San Isidro, Madrid v viceversa
?ste es el primer a?o (me refiero a la ¨²ltima serie de San Isidros gloriosos, los que yo he vivido y gozado) que no torea Anto?ete ni, ?ay!,. canto yo. Claro, que soy consciente de que la comparaci¨®n es desmesurada y petulante, pero me han pedido un art¨ªculo y de alg¨²n modo hay que empezarlo.Un art¨ªculo que, vaya por delante, va a ser inevitable y voluntariamente entusiasta. Porque creo que si hay, algo que merezca la pena recuperar, ese algo son las fiestas, porque creo que los madrile?os, y los isidros, y los cantantes, y los concejales, y los toreros, pero sobre todo la gente ha conseguido (hemos conseguido) en los ¨²ltimos a?os el milagro de recuperar, casi de reinventar, una alegr¨ªa participativa y festera que estaba perdi¨¦ndose irremisiblemente, como para siempre se han perdido ya, mucho me temo, en el resto de nuestros queridos, cultos y vecinos pa¨ªses aliados europeos.
Y eso a pesar de los almidonados y tristes te¨®ricos del desencanto, a pesar de esos cuatro listos repeinados (y no se?alo, porque es de mala educaci¨®n) que inventaron la movida para consumo reducido en clubes privados donde estaba "reservado el derecho de admisi¨®n", los mismos que ahora, cuando ven que se les escapa, que no la controlan, que la movida se ha democratizado, se ha ensanchado; cuando ven que eso que ellos llaman la chusma, o la canalla, se ha apropiado de la calle, de los bares, de la risa, de la ropa, de la m¨²sica, hasta de la moda, afirman que la movida no ha existido nunca.
Pues mire usted, se ponga como se ponga, s¨ª que se ha movido Madrid (y sigue movi¨¦ndose), s¨ª que ha cambiado, s¨ª que ha conseguido en un tiempo r¨¦cord hacer imprescindibles unas fiestas como las isidriles, que hace apenas un lustro eran simple y llanamente inexistentes.
As¨ª que, h¨¢game caso, desoiga ese coro de voces elitistas y agoreras, coja usted el programa oficial y ponga una crucecita roja al lado de los conciertos, o las corridas, o las verbenas, etc¨¦tera, que le apetezca ver (parecer¨¢ el programa un cementerio), o bien l¨¢rguese a la calle por libre, a la fant¨¢stica calle, que es suya (glorieta de Atocha, por fin sin el odioso escalextric), y d¨¦jese llevar por el azar, o siga a la -basca, a la riada humana que se dirige, botell¨®n de cerveza en mano, al nuevo auditorio de la Casa de Campo, o ¨¦chese unas piezas, sin m¨¢s, con la parienta en cualquier bailongo debarrio, pero, eso s¨ª, d¨¢ndole un cuartelillo a cuerpo, que para eso est¨¢n las fiestas, para hacerle un corte de mangas a la soledad, para escupirle en la cara a la tristeza, para acostarse de madrugada, para abrazar a los desconocidos, para mover el culo en los conciertos, para pedir la oreja, para emborracharse un poco, para descontrolar un poco, para colocarse un poco, para divertirse un poco, para enrollarse un poco, para desmadrarse un poco, para revolcarse un poco, para re¨ªrse un poco, para enamorarse un poco, para achucharse un poco, para gritar tambi¨¦n un poco, para pasarse un poco.
Aunque ma?ana haya que volver, con resaca, a la oficina, aunque el aire est¨¦ un pel¨ªn (??) m¨¢s radiactivo, aunque Hacienda apriete los tornillos, aunque siga aumentando el paro, aunque los grupos desafinen, aunque de Madrid no se vaya directamente al cielo, aunque a Curro no le salga la media ver¨®nica, aunque seamos un a?o menos j¨®venes, aunque los ¨¢ngeles de san Isidro no trabajen por nosotros, aunque llueva o haga relente, aunque ni la Virgen de. la Paloma nos saque de la OTAN, aunque no toree Anto?ete, aunque yo no cante este a?o, aunque el alcalde ya no Sol. llame Enrique Tierno.
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