El plazo
Lo despert¨® un mirlo. Se levant¨® temprano. Ten¨ªa algo importante que hacer esa ma?ana, aunque no sab¨ªa exactamente qu¨¦. Se duch¨® cantando y mientras se afeitaba espole¨® un poco la memoria. ?Le esperaba un pago inexcusable, una cita de negocios, un. vencimiento judicial? Pod¨ªa tratarse tal vez de un funeral o de una boda. No lograba acordarse en ese momento. Esto le sucede a menudo a la gente muy ocupada. Era un d¨ªa como otro cualquiera y ¨¦l se sent¨ªa relativamente feliz. Durante el desayuno, aspirando el aroma del caf¨¦, ley¨® algunas cat¨¢strofes en el peri¨®dico y entre un desfalco y un tiroteo los ojos se le iban por el ventanal hasta la verja del jard¨ªn donde a¨²n hab¨ªa rosas encendidas. Cantaban los p¨¢jaros. Cuando sali¨® de casa en direcci¨®n al trabajo oli¨® la hierbaluisa y en el trayecto de autom¨®vil dese¨® a cuatro muchachas distintas que le sonre¨ªan desde las vallas. La sensaci¨®n de un compromiso ineludible le sigui¨® acaparando, pero no ten¨ªa por que preocuparse. A fin de cuentas el asunto estaba anotado en la agenda de la oficina.No obstante se entretuvo imaginando o descartando algunas posibilidades. Ning¨²n familiar hab¨ªa muerto. Nadie le hab¨ªa invitado a almorzar, no hab¨ªa solicitado un solo cr¨¦dito, todas sus deudas se encontraban debidamente aplazadas, hab¨ªa conseguido un alto el fuego en el amor, su salud era excelente, tampoco le acechaba la polic¨ªa o el inspector de Hacienda. Aun as¨ª, en la cervical llevaba el peso de una obligaci¨®n perentoria. La calle luc¨ªa un puesto de flores en cada esquina, los fruteros silbaban melod¨ªas de amor sopesando los primeros melones y ¨¦l tambi¨¦n se sent¨ªa euf¨®rico aquella fresca ma?ana. Al cruzar el vest¨ªbulo salud¨® jovialmente al conserje. Entr¨® en la sede de la empresa y a medida que fue avanzando hacia el despacho todos los empleados le dijeron buenos d¨ªas. Finalmente lleg¨® a su mesa y primero repas¨® la agenda para salir de dudas. En la hoja ¨¦l mismo hab¨ªa escrito taxativamente: recuerda que hoy tienes que suicidarte. Se llev¨® una sorpresa, pero no dud¨® nada. Sac¨® el revolver del caj¨®n, se apunt¨® en la sien, sonri¨® y a continuaci¨®n se hizo -saltar la perola sin m¨¢s.
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