Paz, piedad y perd¨®n
Dentro de pocos d¨ªas se cumple medio siglo del comienzo de uno de los episodios m¨¢s tristes de nuestra historia, la guerra civil, que a lo la rgo de casi tres a?os sembr¨® la muerte, la ruina y la desolaci¨®n en millares de hogares espa?oles.Es mi prop¨®sito con estas l¨ªneas contribuir a borrar y disipar resentimientos, manifestando el deseo que a continuaci¨®n expongo, como un simple ciudadano que en agosto de 1936 cumpli¨® 15 a?os y que, por consiguiente, sin haber combatido, tiene vivencias suficientes de aquellos a?os aciagos.
Mi sugerencia es la siguiente: comoquiera que al finalizar la guerra, y por circunstancias hist¨®ricas explicables, se orden¨® que a la entrada y exterior de los templos parroquiales, y encabezados por el t¨ªtulo de "Ca¨ªdos por Dios y por Espa?a", se colocaran l¨¢pidas en las que figuraran los muertos en campa?a o violentamente, pero s¨®lo los correspondiente al bando vencedor, creo que ha llegado el momento de:
1. Quitar dichas l¨¢pidas.
2. Trasladarlas e instalarlas en un sitio digno, o a la entrada de los cementerios.
3. Completar las listas con los que en iguales circunstancias murieron en el bando de los vencidos.
4. Que tanto upos como otros vayan precedidos por los nombres de aquellos de quienes se tenga memoria y que con anterioridad al 18 de julio de 1936 dieron su vida por la patria. .
5. Sustituir el encabezamiento actual por otro, que bien pudiera decir: "A todos los que dieron su vida por Espa?a o murieron v¨ªctimas de la guerra civil".
6. Celebrar de forma institucional un solemne funeral para que todos los creyentes pudi¨¦ramos asistir como signo eficaz de reconciliaci¨®n.
Como colof¨®n de mi deseo, s¨®lo me resta transcribir las bellas palabras de don Manuel Aza?a, pronunciadas en el Ayuntamiento de Barcelona el 18 de julio de 1938: "Cuando la antorcha pase a otros hombres, a otras generaciones... Si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio espa?ol vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucci¨®n, que piensen en los muertos y que escuchen su lecci¨®n: la de esos hombres que han ca¨ªdo embravecidos en la batalla, luchando magn¨¢nimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos env¨ªan con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: paz, piedad y perd¨®n".-
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