A prop¨®sito de un dolmen
Los d¨®lmenes eran monumentos. Monumentos funerarios, de una cultura protohist¨®rica. O sea, serv¨ªan para rememorar -por tanto, para perpetuar en las mentes de los hombres-, antes de las cr¨®nicas o de la historia escrita, a los muertos. Claro que uno pod¨ªa hacerse un dolmen en vida, para que pusieran all¨ª su cad¨¢ver cuando llegara la muerte, igual que alguien se compra la sepultura en vida o alguien que puede se manda hacer un mausoleo.En la Edad del Bronce vino a Europa la cultura de los d¨®lmenes, entrando por alg¨²n puerto del mar de Albor¨¢n o del Mediterr¨¢neo a la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, se extendi¨® por Almer¨ªa; hubo una concentraci¨®n fant¨¢stica de d¨®lmenes (m¨¢s de 200) cerca de Guadix, en el valle del r¨ªo Gor. Esta costumbre se extendi¨® a Andaluc¨ªa occidental y por Lusitania y Galicia, siendo m¨¢s tarde exportada a toda la Europa noratl¨¢ntica, las islas Brit¨¢nicas y Escandinavia.
Esto a prop¨®sito del dolmen de Dal¨ª. ?Qu¨¦ ha querido hacer Dal¨ª? El dolmen es una forma bella, bell¨ªsima por su sencillez y primitiva, de crear espacio. Tres pies y un techo: volumen simple y abstracto pero estable y definido, con cuatro lajas de roca arrancadas al paisaje. Monumento pesado, m¨¢s vuelto a la Tierra que las estelas, los menhires, los obeliscos y aun que las pir¨¢mides de dilatada base pero al fin y al cabo en punta hacia lo alto.
Pero el dolmen es una c¨¢mara sepulcral. Mejor dicho, una cueva sepulcral: un artificio, un remedo de cueva, querer apenas un seno de la tierra -inferi, infiernos; esto es, el fondo de la madre Tierra-,semilevantado sobre la superficie del planeta. S¨ª; los d¨®lmenes, como las, pir¨¢mides y los mausoleos, son cuevas artificiales construidas hacia arriba, m¨¢s que esquemas de casas para la vida del m¨¢s all¨¢. No como las tumbas con estela, l¨¢pida o cruz, que son casas del muerto hacia abajo, con los cimientos o el ancla hacia lo alto. Son esos cimientos lo que se adorna; que los vivos, una vez muertos, son, todos iguales, por poco o mucho que les preocupe el m¨¢s all¨¢. Donde realmente perviven y se distinguen es en sus obras.
Indicios de cultos
Veros¨ªmilmente pensaban en una vida o poderes permanentes los humanos de hace m¨¢s de 200.000 y 300.000 a?os, que han de ado posibles indicios de culto a cr¨¢neos y mand¨ªbulas y quiz¨¢ practicaban una neurof¨¢gia ritual. Los neandertales de la Ferrasie y de La Chapelle-aux-Saints y sus coet¨¢ neos levantinos de Shanidar, de Kiik-Koba y de Staroselje enterraban a sus muertos en abrigos rocosos y en cuevas, con adornos, ajuar, comida, ramos de flores y pu?ados de mariposas. De esto hace 100.000 a 40.000 a?os; y los enterraban, bien en dec¨²bito supino, bien en postura fetal, como tantas culturas hist¨®ricas. En una de las primeras tradiciones del Bronce mediterr¨¢neo, se enterraba en cuevas. As¨ª el propio Abraham, ciudadano de Ur, por inspiraci¨®n prof¨¦tica convertido en pastor y n¨®mada del Bronce II, compr¨® justo la entrada de una cueva para enterrar en ella a Sara, su mujer.
En curiosas sepulturas hipogeas, prolijamente excavadas en la roca, se hac¨ªan enterrar los pr¨ªncipes en la isla Elefantina, frente a Asu¨¢n, en la frontera sur del reino meridional de Egipto, en el tercer milenio antes de nuestra era.
Hab¨ªa comenzado la serie de suced¨¢neos de las cuevas. Uno de los primeros y m¨¢s baratos es el que caracteriza la extendid¨ªsima cultura de los campos de urnas funerarias; entre los m¨¢s lujosos se cuentan los actuales mausoleos, y de los m¨¢s grandiosos fueron sin duda las pir¨¢mides de Gizah y de los aztecas.
En torno al comienzo de nuestra era, el suced¨¢neo de la cueva, el seno de la madre Tierra era para los muertos la sepultura excavada, con descenso, cierre de losa o ladrillo, atrio y c¨¢mara, o bien con fosa y divert¨ªculo lateral, o con fosa y b¨®veda, o simple fosa seg¨²n el rango socioecon¨®mico del muerto.
Construcci¨®n de artificio
La cultura de los d¨®lmenes enterraba en cuevas remedadas dentro de colinas igualmente de artificio. Se dispon¨ªan tres grandes rocas m¨¢s o menos planas, enhiestas, haciendo dos laterales y un fondo, y otra m¨¢s encima como techo. Delante se dejaba una abertura a modo de puerta, a veces prolongada en un corredor, incluso larga galer¨ªa. Luego se terraplenaba y cubr¨ªa todo simulando un mont¨ªculo. El acceso se tapaba despu¨¦s del funeral. Con el correr de los siglos, la erosi¨®n se ha llevado los mont¨ªculos de tierra. Los d¨®lmenes, pues, no son sino los esqueletos p¨¦treos de aquellas sepulturas remedo de las cavernas montafleras. Los antrop¨®logos y arque¨®logos pueden tener la suerte de encontrar en su interior restos corp¨®reos o vestigios de ajuar como documentos de historias milenarias fehacientes, si bien no escritas.
La variedad de tipos de tales estructuras funerarias monumentales, desde los talayots hasta los templos y monasterios, es inmensa; todos, con m¨¢s o menos arte y labor, imitan una cavidad en el seno de una monta?a.
Elecci¨®n consecuente
Salvador Dal¨ª ha escogido la estructura esquel¨¦tica, esencial y simple, del dolmen. Eso s¨ª, llamativa por su tama?o, sin exagerar demasiado. No se trata de ning¨²n rey, fara¨®n o r¨¦gulo. Plantada en la urbe viva, no en la necr¨®polis. Dal¨ª sigue siendo, aun en sus excentricidades, consecuente con Dal¨ª. El dolmen no tendr¨¢ ajuar, y no ser¨¢ cubierto con el mont¨ªculo de tierra porque no est¨¢ hecho para alojar un muerto, sino estrictamente para perpetuar una memoria. Salvador Dal¨ª pod¨ªa bien decir lo que Horacio de su obra po¨¦tica: "Exegi monumentum aere perennius".
La estructura dolm¨¦nica nunca se hizo para que la contemplaran los vivos, sino para dar un espacio nuevo a los muertos en el seno de la tierra. La memoria de los muertos entre los vivos se aseguraba apenas con la discreta cubierta de tierra, y con lo que dije de sus obras y descendencia. Es como dejar una gran tumba al aire. Pero ah¨ª est¨¢ esa estructura elemental, cruda y de ambiguo sentido. Genial Dal¨ª.
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