La 'perspectiva feminista' y la Iglesia
El S¨ªnodo generalde la Iglesia de Inglaterra que acaba de celebrarse en York, durante los d¨ªas 4 al 9 de este mes de Julio, se qued¨® bloqueado ante la decisi¨®n m¨¢s dif¨ªcil de su historia": la ordenaci¨®n sacerdotal de las mujeres. Muchos hab¨ªan pensado que una medida disciplinar tan concreta no iba a tener tanta trascendencia. Los hechos han demostrado lo contrario. Es una decisi¨®n que tiene que apoyarse sobre tres pilares: la reflexi¨®n teol¨®gica, la aceptaci¨®n sociocultural y la voluntad de reconcilitaci¨®n o comuni¨®n con la Iglesia cat¨®lica. En 1975, el S¨ªnodo anglicano empez¨® a construir el primer pilar del puente, al declarar que "no existen objeciones teol¨®gicas fundamentales" para oponerse a la concesi¨®n del presbiterado a las mujeres. Hasta la fecha son ya 743 las que consagran la eucarist¨ªa en EE UU, Canad¨¢, Nueva Zelanda, Hong Kong, Kenia, Uganda y Brasil. Es de notar que otras confesiones protestantes, que ya hab¨ªan elegido mujeres para presidir los servicios religiosos, no admiten el valor sacramental del sacerdocio al modo de los cat¨®licos y anglicanos. De ah¨ª la especial significaci¨®n que para cat¨®licos y anglicanos tiene esta ruptura con la bimilenaria tradici¨®n de ambas iglesias. Esta innovaci¨®n se produce, adem¨¢s, en uno de los momentos de m¨¢xima aproximaci¨®n a la comuni¨®n cat¨®lica y pone en grave peligro el reconocimiento de las ordenaciones anglicanas por parte del Vaticano.Se puede decir que el movimiento feminista no hab¨ªa tocado fondo hasta descubrir sus ra¨ªces profundas en el sustrato religioso. Hasta ahora se trataba fundamentalmente de reivindicar los derechos de la mujer en el mundo civil y pol¨ªtico. Pero no se tocaba la sustancia misma de la condici¨®n femenina. La concepci¨®n androc¨¦ntrica de la vida y la visi¨®n patriarcal de la sociedad se ven afectadas s¨®lo perif¨¦ricamente cuando se lucha por conseguir el reconocimiento del voto femenino, por obtener la igualdad de condiciones en el trabajo o por ocupar puestos de responsabilidad en el mundo acad¨¦mico o en las instituciones pol¨ªticas. Si la historia de las culturas ha venido dibujando un perfil de presidente de gobierno, de ministro, de magistrado o de empresario con rasgos y virtudes espec¨ªficamente varoniles, estamos forzando en la pr¨¢ctica a la mujer a que se convierta en var¨®n para poder llegar m¨¢s f¨¢cilmente a tales puestos de influencia o de liderazgo en la sociedad.
Se ha hecho mucha teolog¨ªa sobre la mujer. Pero no se hab¨ªa intentado hasta ahora impregnar de feminismo a la teolog¨ªa. La perspectiva feminista desde hace un decenio se ha enfrentado con la din¨¢mica androc¨¦ntrica y los elementos culturalmente a?adidos y mis¨®ginos de la Biblia. Lo que se pretende, por tanto, es realizar un giro copernicano. Acabar con la hegemon¨ªa de la visi¨®n patriarcal de la sociedad y ofrecer una visi¨®n del mundo m¨¢s equilibrada seg¨²n la perspectiva feminista de la vida y de la fe cristiana. Las instituciones intelectuales y las disciplinas acad¨¦micas, seg¨²n esta nueva visi¨®n, tienen que ser corregidas y reestructuradas para que la mujer deje de ser sat¨¦lite del hombre no s¨®lo en las estructuras de autoridad, sino en los esquemas del pensamiento humano. La galaxia social debe funcionax por la gravedad propia y espec¨ªfica de cada sexo. Aunque las mujeres han ejercido una gran influencia en todas las iglesias, la teolog¨ªa femenina las considera como instituciones que han favorecido el patriarcado e incluso reducen su historia a una mera sucesi¨®n de cl¨¦rigos.
M¨¢s que hablar de la funci¨®n de la mujer en la Iglesia, como si el problema afectara ¨²nicamente a las mujeres, la teolog¨ªa feminista introduce el an¨¢lisis en la misma instituci¨®n para eliminar de ella aquellos elementos hist¨®ricamente cuestionables de carga antifeminista. Llegan a decir que el lenguaje religioso y lit¨²rgico,
Viene de la p¨¢gina 11tal como nos ha sido transmitido culturalmente en el cristianismo, excluye alas mujeres de lo sagrado y las silencia hasta hacerlas desaparecer. Las mujeres no constituir¨ªan solamente el mundo silencioso, sino el mundo silenciado. Afirmaciones como ¨¦sta sonar¨¢n a exageraci¨®n y aun a disparate a muchos cristianos masculinos y femeninos. Pero no puede negarse que hemos entrado en otra fase del feminismo religioso m¨¢s profunda. No es extra?o que la provocaci¨®n de las afirmaciones feministas cree cierta confusi¨®n, suscite oposiciones desairadas y no sea compartida por la mayor¨ªa. Pero ni al Vaticano ni. al arzobispo primado de Canterbury les tiembla el pulso.
L'Osservatore Romano acaba de hacer p¨²blica la correspondencia que en noviembre y diciembre del, a?o pasado mantuvieron Juan. Pablo II y el cardenal Willebrands, presidente del Secretariado para la Uni¨®n de los Cristianos, con el arzobispo Robert Runcie, primado de la Iglesia de Inglaterra. Por ambas partes se reconoce la gravedad de la situaci¨®n creada en el seno del anglicanismo y en el di¨¢logo ecum¨¦nico. Pero al mismo tiempo anuncian la voluntad de intensificar la cooperaci¨®n en la reflexi¨®n teol¨®gica con la sinceridad y la responsabilidad que el caso requiere. El hecho de que el reciente S¨ªnodo anglicano haya reenviado el estudio del informe de la comisi¨®n anglicana, presidida por el profesor McClean, a una nueva consideraci¨®n de los obispos y a la asamblea que va a tener lugar el pr¨®ximo mes de febrero demuestra hasta qu¨¦ punto la ordenaci¨®n de las mujeres ha removido los cimientos de la confesi¨®n anglicana. La amenaza de un cisma interior es m¨¢s que real. Mil sacerdotes anglicanos han anunciado ya que se apartar¨ªan de las instituciones anglicanas. No basta, como reconoce Runcie en la carta al Papa, que no existan objeciones teol¨®gicas fundamentales. Es necesario, adem¨¢s, que existan razones positivas no s¨®lo de orden cultural o sociol¨®gico, sino de car¨¢cter doctrinal.
La lucha por la igualdad de derechos de la mujer camina hacia planteamientos m¨¢s profundos y l¨®gicamente m¨¢s complejos. La ausencia de las mujeres en el campo de las interpretaciones intelectuales de la vida descubre un vac¨ªo multisecular que impide definir el papel espec¨ªfico de la condici¨®n femenina en la reconstrucci¨®n del mundo. Algo de verdad habr¨¢ en aquello de que "las mujeres se hacen, no nacen". La investigaci¨®n feminista sobre la construcci¨®n social del sexo y sobre la primera socializaci¨®n de los ni?os y ni?as intenta llegar a descubrir los verdaderos cometidos culturales masculinos y femeninos. El mundo no tendr¨ªa sentido si la mitad de la humanidad tuviera que someterse a la otra mitad o dejar a la primera fuera de lugar. La moda unisex puede ser un s¨ªntoma de este sometimiento.
El mensaje de la revelaci¨®n cristiana se enfrenta al desaf¨ªo de liberarse de todos aquellos elementos mis¨®ginos que en el transcurso del tiempo fue asumiendo de las antropolog¨ªas sem¨ªtica, griega, romana y, en general, occidental. Los anglicanos y un buen n¨²mero de te¨®logos cat¨®licos han puesto el dedo en la llaga. La religi¨®n, que cala en las convicciones m¨¢s profundas del ser humano, una vez m¨¢s tiene que perder el miedo a los planteamientos cient¨ªficos y recobrar su funci¨®n liberadora. El esc¨¢ndalo, el cisma y la lucha entre los sexos no tienen raz¨®n de ser. La ciencia y la fe terminar¨¢n d¨¢ndose la mano. La reconciliaci¨®n en la participaci¨®n orienta el camino de la comisi¨®n teol¨®gica cat¨®lico-anglicana. Las dos Iglesias hermanas est¨¢n empe?adas en el di¨¢logo franco y en la fidelidad al Evangelio.
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