Lo malo de Euskadi
Hace pocos d¨ªas asist¨ª a una sesi¨®n de nuevo cine vasco en una sala p¨²blica de Donostia, compuesta por tres documentales de la serie Ikuska y un largometraje de Alfonso Ungr¨ªa, todo ello -como es natural- en euskera con subtitulaci¨®n castellana.No pretendo juzgar la calidad cinematogr¨¢fica de los productos exhibidos, para lo que carezco de competencia, aunque me congratulo de que el nivel t¨¦cnico del cine: de mi tierra, alcance una dignidad y eficacia. indudables. Sin embargo, sobre el planteamiento digamos ideol¨®gico de esas pel¨ªculaS ya me tienta hacer alguna glosa, ya. Y como nuestro t¨ªo a nous tous Oscar Wilde ense?¨® que la ¨²nica forma jubilosa de vencer una tentaci¨®n es ceder a ella, voy a poner manos a la obra.
De los tres documentales del comienzo, uno vers¨® sobre el bombardeo de Guernica, con entrevistas a los supervivientes, superposici¨®n de estruendo explosivo y aviones lanzando su mort¨ªfera carga, rematado por el justificado corolario de "nunca lo olvidaremos". En efecto, ojal¨¢ nunca se olvide la leg¨ªtima repugnancia que despierta en todo pecho bien nacido la utilizaci¨®n de explosivos contra objetivos civiles, sobre todo con la infame coartada de dar una lecci¨®n o imponer un escarmiento. Otro de los cortos presenta a un arrantzale de Donibane deambulando con su barquita por la costa y rememorando el pasado pesquero de la zona frente a playas llenas de turistas en biquini y patines acu¨¢ticos a pedales. La nimia an¨¦cdota se plantea no ya de modo acr¨ªtico, sino con una autocomplacencia beat¨ªfica, como si se tratara del testimonio antropol¨®gico sobre una tribu perdida en alg¨²n ed¨¦n remoto y no de un duro y conflictivo oficio contempor¨¢neo cuyos aspectos superficialmente anecd¨®ticos son ya conocidos por cualquiera de los espectadores a los que se dirige el documental. El tercero fue un intento de presentar la condici¨®n de la mujer en Euskal Herr¨ªa antes y ahora, simbolizada sucesivamente por una se?ora anciana, una mujer madura y una jovencita.
La tesis parece ser que la mujer vasca ha perdido su independencia porque ya no administra el dinero familiar como anta?o -vamos, que los independizados son ahora los varones-, pero a cambio puede ya hacer oficios modernos (verbigracia: enfermera). La puerilidad sociol¨®gica de este repaso a la etxekoandre fuerte de la Biblia desarma el morbo cr¨ªtico de la lengua m¨¢s afilada.
El largometraje de Ungr¨ªa, protagonizado por Patxi Bisquert, se basa en el buen relato Ehun metro (Cien metros), de Ram¨®n Saizarbitoria. Narra los ¨²ltimos momentos de un militante de ETA muerto por la polic¨ªa en plena parte vieja de Donostia. Algunos flash-backs refieren una tenue historia amorosa que une postreramente el destino de dos hombres muy distintos. Se aplica, como suele ser habitual en este cine, el m¨¢s riguroso esquematismo: el mundo se divide en polic¨ªas y etarras (con la injerencia ocasional de se?oritas que piensan en lo infinito, a partir del v¨¦rtigo de estampas autorreferenciales tipo los pendientes de La v?che qui rit), tal como a los ocho a?os todos somos indios o vaqueros. Es un mundo ahist¨®rico en el que cuanto ten¨ªa que pasar -el fin del ruralismo paradisiaco, la llegada del mal procedente de Madrid- ya ha sucedido, y ahora s¨®lo queda resistir a tiros y cantar todos juntos el d¨ªa de la fiesta mayor.
Como en las edificantes historias de los primeros cristianos, los buenos son puros y combativos, m¨¢rtires vocacionales, mientras que los tibios acaban aceptando el ejemplo de las catacumbas y los malvados proc¨®nsules chirr¨ªan los dientes y sirven a C¨¦sar. Ni siquiera se trata de propaganda: es, sencillamente, que hay que ser majo y que m¨¢s vale no molestar a nadie ni turbar los dogmas de la leyenda dorada.
Lo malo de Euskadi no es el nacionalismo, enfermedad, por otra parte, demasiado com¨²n y que un partido de f¨²tbol puede encender en una noche con todo su vandalismo racista, como ocurri¨® en Melilla. Lo malo de Euskadi es el abismal conservadurismo pol¨ªtico, cultural y social de este paisanaje con fama subversiva, el beato conformismo con que acepta la versi¨®n oficial -es decir, antiestatal- de s¨ª mismo. Toda vez que uno es ferozmente enemigo de lo que viene de fuera -"que se vayan, fast¨ªdiales, d¨¢les con tu voto o con tu bota", etc¨¦tera-, ya puede ser plenamente conservador de lo nuestro, lo mismo que hay pa¨ªses de audaz pol¨ªtica exterior progresista y sumamente represivos en su gesti¨®n interna. Tierra de herejes contra esa sagrada unidad de Espa?a que tanto preocupa a quienes no pueden remediar haber sido educados en campamentos juveniles de la OJE; lo grave es que en ella no hay herejes contra la sagrada identidad de Euskadi, sus pompas y sus obras. Quiero decir, herejes de izquierda, cuestionadores de lo mayoritario: los bertsolaris m¨¢s aplaudidos hablan de armas, muertos y revoluci¨®n en los tonos m¨¢s complacientemente apocal¨ªpticos, pero ninguno se atreve a ser el escandaloso Rimbaud del p¨²blico adicto que le jalea y apuesta por ¨¦l... En su cine, igualmente, ser¨¢ vano -salvo atisbos valiosos, como en La muerte de Mikel- buscar cualquier autocr¨ªtica del nosotros: todo es echar culpas fuera, como hacen con los balones los equipos a la, defensiva.
Sin embargo, este mal no es algo que se cura con entierros disueltos a ca?onazos, ni con nadadores esposados en los r¨ªos, ni con oportunos atentados de espont¨¢neos demasiado parecidos a funcionarios asilvestrados. En cambio, quiz¨¢ el crecimiento electoral de Herri Batasuna, que tanto alarma a algunos, sea de lo m¨¢s positivo: cuanto mayor peso civil y pol¨ªtico tenga esta coalici¨®n abertzale, menos tendr¨¢ que limitarse a servir de oficina de relaciones p¨²blicas de ETA.
Como cualquier otra instancia militar aut¨®noma, ETA es esencialmente reaccionaria, es decir, necesita dar a entender que hay una dictadura militar oficiosa en el Estado espa?ol para as¨ª justificar su propia oferta de una dictadura militar revolucionaria en Euskadi. Por tanto, se empe?a en no aceptar otro interlocutor que el Ej¨¦rcito espa?ol, y Herri Batasuna, hasta ahora, no ha tenido otra opci¨®n que seguir repitiendo esta oferta de di¨¢logo cuartelario. ?Habr¨¢ llegado ahora su momento, gracias a los votos -es decir, a la aceptaci¨®n del juego civil-, de poder independizarse un poco de su mecenas militar? Si la ocasi¨®n se brinda ser¨ªa demasiado torpe por parte de las otras fuerzas pol¨ªticas del Estado negarse a aceptar el reto. Ya es hora de que el conservadurismo establecido -que es lo malo de Euskadi, como lo ha sido durante tanto tiempo del resto de nuestro conjunto estatal- empiece a resquebrajarse por alg¨²n lado..., aunque s¨®lo sea para que mejoren nuestras perspectivas cinematogr¨¢ficas.
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