El espacio y el paso

Mario Maya, en el Amargo, entra en una aventura a la vez fascinante y arriesgada: dotar al flamenco de dramaturgia. Su baile es digno y venal. Logra en los tres dilos (Amargo y La Madre, Amargo y La Amante y Amargo y El Caballo-Muerte) una intimidad reflexiva que hace entrar al espectador en ese universo cerrado de la tradici¨®n gitana. La revelaci¨®n ha sido Jos¨¦ Greco. Su fuerza esc¨¦nica, un salto el¨¢stico y potente, con una figura apol¨ªnea y unos rasgos de h¨¦roe tr¨¢gico, hacen que se imponga desde la primera aparici¨®n. El pas de deux con Mario Maya es un ejercico formal perfecto. El contraste entre el baile maduro de Maya y la potencia casi tel¨²rica y fe¨¦rica de Greco trasmiten todo el argumento a la vez que una sensible carga de baile de calidad. Cuando la madre canta al ni?o, de un golpe nos acerca a esa atm¨®sfera lorquiana de premonici¨®n de la tragedia. La escena de la noche estrellada, la luna llena y el a?il plomizo de la noche sacromontina sirven como entorno ideal a los n¨²meros finales. Los grupos, resueltos en diagonales y pasos de conjunto, arropan con efectividad a un Amargo que logra emocionar todo el tiempo con sus movimientos.