De c¨®mo fueron los antepasados de la 'movida'
La bohemia era el conjunto de personas de "vida irregular y desordenada", seg¨²n los maestros del idioma. No s¨®lo eran artistas o aspirantes, sino un abigarramiento de personajes afines a esa forma de vivir que escap¨® a la norma burguesa: las grisetas -las menestralas, las obreritas...-, los supuestos estudiantes, algunos fracasados... Poco habr¨¢ que a?adir para comprender que aquel fen¨®meno no era otro que el que llamamos movida, que ha ido tomando varios nombres a lo largo del tiempo y de las filosof¨ªas dominantes -por ejemplo, los existencialistas-, pero que estructuralmente es siempre el mismo. La bohem¨ªa despert¨®, como todas estas marginaciones, una viva simpat¨ªa por quienes estaban a salvo de caer en ella: la burgues¨ªa.El libreto de ¨®pera que hicieron para.Puccini Giuseppe Giacosa y Luigi Illica se escribi¨® casi 50 a?os despu¨¦s, y hay que aceptar que, dentro de las obligaciones del g¨¦nero, cuenta singularmente bien la historia, con una gran capacidad de s¨ªntesis y algo que traspasa de a novela misma: las pinceladas, las situaciones, las alternativas entre las peque?as alegr¨ªas y la gran tragedia, el fondo de la miseria.
La forma de contarla ahora conserva esa peque?a magia teatral. Se acude a lo que puede llamarse verismo, con las singularidades que puede tener el teatro para aplicarle este t¨¦rmino: la buhardilla, el patio, la nieve, la estufa... Surge la sensaci¨®n de fr¨ªo, de solidaridad y amor, de hambre, de esperanzas.
Siguen pasando, claro, esos grandes disparates propios de nuestra ¨¦poca de decorativismo: que al pasar de la plazuela donde hay unas mesas de caf¨¦ a su interior, la banda militar que toca retreta tenga que desfilar por dentro del caf¨¦, como si se hubiera perdido. O que la monumentalidad de los decorados requiera tres descansos de m¨¢s de media hora cada uno para hacer los cambios. Los descansos fatigan, agotan.
Pero al menos esta vez los decorados no van en contra de la obra, no son indiferentes a ella o no conectada con ella de una manera metaf¨®rica, o hasta metaf¨ªsica, como suele suceder; las situaciones est¨¢n muy bien pintadas, tiene belleza de grabado, y los trajes que brotan a la luz en el cuadro de la plaza y el caf¨¦ tienen belleza propia, y los anacronismos y alguna ligera exageraci¨®n no s¨®lo no importan, sino que se a?aden a la descripci¨®n est¨¦tica.
El tama?o del escenario y las necesidades escenogr¨¢ficas pueden hacer parecer que el movimiento y la vivacidad del rinc¨®n de Par¨ªs se asemeje m¨¢s que nada a un tumulto, por el exceso de personajes movidos. Pero tiene gracia. Y la peque?a historia se mantiene: queda dicho que los marginales deentonces no son muy distintos de los de ahora, aunque algunas de las causas de defunci¨®n sean bastante distintas.
Si se hubiera conseguido aligerar el tiempo muerto y alentar a los cantantes para que interpretaran como actores -en este caso, la mejor es la joven Enedina Lloris, con Carlos Chausson: est¨¢n ya en una escuela m¨¢s moderna de actuaci¨®n en el g¨¦nero y han aceptado y asimilado las ense?anzas-, se habr¨ªa conseguido, desde el punto de vista teatral, una perfecci¨®n.
Babelia
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