El espa?ol y EL PA?S
El intelectual tiene pasiones que la inteligencia no comprende. EL PA?S, este peri¨®dico, es tanto el diario de la Espa?a pensante como una superstici¨®n intelectual, heredera a¨²n (le lo que fue, con el franquismo, "el sobaco ilustrado", cuando hab¨ªa que llevar bajo el brazo un Marcuse o un Le Monde. Fuera de dudas la influencia intelectual, social, pol¨ªtica de EL PA?S es la historia de la democracia espa?ola, que en buena medida ha contribuido, a crear, nos interesa, aqu¨ª y ahora, considerar EL PA?S m¨ªtico como una (le las supersticiones de la intelligentzia. Supersticiones (modas, esnobismos) que acompa?ian siempre a un fen¨®meno, cultural, por muy aut¨¦ntico que ¨¦ste sea. EL PA?S presenta una cabecera. E cera sobria, de buen gusto, un poco arcaizante, que de alg¨²n modo remite al viejo liberalismo, al viejo progresismo, a los viejos ideales porveniristas de una Europa todav¨ªa rom¨¢ntica. Lo de "Diario independiente de la ma?ana" parece que nos abre a la independencia matinal del mundo. "Independencia" es el nombre localista de la libertad. El peri¨®dico tiene un director conocido y joven. Se abre, casi siempre, a tres columnas, con una informaci¨®n nacional o internacional. Las cinco columnas suelen completarse con una foto o con una informaci¨®n secundaria. La ¨²nica foto de primera p¨¢gina suele ser:- Mundial (de esas que dan la vuelta al mundo).
- Nacional (significativa y diferente, casi siempre, de las portadas de otros peri¨®dicos).- Anecd¨®tica (de distracci¨®n o relajamiento).
A dos grandes titulares pol¨ªticos corresponde una foto deportiva -ciclismo, por ejemplo-, m¨¢s un anuncio y un sumario. En el sumario prima, por este orden, la pol¨ªtica internacional, la nacional, el inter¨¦s social y lo anecd¨®tico. El peri¨®dico, por su formato grande, sigue la filosof¨ªa de ofrecer el mundo en una ojeada, al lector, resumiendola actualidad, todo el mapa del d¨ªa anterior, en una p¨¢gina.
El irracionalismo que alimenta EL PA?S, o las supersticiones de la inteligencia, est¨¢n ya en al sugesti¨®n de la cabecera, en la manera sobria, lac¨®nica, imparcial de titular, en la introducci¨®n cotidiana de una noticia "progre" muy a la vista, m¨¢s el bien seleccionado sumario y ]la buena elecci¨®n de la foto. Antes de leer el peri¨®dico, el comprador tiene ya delante una promesa de modernidad, de objetividad, de "revoluci¨®n con buenos modales", de progresismo que: no se rasga por nada las vestiduras de papel. EL PA?S titula informando, mientras que otros titulan opinando. EL PA?S,desde la primera p¨¢gina, queda progresista sin decirlo, sin gritarlo. El comprador recibe un flash de racionalidad, de capacidad de ordenar el mundo en una p¨¢gina, que le depara tranquilijad, que le aquieta, sin duda, muchos conflictos interiores. Todo va mal, a veces, pero hay en Espa?a un peri¨®dico (un equipo un sector social: todos los otros compradores) con quien identificarse. Hay, un continente de racionalidad al que debemos llegar desde nuestro caos ¨ªntima, Son las supersticiones de la inteligencia, o la inteligencia como superstici¨®n. El mundo y mi vida son un desastre, pero he aqu¨ª un peri¨®dico capaz de ordenar el mundo cada ma?a?a. Despu¨¦s de leerlo, lo tendr¨¦ todo m¨¢s claro. EL PA?S serena el ¨¢nimo, no mediante la exaltaci¨®n bulliciosa de lo que uno quiere o¨ªr, sino mediante el orden, la paz, la imperturbabilidad, el equilibrio, la buena confecci¨®n.
El viejo cartesiano, el maduro kantiano, el joven revolucionario cient¨ªfico, todo hombre / mujer de Orden, de pensamiento, todo el que necesita aclarar y aclararse el mundo, sin gritos ni arrancadas, se serena mucho el coraz¨®n y se refresca el seso leyendo EL PA?S, Quiz¨¢, tanta correcci¨®n profesional est¨¦ sirviendo que no ocultando, el desorden de los d¨ªas y la noticia alarmante, pero las supersticiones de la raz¨®n son tan fuertes, irracionales y poderosas como las otras. A partir de un peri¨®dico bien confeccionado puede empezar a confeccionarse un pa¨ªs. Un editorial puede denunciar insalvables injusticias, pero si el editorial est¨¢ bien escrito y la injusticia queda explicada, empieza a a desaparecer. Lo de EL PA?S, en lectura irracional, es un poco lo del fil¨®sofo Cioran: lo niega todo tan brillantemente que su prosa es ya una afirmaci¨®n de vida y belleza. Para qu¨¦ suicidarse escribiendo tan bien. No es de extra?ar, pues, que este peri¨®dico le haya dedicado siempre especial atenci¨®n a Cioran.
EL PA?S sirve tantas cat¨¢strofes como los dem¨¢s peri¨®dicos, pero no las sirve catastr¨®ficamente. Es, hegelianamente, el Esp¨ªritu de los tiempos, la raz¨®n, ense?ore¨¢ndose sobre la Historia: ning¨²n lector se lo plantea tan ret¨®ricamente, pero as¨ª lo siente por dentro. El secreto y el ¨¦xito de EL PA?S han estado en bajar la voz donde todo el mundo grita. EL PA?S ha puesto la vida espa?ola en tono de conversaci¨®n discreta. Esto no mejora las cosas, pero mejora las conversaciones. En su ¨²ltima p¨¢gina (la primera y la ¨²ltima son las que antes se miran), EL PA?S nos sirve una columna breve y diaria que va del veterano V¨¢zquez Montalb¨¢n al reciente y brillante Vicente Verd¨². En cuanto a los temas, la pol¨ªtica le¨ªda anecd¨®ticamente, la buena prosa por la buena prosa, con un fondo de acracia de oro, el feminismo, el miniensayo sobre la vida cotidiana, la pasi¨®n ir¨®nica por las tecnolog¨ªas, son los dominantes en cada autor. La redacci¨®n esmerada, la escritura literaria, personal en cada colaborador, hasta el punto de que ninguno necesitar¨ªa firmar, el estilo, en fin, o la voluntad de estilo, ponen punto final al peri¨®dico con un gramo de locura sensat¨ªsima, ?Y qu¨¦ es la literatura sino otra superstici¨®n de la inteligencia? Quiz¨¢ la m¨¢s fuerte y antigua: la superstici¨®n de la palabra. Quiere decirse que peri¨®dico tan sobrio no ha renunciado siquiera a una cenefa de buena prosa. Mientras haya un hombre o una mujer ordenando su estilo bajo el cielo alegre de los misiles, los Challenger y la nube cumuliforme de Chernobyl, la cultura no puede morir, ni la humanidad, ni siquiera el humanismo, ese busto de S¨¦neca en escayola para poner sobre el piano, el¨¦ctrico.
Sabemos que las ideas arraigan en una zona del cerebro y las creencias (supersticiones) en otra. EL PA?S, que ha difundido y difunde muchas ideas, no puede evitar que le crezcan, por la parte de atr¨¢s del jard¨ªn, algunas supersticiones o creencias supersticiosas, y. que son precisamente las de la inteligencia. EL PA?S mismo es y . a una superstici¨®n nacional. Consagra pol¨ªticos, hombres p¨²blicos, pintores. EL PA?S podr¨ªa probar a promocionar un tonto, y lo consagrar¨ªa. Estamos en ese punto en que la informaci¨®n supone idolizaci¨®n. El proceso irracional ha comenzado en la entra?a misma de uno de los peri¨®dicos m¨¢s tecnologizados de Europa. Toda esa tecnolog¨ªa, nautralmente, contribuye a hacer el peri¨®dico m¨¢s de prisa (que no mejor), pero tecnolog¨ªa no es racionalidad, sino racionalizaci¨®n cibern¨¦tica. El ordenador es todav¨ªa un or¨¢culo, un icono que nos env¨ªa el futuro. El uso de ordenadores no contribuye al cartesianismo de EL PA?S, sino todo lo contrario. El ordenador, entre espa?oles, a¨²n es como un despertador entre los negros salvajes.
Hay un sector de lectores que ha ca¨ªdo, inevitablemente, en el irracionalismo de la raz¨®n. En la superstici¨®n de agarrarse a un peri¨®dico sin supersticiones. Esto no es m¨¢s que una de las muchas lecturas que se le pueden hacer a EL PA?S. La superstici¨®n de la modernidad es tan fuerte como la superstici¨®n de la tradicionaldiad inm¨®vil. Y tan frecuente. S¨®lo que un supersticioso de la raz¨®n resulta siempre m¨¢s recuperable. Cuando Espa?a y el mundo empezaban a marearse en la org¨ªa perpetua del "todo vale", surge aqu¨ª EL PA?S como un mecanismo diario para ordenar el caos. Y el hombre centrifugado hace su mundo de ese mundo ordenado, y cada d¨ªa re novado, de tinta impresa. La actualidad no ser¨¢ una deflagraci¨®n mientras haya un solo peri¨®dico capaz de explicarla con calma. Capaz de diagnosticarla. Y sabe mos que el diagn¨®stico, en medicina, es ya m¨¢s de la mitad de la curaci¨®n. EL PA?S vive tanto de sus clientes l¨²cidos como de sus grandes y peque?os supersticiosos (que es para los que uno escribe).
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