16 personas viven en la calle para pedir una vivienda
Un grupo de 16 personas ha acampado con todos sus enseres, desde hace una semana, a la altura del n¨²mero 164 de la calle de L¨®pez de Hoyos, frente a un viejo caser¨®n abandonado de dos plantas que ocuparon el pasado mes de noviembre y del que fueron desalojados por la polic¨ªa. Los acampados, entre los que se encuentra un ni?o de cuatro a?os, reclaman su derecho a "una vivienda digna", y afirman que la ocupaci¨®n del citado inmueble se llev¨® a cabo con la aprobaci¨®n del hijo del propietario. La demolici¨®n de la vivienda, en estado ruinoso, comenz¨® a principios de semana.
Unas vallas met¨¢licas sirven para trazar sobre la calle el hogar imaginario y sin techo de los acampados. Sobre la estrecha acera se amontonan colchones, sillas, cojines, cubos y todo tipo de mobiliario provisional. Desde una esquina, Joaqu¨ªn contempla con la incredulidad de sus cuatro a?os el desfile incesante de tubos de escape, que han dejado su huella negra en la fachada del viejo caser¨®n.Su padre, Jos¨¦ ?ngel Quintana, de 24 a?os, justifica as¨ª la singular acampada: "No hay forma humana de poder conseguir una vivienda digna con nuestros ingresos. S¨®lo nos queda la alternativa de los albergues, pero eso nos obliga a vivir separados... La familia es lo primero". Joaqu¨ªn, Jos¨¦ ?ngel y su mujer, Francisca, ocuparon el pasado mes de noviembre, con otras 20 personas, cinco habitaciones del viejo caser¨®n, que ni siquiera tiene n¨²mero.
La edad media de los ocupantes era de unos 30 a?os. Les un¨ªan un vinculo amistoso y una necesidad com¨²n: encontrar un techo donde vivir. Todos ellos se repart¨ªan entre el paro y el trabajo eventual. As¨ª subsist¨ªan, a duras penas, gracias tambi¨¦n a la colaboraci¨®n de vecinos y comerciantes de la zona, que les prestaban alguna que otra ayuda en forma de dinero y alimentos. Algunos acabaron y¨¦ndose, luego se incorpor¨® gente nueva.
Apoyo del due?o
"A primeros de a?o", recuerda Jos¨¦ ?ngel, "vino a visitarnos el hijo del due?o, porque hab¨ªa una aver¨ªa en la canalizaci¨®n del agua. "No nos puso ninguna pega a que sigui¨¦ramos aqu¨ª", se?ala. "Es m¨¢s, vino una segunda vez y se tom¨® una cerveza con nosotros. Que sepamos, ha estado pagando los recibos del agua en los ¨²ltimos meses".Los ocupantes se repartieron en cinco de las ocho habitaciones del piso superior -"la planta baja era inhabitable", precisa Jos¨¦ ?ngel-. Viv¨ªan sin luz el¨¦ctrica, amenazados primero por la humedad y luego por el polvo. As¨ª hasta hace una semana.
"La polic¨ªa ya hab¨ªa entrado alguna que otra vez de malos modos", afirma Jos¨¦ ?ngel, "pero nos dejaban en paz despu¨¦s de pedirnos la identificaci¨®n y cachearnos". El 26 de julio lleg¨® la hora inevitable: "La polic¨ªa nos desaloj¨® por la fuerza, sin ense?arnos ninguna orden judicial. Cerraron las puertas con clavos y candados".
Cuatro d¨ªas despu¨¦s comenzaron las obras de demolici¨®n. Lo primero en caer fue el techo. Los ocupantes, que ya se hab¨ªan instalado con sus enseres a las puertas del inmueble, soportaron una lluvia de polvo y alg¨²n que otro fragmento m¨¢s s¨®lido. Las cuatro paredes del viejo caser¨®n siguen, sin embargo, en espera de la piqueta para permitir el ensanche de la calle.
Pancartas, recogida de firmas, cortes de tr¨¢fico... Los acampados quieren hacerse notar de una u otra manera. De momento no han pensado otra forma de presi¨®n, aunque alguno se plantea ya el hacer una huelga de hambre. "Lo ¨²nico que queremos es que alg¨²n responsable se haga cargo de nuestro problema y nos ofrezca una soluci¨®n", se?ala uno de los acampados.
Los acampados cuentan, seg¨²n dicen, con el respaldo mayoritario de los vecinos. Las 300 firmas recogidas y la actitud de la gente que se acerca al peculiar campamento as¨ª lo atestiguan.
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