El nuevo aislacionismo
Este a?o no han vienido los americanos. Músicos, deportistas, compa?ías de baile y teatro, conferenciantes, escritores, han anulado sus contratos, y, los festivales de: verano de Europa se han quedado sin su participación. Tampoco han venido sus espectadores ni sus turistas. Europa es un continente definido como peligroso: la tierra del terrorismo. No se trata sólo de los árabes, sino de los terrorismos autóctonos: las brigadas rojas en Alemania, en ETA en Madrid, los irlandeses en Londres, los pobres en Portugal y una mezcla de corsos, armenios, bretones y ácratas en París. Una simplificación atroz pretiende que todo ello nace de Libia y Sida, y a ellos les parece que los Gobiernos europeos no sólo no son capaces de cortar de raíz la alimentación de la violencia ni de sumarse a ]la acción directa de Reagan sino que es permisiva. París recibe al vicepresidente de Siria con honores, un tribunal francés ha sido relativamente benigno con el que se supone jefe del terrorismo libanés, Irahiin Abdallah -condenado a cuatro a?os en Lyon- y Madrid indulta a dos shíies libaneses que antes había condenado a 32 a?os.La respuesta americana se basa en esta nueva forma internacional del hallazgo político de la inseguridad ciudadana; no hay que venir a un lugar donde se puede morir de muerte violenta. La creación de la histeria prende siempre fácilmente, sobre todo cuando se regatean las subvenciones para los viajes o se ejerce una presión sobre los viajeros, acompa?ada de una oferta para que practiquen el turismo o la cultura en el interior. La frase feliz de toda la campa?a es la de que Europa no está de moda, acompa?ada de otra idea principal: Estados Unidos sí está de moda. Las fiestas del centenario de la estatua de la Libertad han ensalzado esa moda y esa riqueza de cultura (afortunadamente, Estados Unidos tiene mucha más, y más profunda y más seria, que la que se ha exhibido). Se une al descenso del dólar, que está ahora en las cifras de 1983, cuando los precios europeos están incluso más allá de 1985 (en algunos países son futuristas) y se hace ver al posible viajero que su nivel de vida en Europa, y su shopping, ya no hacen de él un personaje regio. Y no es amado
Pero, sobre todo, está el miedo, que se hace histeria. Un informe de los servicios llamados de inteligencia de la Administración de Reagan dice públicamente que los terroristas islámicos tienen en su poder misiles tierraaire que pueden derribar en pleno vuelo los aviones de pasajeros y que, conocida la falta de escrúpulos morales de esos grupos, hay que pensar que van a hacerlo. No hay verdaderas razones para quitar la razón a estos expertos, excepto la múy débil de que hasta ahora no ha sucedido. Simultáneamente, el especialista en terrorismo del Departamento de Estado, Robert B. Oakley, dice que ha habido una disminución considerable del terrorismo árabe en Europa después del bombardeo de Libia, de manera que la solución queda apuntada: ZL condición de que Europa la secunde e incluso la reciba con entusiasmo. De otra forma, el bloqueo al continente endeble y apurado va a continuar.
Los americanos no tienen, por tanto, que venir a Europa. Donde hay, según otro informe, un arraigado antiamericanismo en la opinión pública (elaborado desde Londres por el Market and Opinion Research International), aunque está suavemente matizado: lo que no gusta es "el exceso (le influencia de Estados Unidos sobre la industria, la economía, la política de defensa, la televisión y la moral pública". No se cree que la política de Reagan tenga en cuenta más initereses que los propios (en el Reino Unido esta encuesta se corisidera como negativa para Thatcher, que es la transmisora de esas influencias). Al mismo tiernpo, el Senado de Estados Unidos está estudiando dos medidas en la reforma fiscal por las cuales sus ciudadanos residentes en el extranjero van a tener que: pagar más impuestos: se reducen las exenciones de las que hasta ahora gozaban. Si no hay razoríes para que vengan los vi,ajeros, tampoco las hay para que se queden los residentes: metidos en su búnker -porque sus auteridades les dan consejos prácticos para evitar los riesgos-, viendo velozmente mermar su moneda y aumentar sus impuestos, víctimas del antiamericanismo, que se supone popular, tienen todos los motivos para la fuga. Y para volver a Estados Unidos, donde sólo se registra un as,esinato cada media hora y tres violacio-
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es en el mismo tiempo; donde hay un Sindicato del Crimen y en cuyas grandes ciudades hay barrios, líneas de metro, parques y, plazas por donde no se puede pasar. En comparación con las cifras del terrorismo de masas ofrecido por el informe del servicio de inteligencia, no parece que éste sea significativo para alterar la vida de nuestra civilización (26 ataques entre 1980 y 1984; 1985 en 1985; 12 hasta junio de 1986), el riesgo europeo no lo tendría en cuenta nunca un buen actuario de seguros. Es mínimo, aunque sea espectacular. Pero ésa es otra cuestión.
Un nuevo aislacionismo: esto es lo que parece que brota ahora como castigo a Europa por Estados Unidos. Un formidable refuerzo -del nacionalismo -y hay que, remitirse otra vez a los actos en torno a la estatuta de la Libertad- y un desdén por este continente viejo y pasado de moda. Del que hay que huir.
Nada de esto es agradable. Había costado mucho trabajo a los Gobiernos y a las minorías intelectuales europeas transformar el antiamericanismo que de verdad brotaba en las calles europeas en los tiempos de la guerra de Corea, del macartismo o de la ejecución de los Rosemberg, de la aventura del Vietnam; y para emparentar las dos culturas en una sola, y crear poco a poco un sentido constructivo del occidentailismo. De la hamburguesa al cine, del rock a los satélites de comunicaciones había, y hay, una cultura americana en Europa, y también un camino de vuelta. Este verano sin americanos en las grandes manifestacioens artísticas europeas supone una pérdida que va mucho más allá de lo calculado por Reagan: no es la parte económica -el castigo- ni la política -la presión- lo que le puede hacer dolerse a un europeo, sino la pérdida de comunicación, la caída de un espíritu laboriosamente creado de entendimiento, muchas veces a costa de esfuerzos de adaptación mental, de torsiones de la conciencia. El nuevo nacionalismo, el nuevo aislacionismo de Reagan está perjudícando todo ello. La idea de que éste pudiera ser el ideario de los terroristas, la razón para matar, es mucho más preocupante. Parece, ahora, como si estuvieran ganando.
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