Diez a?os de Europa
Se supone que cada d¨¦cada est¨¢ marcada por alg¨²n a cualidad especial. En mi propio pa¨ªs, Gran Breta?a, hablamos de los vibrantes sesenta y de los sombr¨ªos setenta. ?C¨®mo llamaremos a esta d¨¦cada actual, con sus cuatro a?os todav¨ªa por pasar? ?Los inquietos ochenta?Al hablar de Europa, a Espa?a hay que prestarle una consideraci¨®n muy especial. Espa?a ha conocido m¨¢s cambios que cualquier otro miembro de la antigua cristiandad. Hace 11 a?os que muri¨® Francisco Franco, el Caudillo, y no violentamente, como Mussolini, ni en una desesperaci¨®n suicida, como Hitler, sino tranquilamente en su cama, como un caballero cristiano, seg¨²n le llamaban muchos ingleses. Que los tiempos del totalitarismo no comunista hab¨ªan acabado ya estaba claro antes de su muerte; la reasunci¨®n de la soberan¨ªa mon¨¢rquica era una definici¨®n exacta tanto del f¨¢scismo como del socialismo de Estado. Al visitar Espa?a en 1958 y de nuevo, varias veces, pocos a?os m¨¢s tarde, pude ver que la transici¨®n desde una forma de gobierno centralista a la democracia se estaba realizando con una relativa placidez. Lo que a m¨ª me defraud¨® fue el fallo de Espa?a al no saber evitar la clase de revoluci¨®n intelectual que nosotios hab¨ªamos contemplado al finalizar los fascismos tanto en Italia como en Alemania. Me parec¨ªa que no exist¨ªa ninguna fermentaci¨®n de ideas. La nueva Espa?a significaba la venta libre de pornograf¨ªa, el nuevo culto a la juventud y a la m¨²sica pop, el consumismo que ya fue la filosof¨ªa de la Euro pa democr¨¢tica.
Durante los ¨²ltimos 10 a?os en esa Europa. democr¨¢tica que ahora incluye a Espa?a hemos visito desarrollarse un culto que, para los historiadores, marcar¨¢ indeleblemente la d¨¦cada, mucho m¨¢s que cualquier logro en medicina o tecnolog¨ªa. Me refiero a lo que s¨®lo puedo llamar terrorismo desinteresado. Con el t¨¦rmino desinteresado, quiero decir carente de cualquier fin ideol¨®gico verdadero. Tenemos sobre toda Europa grupos de asesinos dedicados a matar por su propia causa. Separatistas vascos, separatistas cat¨®licos irlandeses, separatistas palestinos, menos concentrados en objetivos pol¨ªticos que podr¨ªan alcanzarse en las mesas de conferencias que en las t¨¦cnicas de tortura y asesinato que parecen ser manejados como fines en s¨ª mismos. Los grupos del Sinn Fein irland¨¦s ya estaban realizando su labor sanguinaria hace m¨¢s de 100 a?os. Todav¨ªa est¨¢n en ello, ahora con el nombre de Ej¨¦rcito Republicano Irland¨¦s. Abrigan un resentimiento que no quieren perder, ya que se ha convertido en una forma de vida. Los medios han llegado a ser m¨¢s importantes que los fines. Hace m¨¢s de 50 a?os, Aldous Huxley nos dec¨ªa que los medios siempre influyen en los fines y finalmente los absorben. Si los medios son terrorismo, los fines ser¨¢n tambi¨¦n terrorismo. El terrorismo es en Europa una herida diaria que no pide ser curada.
En estos ¨²ltimos 10 a?os ha sido dif¨ªcil distinguir entre terrorismo y violencia urbana. La juventud, que en los primeros 10 a?os despu¨¦s de la guerra en que Espa?a no particip¨® aunque se le hab¨ªa procurado un ensayo de la misma, comenz¨® a mostrar s¨ªntomas de agresiva, insensatez, lleg¨® a la cima de su agresiva nulidad en la pasada d¨¦cada. El culto a la droga (que en los a?os sesenta se llam¨® contracultura) se uni¨® al culto a la m¨²sica insensata, al sexo libre y al separatismo expresado en los t¨¦rminos brecha generacional, para producir un sector de sociedad europea que juntaba una carencia de objetivos con una energ¨ªa agresiva que s¨®lo pod¨ªa expresare en la destrucci¨®n y reclutarse, con bastante facilidad, para fines terroristas que no deseaba entender. La violencia ha sido suficiente.
Las calles de Europa, desde Mil¨¢n al East End de Londres, no han sido seguras por la noche, pero cada vez m¨¢s, para los ciudadanos miedosos, las horas de oscuridad se dedican a ver la televisi¨®n en color y los videocasetes. La televisi¨®n combina en una sola experiencia visual tres cosas: apelaciones bien hechas al consumidor, que, a la manera aprendida de Estados Unidos, se ve inducido a consumir m¨¢s y m¨¢s; la transmisi¨®n de manera sensacionalista de reportajes de actualidad sobre acontecimientos que contienen guerra y violencia urbana, y programas de ficci¨®n cuyos principales temas son el sexo permisivo y la agresi¨®n. Cuesta trabajo distinguir entre la ficci¨®n y la realidad, y las sensibilidades de los telespectadores se han embrutecido gracias a una dieta nocturna de llamadas a los instintos agresivos existentes en todos los hombres y mujeres, aun cuando ¨¦stos cierren sus puertas con llaves contra la agresi¨®n. La violencia sexual en videocasetes est¨¢ disponible para vender y alquilar. Compite con la violencia adquisitiva que incita al consumismo. Exigimos cada vez m¨¢s comodidades y satisfacciones mientras que, en la peque?a pantalla, contemplamos c¨®mo trabajan las escuadras de la muerte.
La Comunidad Econ¨®mica Europea, a la que Espa?a se ha unido al fin, ha mostrado una notable capacidad de producir con exceso. Vivimos a la sombra de monta?as de carne de vaca y mantequilla, y nadamos en lagos de leche, s¨®lo para encontramos con que esos productos b¨¢sicos se producen para alimentar a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que es incapaz de alimentarse a s¨ª misma. El capitalismo subvenciona al comunismo. No vemos que ese exceso de producci¨®n haga bajar los precios. Uno de los m¨¢s desconcertantes descubrimientos de la ¨²ltima d¨¦cada ha sido la refutaci¨®n de las verdades econ¨®micas cl¨¢sicas. La producci¨®n en masa no significa baratura, y el empleo masivo puede acompa?ar a una gigantesca inflaci¨®n. Estamos viviendo en un mundo cuya econom¨ªa no tiene ning¨²n sentido y en el que se han abandonado los antiguos conceptos de moralidad,
Hemos tenido tres papas -de le veras, tres papas- en un solo a?o y no hemos recibido del trono papal una sola palabra razonable de explicaci¨®n de la confesi¨®n moral en que nos encontramos, ni un solo precepto razonable respecto a la forma apropiada de vivir nuestras vidas. Cuando los miembros de la Iglesia cristiana han decidido el empleo de la tecnolog¨ªa anticonceptiva para limitar las familias en una ¨¦poca de explosi¨®n demogr¨¢fica, el Papa les dice -incluso en las superpobladas India y ?frica- que procreen con vistas al reinado sin l¨ªmites del pueblo de Dios. El mal funciona en el mundo, pero ning¨²n papa lo denuncia, excepto en t¨¦rminos de la piedad convencional. La propia Iglesia ha perdido el control de sus hijos, y no existe ninguna voz individual autorizada que decrete una moralidad racional. Europa, que una vez fue llamada Cristiandad, ha dejado de ser cristiana y esto no es por completo culpa suya. El islam, que no carece de una convicci¨®n moral descarriada, amenaza a Europa como ya hizo en los tiempos en que se hab¨ªa posesionado del sur de Espa?a, y la cristiandad no consigue levantar su d¨¦bil voz contra los l¨ªderes musulmanes que controlan nuestro petr¨®leo.
Espa?a, en efecto, ha entrado en una Europa que est¨¢ totalmente insegura de su destino. Est¨¢ unida s¨®lo en el sentido de que se ha convertido en una especie de federaci¨®n seudoestadounidense -aunque con pasaportes y controles aduaneros- que ha aprendido de Estados Unidos que s¨®lo el conformismo consumista puede proporcionar una noci¨®n de unidad. Todos nuestros hijos llevan pantalones vaqueros, beben coca-cola a grandes tragos Y oyen m¨²sica rock. Nosotros mismos estamos unidos en el deseo de contar con mayores y mejores supermercados y una m¨¢s exquisita tecnolog¨ªa japonesa. En los ¨²ltimos 10 a?os, Europa se ha vuelto blanda y sibarita, aunque miedosa, y ha dejado de tener una voz en el gran mundo donde la lucha por el poder se desarrolla entre la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Estados Unidos de Am¨¦rica. Nosotros somos neutrales, estamos castrados, y como todos los eunucos, nos estamos haciendo gordos. Tiene que haber un cambio, pero es improbable que el cambio venga de dentro. Quiz¨¢ Espa?a, que una vez crey¨® en la cat¨®lica Europa y us¨® su Armada para tratar de hacer volver al redil a la Inglaterra protestante, pueda producir todav¨ªa alguna voz, alguna filosof¨ªa, a la que Europa escuche. El pa¨ªs que dio vida a Don Quijote y a la Contrarreforma no est¨¢ a¨²n totalmente inmerso en la decadencia del resto del continente. ?O se trata meramente de la quimera hispan¨®fila de un ingl¨¦s que ha dejado de esperar que emerjan de su propio pa¨ªs una voz y una filosof¨ªa?
Copyright Anthony Burgess, 1986.
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