ªan convencer a los horrorizados caballos de que se acercaran al de los cuernos, ni pic¨¢ndoles espuelas, ni atiz¨¢ndoles con la vara en la grupa, ni d¨¢ndoles besos en la boca. La afici¨®n tampoco pod¨ªa convencer al presidente de que ordenara el cambio de esos caballos, a todas luces in¨²tiles para la lidia, a pesar de que se lo voceaba en todos los tonos y varios idiomas. A un norteamericano con gorrilla visera, m¨¢quina de fotos, coloradito y vestido de blanco, que se hab¨ªa pasado la tarde requiriendo de los vecinos doctrina acerca de cuanto acaec¨ªa en el ruedo, acab¨® porin dignarle la tropel¨ªa caballar, y le chillaba al presidente: iiTaime more-gu-laus-piting-jiu-tiu-jaus!'. En fin, tremendo. Y el presidente, sin conmoverse. Claro que nadie intent¨® picarle espuelas, ni pegarle con la vara en la grupa, ni darle besos en la boca. Que un caballo aborricado no atender¨¢ a tan amables razones, pero un presidente, qui¨¦n sabe.
El caballo reculante que sacaron para picar al cuarto novillo cometi¨® la torpeza de darse la vuelta. Y el novillo, al mugido de "rabo veo rabo quiero", se tir¨® al bullarengue y le peg¨® una cornada. El que sacaron para picar al sexto no iba al toro ni loco y la lidia se convirti¨® en capea. Los lidiadores de a pie eran incapaces de poner orden y concierto. Los lidiadores de a pie, en realidad, eran incapaces de muchas cosas, entre otras, de torear bien. El primero de ellos, Sese?a, est¨¢ a 15 d¨ªas de la alternativa y no pareci¨® estar documentado para semejante ascenso. A su primer novillo, que ten¨ªa una embestida excelente por el pit¨®n izquierdo (y p¨¦sima por el derecho) le dio much¨ªsimos naturales desangelados, alivi¨¢ndose con el pico. Ni una vez se le ocurri¨® cargar la suerte, acompasar el ritmo del muletazo con el giro de la cintura, gustarse en la ejecuci¨®n, de la suerte. El cuarto, de aborregada nobleza, era el novillo de la despedida, pero no le inspir¨® mayores inquietudes esta solemnidad. Lo tore¨® como si fuera uno m¨¢s en la vida.
Tambi¨¦n dice estar en las puertas de la alternativa Pedro Lara, mocet¨®n vallecano a quien no faltar¨¢ moral de victoria, pero el arte s¨ª le falta. A un novillo que se engolosinaba con los naturales se los dio ins¨ªpidos, y a otro de corto recorrido lo despach¨® pronto, sin probar siquiera a sacarlo a los medios.
Debutaba Chicuelo de Albacete, que tampoco est¨¢ maduro para someterse al juicio de la c¨¢tedra. Claro que, dado el optimismo de sus compa?eros de terna, igual podr¨ªa tomar la alternativa ahora mismo. Se embarullaba con el capote y con la muleta tuvo algunos destellos de t¨¦cnica bien aprendida. Ciertos trucos tambi¨¦n los ten¨ªa bien aprendidos, como citar medio de espaldas y meter el pico. Le peg¨® a su primero un estoconazo sorprendente, por su correcta ejecuci¨®n y colocaci¨®n, en las agujas la espada. Conmem¨®rese el acontecimiento con una placa en la puerta principal. Al otro lo fundi¨® de bajonazo, que ya es suerte cotidiana.
La tarde de feria, Las Ventas, ganado manejable, el p¨²blico numeroso, la c¨¢tedra atenta, luz y taqu¨ªgrafos, no bastaron para que unos novilleros en las puertas de la alternativa se sintieran toreros a carta cabal. Los aficionados, testigos presenciales, dudan ser¨ªamente de que quieran serlo.
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