C¨¢rcel
Conoc¨ª la revista Mensaje, hecha por los reclusos de Carabanchel, cuando sus editores se pusieron en contacto conmigo por asuntos de colegas, esto es, por la cosa period¨ªstica, y me sorprendi¨® que en ese agujero de tiempo estancado que es la c¨¢rcel hubiera personas con la iniciativa y el cuajo suficiente como para sacar un producto tan bien hecho. Luego, hace poco, cay¨® en mis manos el Informativo de Mensaje, un bolet¨ªn que tambi¨¦n editan a modo de ¨®rgano de comunicaci¨®n de los internos. En ¨¦l leo que los hombres de Mensaje han sido castigados a dos fines de semana de aislamiento por haber sido irrespetuosos en sus escritos. Carabanchel es un caser¨®n decr¨¦pito saturado de sordidez y de hombres: la poblaci¨®n reclusa actual dobla la capacidad del edificio. Ah¨ª, en ese infame revoltijo de cuerpos, con calefacciones que no funcionan y aguas calientes que no manan, en el coraz¨®n de lo precario, hablar de respeto resulta una cuchufleta, una iron¨ªa.El estar privado de libertad es algo antinatural. Por eso, aunque el penal fuera un acogedor e improbable palacete, los internos intentar¨ªan siempre escapar, siempre protestar¨ªan por su destino: es lo l¨®gico, es la esencia del preso, su derecho. Pero la mayor¨ªa de las prisiones espa?olas aumentan la zozobra de la jaula con unas condiciones degradantes, e infrahumanas. Para los que estamos fuera, las c¨¢rceles no son m¨¢s que un hacinamiento sin nombres propios, lugares remotos que atraviesan de modo fugaz nuestra memoria. S¨ª, a menudo leemos algo de un mot¨ªn, o de un suicidio, o de un interno autolesionado. Tan acostumbrados estamos a ignorar esa inc¨®moda trastienda social que son las c¨¢rceles, que ya ni siquiera nos asombra la magnitud de desesperaci¨®n que se necesita para tragarse un tenedor, una hoja de afeitar, un grifo. Enti¨¦ndanme: no estoy diciendo que los reclusos sean querubes; entre ellos hay de todo, y tambi¨¦n seres brutales. Pero esto poco importa: no es por los presos por quienes reclamo una situaci¨®n penal menos abyecta. Es fundamentalmente por m¨ª, por todos nosotros, por la propia dignidad de lo que somos. Es un asunto de colegas, en este caso de lo humano.
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