Tiempo de Europa
En este tiempo de Espa?a y Europa, nada mejor que recordar a nuestro Garcilaso, valiente caballero y mejor poeta. Su vida transcurre de Toledo a N¨¢poles, a lo largo de los mejores libros y las mejores armas europeas. Gran tipo en lo f¨ªsico y en lo intelectual, dicen que se halla enterrado en la iglesia del antiguo San Pedro M¨¢rtir, mas, como en tantas ocasiones, no es as¨ª. Sus ojos eran oscuros, su negra barba apuntaba a sus manos pulidas sobre un semblante arrogante. Hu¨¦rfano de muy joven, hablaba lat¨ªn y griego, italiano y franc¨¦s. Cas¨® joven, su vida fue combatir contra los turcos, los franceses en Provenza, donde fue herido. Siempre con la pluma y la espada, el emperador le desterr¨® al Danubio por asunto de mujeres, al ser testigo en tina boda que no aprobaba.Fue feliz en N¨¢poles con su poes¨ªa y entre lances de honor. Su gran amigo fue otro poeta: Bosc¨¢n, y de nuevo en guerra con Francia, fue herido sitiando la, plaza de Muey. Su muerte irrit¨® tanto a Carlos V que Mand¨® arrasar la fortaleza. Dieciocho d¨ªas despu¨¦s mor¨ªa, en Niza, en brazos de san Francisco de Borja.
Como poeta, Garcilaso es suave; como caballero, tan valeroso como generoso. Se le reprocha imitar a los italianos, mas lo que hace es seguir sus pasos. Gran poeta, influye a su vez en G¨®ngora. Reconocido en su tiempo por los de los a?os veinte, a su muerte, la viuda de Bosc¨¢n public¨® sus versos unidos a los de su marido.
Le hubiera podido retratar Tiziano, podr¨ªa haberle cantado un cl¨¢sico; amigo de libros y batallas, desde joven se educ¨® en casa del emperador. Luchaba como escrib¨ªa o hac¨ªa el amor. La vida tuvo para ¨¦l horas magn¨ªficas de dolor y pasi¨®n. A tal emperador con vocaci¨®n universal sirve Garcilaso relacionando a Europa con sus versos.
El Renacimiento hizo de la naturaleza un culto casi religioso; es un remanso de paz que da pie a una poes¨ªa buc¨®lica al que se une un amor por el orden y la perfecci¨®n. En Espa?a llega a su triunfo en plena madurez, antes que en otras naciones.
Lejos de la voz del romance, se impuso en ?Europa la poes¨ªa italianizante. El amor se entendi¨® de modo distinto, y cada cual contempla en su belleza la de las criaturas con el mismo entusiasmo que lo hacemos hoy. Tambi¨¦n como hoy, un mundo convencido de su capacidad de mejorar.
El Renacimiento es ante todo una tarea de cultura; el hombre se enfrenta con la naturaleza, cincela el m¨¢rmol y admira el cuerpo. La idea de un mundo universal es lo que da vida a la pol¨ªtica no s¨®lo del emperador, sino del mismo Garcilaso. Despu¨¦s de ¨¦l hay un largo declive, que llega pr¨¢cticamente hasta hace poco.
Garcilaso era natural de Toledo; es decir, de una de las capitales de la cultura. No en balde contaba con su Escuela de Traductores, fue parte de ¨¦l y de su sangre. Muri¨® a los 30 a?os, tras una larga y luminosa vida que parec¨ªa no iba a tener fin. De haber vivido m¨¢s, tal vez habr¨ªa hecho m¨¢s versos, mas su fama ya estaba cimentada. Cada cual escribe lo que necesita.
Gartilaso am¨® a su mujer casi desde ni?o. Su amor no debi¨® ser gran cosa, es decir, sin pasi¨®n ni rencor. Se content¨® con respetarla, pero poco m¨¢s. De haber tenido hijos, otra habr¨ªa sido la cosa. Como todos los poetas, fue Garcilaso un gran rom¨¢ntico, lejos ya del Medievo, y no marido celoso, tal como se usaba tiempo atr¨¢s. En la doble faz del poeta hay, as¨ª, una doble vertiente, que nace de su mujer, a la que conoce a los 20 a?os. En sus versos aflora una melancol¨ªa. Entre la ira y el desenga?o, sabr¨¢ desahogarse con otras amantes, aun sin hacerle olvidar la primera.
As¨ª en la guerra como en el ainor, algo le duele y le separa. Hijos, padres y hermanos, Sus mujeres significaron poco tras la primera amante. Guerra y arte van unidas en ¨¦l, vienen a serla misma cosa, de igual modo que su pa¨ªs, como siempre partide, en dos, sumergi¨¦ndole en dudas cuando lucha con las comunidades a favor del emperador. Y sin embargo, es este mismo emperador el que le enviar¨¢ desterrado al Danubio.
Este Garcilaso, a pesar de la ¨¦poca, nunca toca temas religiosos, los convirti¨® en coraz¨®n, y entra?as y en la duda que le empujaba hacia la muerte, nunca se sabr¨¢ si tuvo conciencia de que estaba en juego su destino.
Respecto a su mujer, es dif¨ªcil saber si la am¨® o no, si el suyo fue un hogar feliz o infeliz, si ella gust¨® de sus versos, si lo am¨® como deber¨ªa, mas es cierto que ¨¦l sigui¨® con la imaginaci¨®n en sus constantes viajes, poblando sus sue?os de dulzura. Lo mismo que el Tajo, que le hizo tan grave y a la vez misterioso y manso. Ten¨ªa una voz limpia y rumorosa, y lo ve¨ªa, como todos sabemos, lleno de ninfas de cabellos de oro.
El cosa rara, afirma Mara?¨®n, el valor que en la nostalgia alcanzan los r¨ªos de la patria. Desde lejos, lo que m¨¢s se recuerda son los r¨ªos, porque entre nosotros ninguno sobra; por el contrario, todos faltan. En la mente de este poeta universal se convierte en ameno y solemne, con playas de oro que jam¨¢s nadie conoci¨®. As¨ª lo vieron en su juventud Cervantes y Tirso, un r¨ªo que sazon¨® de saber tanto Castilla como media Europa. La otra media la recorri¨® tantas veces el poeta que lleg¨® a ser parte de ella. En ella naci¨®, am¨® y dej¨® hijos, sin que le estorbaran ni las armas, ni el destierro, ni los sue?os de N¨¢poles. Su destino iba con ¨¦l; nada ni nadie pod¨ªa arrebat¨¢rselo; est¨¢ all¨ª al pie de las orillas, hundido en las letras y en las artes. Tal destino se quebr¨® ante la torre de Muey, arrastrando consigo al poeta, haciendo temblar a Europa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.