Franco
Curioso t¨¢ndem el de Dragon Rapide. Jaime Camino y Juan Diego. El director de cine barcelon¨¦s tiene su mejor filmograf¨ªa en aquellos temas que le salen de la memoria, y Juan Diego consigue soberbias interpretaciones cuando encarna los personajes m¨¢s opuestos a sus ideas morales, pol¨ªticas, civiles. A Jaime Camino le debemos ya tres espl¨¦ndidas muestras de buen orfebre de la memoria: Las largas vacaciones del 36, La vieja memoria y ahora Dragon Rapide, pel¨ªcula oportuna en esta Espa?a oficial y real que olvida, con m¨¢s voluntad que acierto, el 50? aniversario de su civil carnicer¨ªa.Si Juan Diego fue el perfecto se?orito latifundista de Los santos inocentes y el superrealista sarasa de La corte de fara¨®n, ahora consigue ser ese Franco embri¨®n de s¨ª mismo que falsifica las razones de su rebeli¨®n en nombre de la Rep¨²blica y de los principios de libertad, igualdad y fraternidad. En la pel¨ªcula, lo hist¨®rico y lo cotidiano s¨®lo obtienen la s¨ªntesis en ese proceso interior del general Franco que Juan Diego consigue transmitir a los espectadores. Quiz¨¢ no fuera Franco otra cosa que la voluntad de ser Franco y el temor a que los dem¨¢s no le dejaran serlo o no se lo reconocieran lo suficiente.
Presiento que la pel¨ªcula va a ser la ¨²nica contribuci¨®n cultural sincera a la rememoraci¨®n de aquel episodio que nos ha hecho a todos tal como somos, a los que mataron o no se dejaron matar, a los que nacimos en la cola del Ej¨¦rcito vencido o del Ej¨¦rcito vencedor e incluso a estos chicos desganadamente ahist¨®ricos cuya desgana es una reacci¨®n contra nuestra inteligencia excesivamente emotiva y sentimental. Hace 50 a?os, tal d¨ªa como hoy, 17 de julio, empezaron a escribir nuestra historia, y a veces, en momentos de rara sinceridad conmigo mismo, llego a la conclusi¨®n de que todo lo que ha sucedido despu¨¦s del 20 de noviembre de 1975 me ha sido dado por a?adidura. Que todo tuvo un sentido hasta aquel d¨ªa y que desde entonces voy de extra en un musical en tecnicolor cuyo argumento, di¨¢logos, m¨²sicas y canciones han sido urdidos por un ordenador de una generaci¨®n fatalmente abocada a la obsolescencia.
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