Soweto, una d¨¦cada de disturbios raciales
Al menos 600 negros murieron en los disturbios que siguieron a la manifestaci¨®n de Soweto de hace 10 a?os. El Gobierno prohibi¨® las organizaciones pol¨ªticas de oposici¨®n y detuvo a personas que tem¨ªa pudieran poner en peligro la situaci¨®n en el pa¨ªs. Diez a?os despu¨¦s, el humo de ese primer levantamiento se mantiene a¨²n sobre Sur¨¢frica como un pa?o mortuorio, si bien mucho m¨¢s pesado a medida que Sur¨¢frica va pagando el precio del sistema de apartheid.Los hermanos y hermanas de aquellos que se manifestaron por todo Soweto siguen a¨²n manifest¨¢ndose. La respuesta del Gobierno sigue siendo la misma: dictar poderes m¨¢s draconianos de detenci¨®n e ilegalizaci¨®n para hacer frente al problema.
La semana pasada, el general Swanepoel, actualmente jubilado, dijo: "Deber¨ªamos haber matado a 1.600 o a 10.000, si eso hubiera conseguido detener la violencia en el mismo comienzo". Sus palabras reflejan esa actitud de u?o de hierro que a¨²n obtiene un gran eco en muchos niveles de la sociedad de este pa¨ªs.
En los ¨²ltimos 20 meses han muerto unos 1.600 negros en las poblaciones segregadas de todo el pa¨ªs, en una oleada de violencia cuyos or¨ªgenes se encuentran principalmente en el apartheid y sus tent¨¢culos. La situaci¨®n actual encierra una tremenda iron¨ªa.
Entre los detenidos en la oleada de violencia del 16 de junio de 1976 se encontraban cinco extremistas de color (mulatos), entre ellos el pastor Allam Hendrickse y su hijo, Peter. Hendrickse pas¨® 60 d¨ªas en reclusi¨®n solitaria, Peter, 14 d¨ªas. No se present¨® acusaci¨®n alguna contra ninguno de ellos.
Diez a?os despu¨¦s, Hendrickse es el ¨²nico religioso de color en el Parlamento surafricano. Su hijo y otros tres hombres detenidos en aquella ocasi¨®n son hoy diputados del Partido Laborista en la C¨¢mara de la gente de color. El reverendo Hendrickse es presidente de la C¨¢mara y del partido.
Las C¨¢maras de los ciudadanos de color y de los indios fueron ampliamente despreciadas. Creadas por una nueva y pol¨¦mica Constituci¨®n en septiembre de 1984, esta medida inici¨® la actual oleada de violencia al pasar por alto los derechos pol¨ªticos de la poblaci¨®n negra, mayoritaria.
Los extremistas opuestos al apartheid rechazaron el intento de Pretoria de atraerse a los otros dos grupos raciales a la ortodoxia del Gobierno blanco, calific¨¢ndolo de lavado de cara y considerando que no era la soluci¨®n para los verdaderos problemas de Sur¨¢frica. Los extremistas negros lanzaron la acusaci¨®n de que estas dos C¨¢maras adicionales eran unos simples elementos de ratificaci¨®n del dominio de los blancos.
Una sorpresa
Sin embargo, inesperadamente, cuando el Gobierno blanco propuso una serie de enmiendas a la legislaci¨®n existente sobre seguridad, la extensi¨®n de los per¨ªodos ole detenci¨®n de 14 a 180 d¨ªas, y la concesi¨®n a la polic¨ªa del derecho a declarar miniestados de excepci¨®n para hacer frente a la violencia que se espera que estalle en el d¨¦cimo aniversario del 16 de junio de 1976, las C¨¢maras ratificadoras de las gentes de color y de los indios pusieron objeciones y consiguieron rechazar tal legislaci¨®n.Seg¨²n fuentes pol¨ªticas, el Gobierno advirti¨® que si los legisladores de color e indios no aceptaban en una segunda ronda las enmiendas a la ley de Seguridad, el paso siguiente pod¨ªa ser un nuevo estado de excepci¨®n o incluso la ley marcial.
Las expectativas de violencia paralizaron los mercados de cambio de divisas de Johannesburgo. "El mercado monetario nacional est¨¢ muerto", dijo un banquero. La comunidad financiera predijo una ca¨ªda ulterior del rand, una econom¨ªa de sitio y medidas salvajes para controlar las operaciones de cambio de divisas a menos que se estabilizara la situaci¨®n del pa¨ªs.
Para la comunidad afrikaner, su Gobierno ha dado unos pasos de gigante en los ¨²ltimos 10 a?os: han desaparecido las leyes sobre la necesidad de llevar pases para los negros, se permiten los matrimo nios mixtos, las relaciones sexua les entre personas de razas diferentes no constituyen ya un delito negros y blancos comen juntos en restaurantes, las playas son multirraciales, los sindicatos negros son m¨¢s poderosos y se sienten m¨¢s seguros cada d¨ªa. Las gentes de color y los indios tienen sus propios Parlamentos y un ministro de cada grupo en el Gobierno blanco medida que provoc¨® la escisi¨®n de los conservadores del Partido Nacional del presidente Pieter Botha.
Sus promesas de llevar a negros a "los m¨¢s altos niveles de organismos de toma de decisiones" contribuy¨® al ascenso de los afrikaner archiderechistas, un grupo peque?o, si bien r uidoso y bastante influyente, que prefiere la vuelta al viejo estilo de apartheid.
Para la mayor¨ªa del mundo y para los 22 millones de la mayor¨ªa negra, las reformas de Botha se producen a una velocidad de carro de bueyes y resultan totalmente insuficientes. En las poblaciones negras, las frustraciones se reflejan en el apoyo al Congreso Nacional Africano (ANC). Nelson Mandela, al que muy pocos han visto jam¨¢s, es su h¨¦roe.
Diez a?os despu¨¦s de Soweto, Botha dice que est¨¢ dispuesto a liberar a Mandela si ¨¦ste rechaza la violencia. Mandela se niega a salir de la c¨¢rcel a menos que Botha ponga fin a la violencia del apartheid. Es un callej¨®n sin salida que s¨®lo puede producir m¨¢s violencia.
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