Allanamiento en la madrugada
La ocupaci¨®n militar de las 'poblaciones', pr¨¢ctica habitual en Chile

Llov¨ªa sobre Santiago cuando los camiones militares llegaron a las 3.30 del pasado viernes a Villa O'Higgins, a las afueras de la capital chilena, para realizar un allanamiento, la m¨¢s cruel forma de amedrentamiento, la prueba m¨¢s evidente de que Chile est¨¢ ocupado por su propio Ej¨¦rcito. Los soldados llegan con las caras pintadas de negro; los oficiales, sin galones; los veh¨ªculos, sin placa de matr¨ªcula.
Vestidos con uniformes de combate, armados con fusiles, rodean la poblaci¨®n (barrio pobre de Santiago), de 30.000 habitantes, situada a una distancia de un cuarto de hora en autom¨®vil del centro de la capital chilena, cruzan tanquetas en las calles e impiden la salida o entrada de cualquier persona, incluidos, por supuesto, periodistas y representantes de la Iglesia o de organizaciones humanitarias.A las seis de la ma?ana los militares y carabineros entran indiscriminadamente en las casas. Levantan los colchones, mueven los muebles, interrogan y detienen a los hombres. Todos los varones entre 16 y 60 a?os, unos 5.000 en total, son conducidos a un descampado cercano que los pobladores han convertido en un campo de f¨²tbol. All¨ª, colocados en filas, esperan turno para pasar ante la polic¨ªa pol¨ªtica, donde son fichados y se revisan sus antecedentes. Algunos quedan en libertad; otros, son conducidos a los cuarteles de la polic¨ªa de investigaciones. Uno de los detenidos comenta que los polic¨ªas se limitaron a mirarle las manos. Los que no tienen callos son los m¨¢s sospechosos, porque se su pone que no trabajan, que tienen tiempo libre para participar en actividades pol¨ªticas y hasta es posible que estudien.
Horas despu¨¦s del inicio del allanamiento se ve¨ªan todav¨ªa desde las entradas a la poblaci¨®n filas de hombres en direcci¨®n al campo de f¨²tbol escoltados por los fusiles de los soldados. El cura de la parroquia, un sacerdote franc¨¦s, Lorenzo Marie, que hab¨ªa sido operado hace menos de una semana, deja el hospital al conocer la agresi¨®n que sufre su comunidad. Al llegar al campo de f¨²tbol se arrodilla y reza. Un grupo de mujeres le acompa?a hasta que, los soldados les obligan a abandonar el lugar.
Prohibido informar
Los soldados disparan espor¨¢dicamente al aire para impedir que nadie salga de sus casas ni se asome por las ventanas. Uno de ellos lo hace sobre los pies de una mujer que se resiste a que se lleven a sus hijos; un militar con la cara tiznada advierte a este enviado especial que es ilegal cubrir la informaci¨®n sobre el allanamiento y lo conduce ante el veh¨ªculo de la polic¨ªa pol¨ªtica, donde le recomiendan abandonar el lugar y solicitar informaci¨®n en el Ministerio de Defensa. Los carabineros tampoco quieren dar informaci¨®n porque dicen que esta operaci¨®n no es cosa suya.La ocupaci¨®n dura casi 12 horas. Inmediatamente despu¨¦s se pone en marcha, en la parroquia, el mecanismo de organizaci¨®n del barrio. La directiva de la poblaci¨®n y miembros de la comisi¨®n de derechos humanos reciben las reclamaciones de los familiares de quienes no han vuelto a casa, elaboran la lista de detenidos y se preparan para intentar las acciones legales posibles.
El sacerdote Marie ha convocado, mientras tanto, a los cristianos en la iglesia. En su homil¨ªa pide: "Amar a nuestros, enemigos, hacer el bien a quienes nos humillan, rezar por quienes nos maltratan".
La villa O'Higgins hace el n¨²mero 35 de las poblaciones allanadas de forma similar desde que hace dos meses el Gobierno del general Augusto Pinochet incorpor¨® este sistema a sus m¨¦todos de represi¨®n. En ese per¨ªodo han sido detenidas temporalmente, fichadas y controladas, unas 100.000 personas. Los jueces s¨®lo han encontrado pruebas para procesar a una decena de ellos.
En algunos casos, los soldados han repartido bocadillos y bebidas entre los pobladores despu¨¦s del allanamiento. Habitualmente, d¨ªas despu¨¦s de la ocupaci¨®n los militares regresan con m¨¦dicos, peluqueros, electricistas y orquestas.
El enviado de la comisi¨®n de derechos humanos de la ONU, el costarricense Fernando Volio, considera los allanamientos una de las peores formas de represi¨®n.
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