El nacionalismo catal¨¢n intenta la 'aventura' de Espa?a
La pol¨ªtica auton¨®mica y la querella por Banca Catalana enfrentan a CiU con el Gobierno del PSOE
Converg¨¦ncia Democr¨¢tica de Catalunya (CDC) bas¨® su campa?a electoral de 1982 en la pretensi¨®n de convertirse en el apoyo parlamentario imprescindible para el PSOE, en el caso de que este partido ganase las elecciones por mayor¨ªa relativa. La mayor¨ªa absoluta socialista hizo que esta, posibilidad se esfumara y, de aspirantes a ser unos aliados necesarios, los pujolistas pasaron a constituirse en tenaces adversarios pol¨ªticos. Con su empe?o en protagonizar el relevo -que juzga inalcanzable para la Coalici¨®n Popular de Manuel Fraga-, el nacionalismo moderado catal¨¢n ha emprendido su aventura espa?ola.
Con unos 20.000 afiliados, 9 senadores, 12 diputados en el Congreso, 72 en el Parlamento aut¨®nomo y m¨¢s de 400 alcaldes, CDC es la m¨¢s poderosa maquinaria pol¨ªtica de Catalu?a, s¨®lidamente cohesionada por el liderazgo de Jordi Pujol y abundantemente engrasada por las ventajas de administrar el poder auton¨®mico. Esto le ha permitido dar, durante esta legislatura, un giro de 180 grados a su orientaci¨®n pol¨ªtica sin ning¨²n problema digno de menci¨®n.
Algunos dirigentes de CiU alardeaban hasta hace poco de tener como ¨²nico objetivo el Gobierno de Catalu?a, de no tener ninguna servidumbre respecto al resto de Espa?a, y tildaban de sucursalistas a los rivales pol¨ªticos catalanes por sus v¨ªnculos con partidos espa?oles. Sin embargo, Miquel Roca, su n¨²mero dos, aspira hoy a la presidencia del Gobierno en nombre de tina heterog¨¦nea coalici¨®n espa?ola, sin que el cambio haya hecho rechinar el engranaje del partido. Incluso el peque?o aliado democristiano de Converg¨¦ncia, Uni¨® Democr¨¢tica de Catalunya, ha aceptado sin grandes aspavientos el alineamiento liberal del reformismo.
Durante estos tres a?os y medio, CiU ha continuado la tarea de cambiar y derechizar el contenido que la reivindicaci¨®n catalanista tuvo durante la ¨²ltima etapa del franquismo y el inicio de la transici¨®n. Pese a mantener inalterados tina serie de signos externos, el grueso del nacionalismo en Catalu?a es hoy, sobre todo, identificaci¨®n con un l¨ªder, Jordi Pujol; una actitud reivindicativa frente a un at¨¢vico enemigo exterior, y la identificaci¨®n con contenidos ¨¦tnico-culturales en los que priva el folclorismo y el autoctonismo.
En sustituci¨®n de sus antiguas ideas socialdem¨®cratas, Pujol ha hecho suyo el discurso neoliberal contra la intervenci¨®n del Estado en la econom¨ªa y en la sociedad moderna, al tiempo que le a?ad¨ªa algo ajeno a la tradici¨®n cultural catalana. Pujol afirma que el esp¨ªritu de libre iniciativa y la voluntad emprendedora son consustanciales a lo catal¨¢n. Esta versi¨®n local del neoliberalismo ha convertido en secundarias las expresiones de voluntad colectiva de reconstruir un pa¨ªs libre, m¨¢s igualitario y abierto, que caracterizaron al catalanismo cuando en vez de ser hegemonizado por CiU lo era por una amalgama antifranquista con predominio de la izquierda.
Los pactos auton¨®micos
Al mismo tiempo que persegu¨ªa esta mutaci¨®n ideol¨®gica, CiU trabaj¨® para convencer a una parte muy importante de la opini¨®n p¨²blica catalana de que el PSOE es el heredero directo del centralismo espa?olista, y el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), un mero ap¨¦ndice del PSOE. Al PSOE le considera adversario no por ser un partido de izquierda, sino por ser nacionalista de otro nacionalismo: la versi¨®n coyuntural del enemigo exterior. En paralelo, el pujolismo ha avanzado tambi¨¦n en la empresa de unir bajo su manto a las opciones del centrismo y del nacionalismo moderado, que hasta 1984 comparecieron divididas a las elecciones. Y se apresta a engullir a una buena parte del electorado conservador de Coalici¨®n Popular (CP), considerado tradicionalmente como espa?olista.
Durante la legislatura, CiU ha dispuesto siempre de motivos para mantener tirantes o g¨¦lidas las relaciones con el Gobierno central. Entre los m¨¢s importantes destacan la LOAPA, la negativa del Gobierno a traspasar a la Generalitat algunos servicios importantes, las renuencias a la puesta en marcha de la televisi¨®n auton¨®mica, la crisis econ¨®mica de la sanidad catalana y la revisi¨®n del sistema de financiaci¨®n. Y, siempre, latente, la cuesti¨®n de Banca Catalana.
Algunos datos que propiciaban esta estrategia de la tensi¨®n estaban ya sobre la mesa en el oto?o de 1982, como los pactos auton¨®micos suscritos por la UCD de Leopoldo Calvo Sotelo y el PSOE, que este ¨²ltimo partido aplic¨® luego, ya en el Gobierno, como pol¨ªtica auton¨®mica propia. Estos pactos se firmaron en julio de 1981 sin los nacionalistas ni los comunistas, pese a que constitu¨ªan, en la pr¨¢ctica, la revisi¨®n del consenso constitucional sobre el tema, Su fruto m¨¢s vistoso, la ley org¨¢nica de Armonizaci¨®n del Proceso Auton¨®mico (LOAPA), pas¨® a convertirse en la bestia negra de los nacionalistas y, a trav¨¦s de ella, fueron el propio PSOE y su Gobierno el blanco de todas sus invectivas.
Pujol convirti¨® la sentencia del Tribunal Constitucional de agosto de l983 -que desmantel¨® la LOAPA al negarle el car¨¢cter de ley org¨¢nica y la capacidad armonizadora de los estatutos de autonom¨ªa- y la inclusi¨®n de su nombre en la lista de los querellados por el caso Banca Catalana, en la prueba del nueve que demostraba lo justificados que estaban los recelos antisocialistas. Algunos elementos de esta tensi¨®n aparecieron en 1983, como la cuesti¨®n del canal auton¨®mico de televisi¨®n, y_otros han surgido en la ¨²ltima parte de la legislatura, como la pugna por la revisi¨®n de la financiaci¨®n.
Pero fue en mayo de 1984 cuando, con las elecciones auton¨®micas catalanas y la presentaci¨®n por el fiscal general del Estado de una querella por presuntos delitos de apropiaci¨®n indebida y falsificaci¨®n de documentos contra 25 ex directivos de Banca Catalana, entre los que se encontraba Pujol, cristaliz¨® la situaci¨®n pol¨ªtica que ahora ser¨¢ sometida a la prueba de las urnas.
Banca Catalana
La crisis de Banca Catalana estall¨® en su dimensi¨®n m¨¢s pol¨ªtica el 23 de mayo de 1984, un mes despu¨¦s de que CiU ganara las elecciones auton¨®micas por mayor¨ªa absoluta, al trascender la inclusi¨®n de Pujol en la lista de implicados en la querella. Pujol y Converg¨¦ncia ya se hab¨ªan distanciado mucho del PSOE, pero pasaron a estar a a?os luz cuando leyeron en la Prensa el nombre del l¨ªder catal¨¢n entre los querellados. Y, seis d¨ªas despu¨¦s, el 31 de mayo, el propio Pujol, acaba do de investir solemnemente para su segundo mandato como presidente de la Generalitat, afirmaba, desde el balc¨®n de una plaza de Sant Jaume llena de manifestantes que le aclamaban, que "Madrid ha realizado una acci¨®n indigna contra Catalu?a". En los o¨ªdos de gran parte de sus oyentes la palabra Madrid ya era en aquel momento sin¨®nimo de la palabra PSOE, y Catalu?a era sin¨®nimo de Pujol.
El esfuerzo convergente por edificar la alternativa se llevar¨ªa a cabo, sin embargo, sobre el mismo espacio pol¨ªtico de centro que el PSOE ocup¨® en gran parte en 1982. Por esta raz¨®n, y pese a alimentar al mismo tiempo la estrategia de la tensi¨®n, CiU ha votado en el Congreso en muchas ocasiones -entre las que se cuentan las m¨¢s importantes y significativas- junto a los socialistas.
Los diputados de CiU apoyaron la reforma del C¨®digo Penal, la despenalizaci¨®n de algunos casos de aborto, las leyes org¨¢nicas del Derecho a la Educaci¨®n (LODE)y de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, la ley de Aguas, la de Sanidad, la de reforma de la Universidad, la ley Antiterrorista, la ley Electoral... Eso s¨ª, han tenido el cuidado de hacerlo siempre despu¨¦s de largos regateos, que les han servido para mantener contra el Gobierno socialista acusaciones de centralismo, antiautonomismo, estatismo y, casi siempre, prepotencia.
El rizo de este juego doble lo riz¨® CiU, no sin riesgo, con ocasi¨®n del refer¨¦ndum sobre la OTAN, cuando, pese a haber votado en 1981 a favor del ingreso de Espa?a en la Alianza, se abstuvo de efectuar campa?a a favor del s¨ª en la consulta y, bajo cuerda, difundi¨® la consigna del no para evitar un reforzamiento socialista en Catalu?a.
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