Delvaux y Fellini, dos maneras de reivindicar el cine de autor
La Semana de Cine ha comenzado con algunas bajas de ¨²ltima hora, la m¨¢s importarte de las cuales es Monna Lisa, la pel¨ªcula de Neil Jordan con que su protagonista, Bob Hoskins, gan¨® el premio al mejor int¨¦rprete masculino en el ¨²ltimo festival de Cannes. Es s¨®lo una ausencia m¨¢s, que viene a sumarse a las ya conocidas de Piratas, de Polariski, y Hannah and her sisters, de Woody Allen, retiradas por las distribuidoras espa?olas.A pesar de este inconveniente, y de otros que se derivan de eternos problemas de infraestructura que aplazan siempre para el a?o siguiente la transformaci¨®n de la Semana en un aut¨¦ritico festival, la inauguraci¨®n de esta edici¨®n no ha podido ser m¨¢s afortunada. Delvaux y Fellini son los dos grandes protagonistas de la primera jornadacon Babel ?pera y Ginger e Fred. La primera es, en palabras del cineasta belga, "una comedia musical para la que hemos contratado a Mozart. Adem¨¢s, hemos dispuesto de los decorados de la ?pera. Si no hubi¨¦ramos tenido esto, nos har¨ªa falta Cinecitt¨¢ y un presupuesto felliniano para poder rodar Babel ¨®pera". Pero, ?de qu¨¦ trata la pel¨ªcula? "En un cierto sentido es una met¨¢fora sobre B¨¦lgica, sobre una naci¨®n en la que coexisten distintos idiomas, en la que viven miles de funcionarios de toda Europa, un lugar de paso de fronteras borrosas, entre naciones y culturas m¨¢s poderosas, pero es tambi¨¦n una reflexi¨®n sobre la necesidad de ser sincero y no hacer trampas en el trabajo o en el amor".
Producida por la Loter¨ªa Nacional Belga, Babel ¨®pera es un excelente testimonio de la sinceridad, inteligencia y sensibilidad de uno de los grandes cineastas europeos, capaz de renunciar a los trucos de su maestr¨ªa para plantearse -ya lo hizo en su magn¨ªfica entrevista con Woody Allen- un encargo como una buena ocasi¨®n.para interrogarse e interrogar a sus colegas y seguidores. Con iron¨ªa, suavidad, elegancia y melancol¨ªa, Delvaux habla del derecho a la palabra, de un derecho del que uno no puede servirse impunemente.
Partiendo de premisas radicalmente distintas, Fellini llega a las mismas conclusiones. En Ginger e Fred, adem¨¢s de toda la nostalgia sobre un mundo desaparecido, hay un fenomenal estudio impresionista sobre lo que es y representa la televisi¨®n como veh¨ªculo de trivializaci¨®n. La pel¨ªcula no est¨¢ planteada contra o,sobre la peque?a, pantalla, sino dentro de ella. La acci¨®n transcurre siempre dentro de un mundo televisivo, lo cual no significa -como a veces el propio Fellini ha querido dar a entender- que estemos ante una cr¨®nica objetiva. Basta con los decorados y el vestuario, los m¨¢s horrorosos nunca fabricados por el cineasta, para darse cuenta de que su pretendilda no beligerancia es una falsedad. En Ginger e Fred todo es feo, una especie de pesadilla circense en la que las lentejuelas han sido sustitu¨ªdas por los rayos l¨¢ser, la inocencia popular por una voluntad de embrutecer. La socializaci¨®n del censumo de espect¨¢culo se ha hecho partiendo de lo m¨¢s bajo, de ese gigantesco pie de cerdo que pende del techo de una estaci¨®n ferroviaria, de ese minuto de fama universal que Warliol pronosticaba para todos los habitantes del planeta.
Ginger e Fred es el desarrollo de un fragmento del episodio fel,liniano de Historias extra ordin a rias. Aqu¨ª los h¨¦roes son una pareja de antiguos bailarines, hoy achacosos, que lograron su popularidad imitando a Astaire y la Rogers. Su presencia es reclamada no por su.s m¨¦ritos o esfuerzo art¨ªstico, sino porque se les puede utilizar para ilustrar una ¨¦poca, destino consustancial a todo el espect¨¢culo televisivo, en el que todos debemos plegarnos a las necesidades de un discurso idiota, servir de soporte y c¨®mplice de algo que nos es ajeno y se nos impone: la palabra impune.
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