El ocaso del bingo
La subida del cart¨®n a 200 pesetas sanear¨¢ las empresas, pero no ayudara a recuperar jugadores
El valor m¨ªnimo del cart¨®n de bingo ha subido de 100 a 200 pesetas. Aparte del escozor econ¨®mico, la subida supondr¨¢ un duro golpe psicol¨®gico para sus adictos, unos jugadores que buscan antes matar el tiempo que hacerse ricos. Por el mismo precio Ia diversi¨®n s¨®lo les durar¨¢ la mitad. As¨ª, un cliente dispuesto a gastarse 5.000 pesetas ten¨ªa antes ocasi¨®n de pasar cinco horas sin pensar ni penar: el mismo dinero s¨®lo le permite ahora dos horas y media de ocio. La reacci¨®n del p¨²blico no se ha hecho esperar: al d¨ªa siguiente de la subida, un bingo madrile?o con capacidad para 600 personas s¨®lo contaba con 30 jugadores.
"Los ten¨ªan que subir a mil, a ver si los cerraban y no ven¨ªamos", asegura una gruesa rubia de 50 a?os. Para esta incondicional que no puede dejar su vicio a no ser por fuerza mayor, el aumento del precio es un inconveniente tan desagradable como la subida del az¨²car o de los transportes. Pero no se abandona un vicio s¨®lo por dinero. Ella, que pasa desde hace a?os por una sala de bingo al menos una vez a la semana, no dejar¨¢ de ir a pesar de que ahora cueste m¨¢s.Otros clientes m¨¢s inconstantes que s¨®lo van de cuando en cuando tal vez decidan espaciar algo m¨¢s sus visitas. En todo caso, "las repercusiones de la subida no podr¨¢n evaluarse hasta septiembre", opina un jefe de sala de un bingo madrile?o. "El verano produce una avalancha importante de madrugada, pero restringe el n¨²mero de clientes asiduos durante la tarde".
En la plaza de Roma de Madrid confluyen tres bingos diferentes, un tri¨¢ngulo de vicio -suave- que permite pasar la tarde sin cambiar de autob¨²s. A las seis de la tarde, algunas mujeres entran en uno de estos bingos, entregan su carn¨¦ de identidad y pasan a la sala. ?sta tiene una capacidad para 500 o 600 personas pero a esa hora s¨®lo hay una treintena de clientes. En su mayor¨ªa son mujeres en grupo o en solitario, aunque hay bastantes hombres solos y un par de parejas.
Los escasos jugadores parec¨ªan demasiado holgados en una sala semivac¨ªa y el ambiente general no ten¨ªa nada de excitante. El sedentarismo de los asistentes, apoyados en las mesas como si se encontraran en un silencioso caf¨¦, aparec¨ªa de manera m¨¢s patente que la emoci¨®n contenida de las figuras solitarias que rellenaban el cart¨®n.
"En los bingos m¨¢s modestos, de p¨²blico m¨¢s familiar, quiz¨¢ se note menos la subida en cuanto a ambiente, porque se llenan enseguida. Pero se van a resentir en lo econ¨®mico, y es posible que muchos de ellos tengan que desaparecer", comenta el encargado.
Clases pasivas y amas de casa son los clientes asiduos de este juego de azar. No obstante, el 30% de las salas ha tenido que cerrar en los ¨²ltimos tres a?os, una vez pasada la fiebre que sobrevino a su legalizaci¨®n, en 1978. Alejandro Colubi, presidente de la Asociaci¨®n Espa?ola de Juegos Autorizados, estima en 600 las salas que operan en -la actualidad y que tienen ciertas perspectivas de continuar. "Aunque los m¨¢s modestos van a seguir teniendo dificultades'.
No vienen a ganar, sino a entretenerse. "Si cantan bingo vuelven a jugarse las ganancias o se lo gastan en irse a cenar y de sarao. No conocer¨¢ usted a mucha gente que haya hecho negocio con ese juego", opina el encargado de un bingo de la plaza de Roma, esquina a Doctor Esquerdo. "Esto da ganancias a Hacienda, que se queda con el 20% del total", a?ade. "Y con la subida mucho m¨¢s".
Lo cierto es que el sector se encontraba maltrecho. A la inicial locura por el cart¨®n ha sucedido una relativa dispersi¨®n: el juego se ha diversificado y hay otras posibilidades de hacerse rico. Los empresarios necesitaban un bal¨®n de ox¨ªgeno, y la Administraci¨®n ha optado por el aumento del precio, lo que duplica las ganancias de todos los implicados.
Flor de tres a?os, el bingo empez¨® a decaer en 198 1, coincidiendo con las horas m¨¢s bajas de la crisis econ¨®mica. "Se sobrestimaron las ganas de jugar de los espa?oles", dice un propietario decepcionado. La loter¨ªa nacional y la Primitiva, o el cup¨®n de ciegos, son, adem¨¢s de competidores, juegos que suelen tener m¨¢s gancho entre personas que aspiran a cambiar de verdad su vida.
Quejas
"Nosotros no podemos hacer publicidad, al contrario que las diferentes loter¨ªas", se?ala quejumbroso el presidente de la Asociaci¨®n Espa?ola de Juegos Autorizados. "Hay salas que se encuentran al borde de la asfixia. Algunas necesitan invertir para sobrevivir, y no pueden", a?ade. "Y pedimos a la Administraci¨®n que no fuera tan voraz. En concreto solicitamos poder hacer publicidad y agasajar a los premiados, as¨ª como organizar sistemas de promoci¨®n y premios extraordinarios. Al mismo tiempo, sugerimos que se hiciera la modificaci¨®n facial del cart¨®n de 100 a 200 pesetas".Los ganadores se llevan el 70% de las ganancias totales (un 60% si se canta bingo y un 10% para la l¨ªnea). La Administraci¨®n recaba el 20%. El cart¨®n, emitido por la F¨¢brica de Moneda y Timbre, viene a costar el 1,75% por unidad. A los empresarios les queda el 8,25% aproximadamente. Este porcentaje, que oscila entre el 8% y el 9%, se suele dividir entre dos empresas, la adjudicataria del bingo (una entidad ben¨¦fico-cultural) y la que realiza la inversi¨®n y la gesti¨®n.
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