Pluma y veneno
?D¨®nde me he dejado yo el l¨¢piz? Porque, efectivamente, el t¨ªtulo que acabo de escribir es un re cuerdo del que ?scar Wilde puso a uno de sus preciosos ensayos, Pluma, l¨¢piz y veneno, y que me ha venido a la memoria porque otra vez -una vez m¨¢s- ha vuelto al dil¨¢logo intelectual entre nosotros, con la muerte de Borges por un lado y la publicaci¨®n de un libro sobre la Literatura fascista espa?ola por otro, la vieja cuesti¨®n sobre de qu¨¦ modo se relacionan o es posible relacionar la calidad de una obra literaria con la ideologia y la moral de quien la escribe. Precisamente por esto, porque se trata aqu¨ª de escrituras y, no de las artes en general, he quitado yo el l¨¢piz, con el que Wilde se refiri¨® a las habilidades pict¨®ricas del tambi¨¦n escritor y envenenador famoso Thomas Griffiths Wainewright. Nos olvidamos, pues, del l¨¢piz o, digamos, de las artes en general, en las que el problema de la relaci¨®n con la ¨¦tica y, la ideolog¨ªa tiene caracteres muy complejos como para reducirlos a una simple teor¨ªa que fuera generalmente v¨¢lida, y nos quedamos con nuestra pluma, aunque ya la pluma est¨¦ siendo en muchos ¨¢mbitos poco m¨¢s que una met¨¢fora de la escritura; pues ya no es como antes, y hasta ya va siendo, en las ¨¢reas del,desarrollo, casi anticuado escribir con una m¨¢quina de escribir -?a d¨®nde van las costumbres?-; y al decir lo de antes me refiero a cuando se dec¨ªa aquello de que uno ten¨ªa buena pluma-y hasta que "era una buena pluma"- para decir que era un buen escritor. ?Pluma y veneno! ?Escritura y crimen! Ah¨ª es nada, como tema. A pesar de que ya estaba muy bien resuelto desde las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo pasado, sigue siendo un tema de ¨®rdago a la grande, como suele decirse. Pero est¨¢ visto que los problemas que creemos resueltos para siempre, o poco menos, vuelven a plantearse en el curso de las generaciones, como si cada una tuviera que volver a plantearse de nuevo y sufrir en la propia carne las antiguas incertidumbres de la humanidad. As¨ª van las cosas de lentas en el mundo de la cultura. Kant ten¨ªa raz¨®n cuando advert¨ªa que la naturaleza no est¨¢ por la labor.?No estaba, pues, m¨¢s que establecida la concepci¨®n de que la literatura, por un lado (como dec¨ªamos), y la moral y la ideolog¨ªa, por otro, son instancias por lo menos relativamente independientes? ?No estaba, pues, definitivamente legitimada la idea de que se puede ser una mala persona y un buen escritor, o buena persona y mal escritor, cosa esta ¨²ltima, por lo dem¨¢s, muy frecuente? El moralismo del arte burgu¨¦s -o, si se quiere, paleoburgu¨¦s- fue ya te¨®ricamente negado hace por lo menos cien a?os desde dos posiciones que yo me atrev¨ª a definir. (tambi¨¦n me parece que hace poco menos que un siglo) como "internegativas": el marxismo y la doctrina del arte por el arte. La carta de Engels a John Low, el autor, -o mejor dicho, la autora, porque en realidad se llamaba Margaret Harkness- de novelas socialistas escritas a la izquierda, digamos, del socialismo fabiano, como una que fue bastante conocida, City girl, es m¨¢s que conocida y parec¨ªa que dejaba sentado no ya s¨®lo que se puede escribir buena literatura con ideas reaccionarias, sino incluso literatura ideol¨®gicamente progresista, como era el caso de Balzac: monarquist¨®n de miedo e involuntario cantor de las clases ascendentes.. . en virtud del uso del realismo, en cuyas capacidades cuasi taumat¨²rgicas parec¨ªa creer Engels, y en parte ten¨ªa raz¨®n. (Esto ¨²ltimo lo digo recordando a aquel predicador de quien se cuenta que a veces empezaba sus sermones diciendo: "Como dice Jesucristo, y en parte tiene raz¨®n...".) De cierta autonom¨ªa de la literatura en funci¨®n de la sensibilidad de los autores -una sensibilidad emancipante de los condicionamientos y prejuicios que el escritor puede aceptar en su vida cotidiana, en su vida propiamente moral e ideol¨®gica y pol¨ªtica- s¨ª que puede hablarse tranquilamente sin que cualesquiera comisarios pol¨ªticos o religiosos tengan mucho que decir en contra de esta condici¨®n, digamos, l¨ªbertaria, de la pr¨¢ctica literaria. Creo que en este aspecto Lenin tuvo precisamente un problema de sensibilidad, y algo dije sobre esto en un libro que ya tendr¨ªa que ser un mero recuerdo casi arqueol¨®gico. Precisamente ¨¦sta es la clave del problema y de sus soluciones te¨®ricas: la sensibilidad es el plano propio de la pr¨¢ctica art¨ªstica y de la percepci¨®n (est¨¦tica) de la obra. Y en ese plano es l¨®gico que se produzcan juicios opuestos entre personas moral,ideol¨®gica y pol¨ªticamente afines. "Mire usted, camarada Lenin", podr¨ªa haberle dicho alg¨²n buen bolchevique, "yo estoy muy de acuerdo en sus puntos de vista filos¨®ficos y pol¨ªticos, pero a m¨ª me gusta much¨ªsimo la poes¨ªa de Maiakovski". Por lo dem¨¢s, Lenin supo que su sensibilidad no daba para m¨¢s: se sent¨ªa muy, bien recostado en, por otra parte, grandes poetas del siglo anterior, como Puschkin...
La otra negaci¨®n de la concepci¨®n moralista del arte y la literatura se desarrolla, con mucha gracia por cierto, en la doctrina que fue altamente progresista del arte por el arte. Tambi¨¦n esto lo tengo dicho en casi altediluvianos libros, pero qu¨¦ se le va a hacer: es preciso redecirlo aunque nada m¨¢s sea para, record¨¢ndolo, acudir contra el doble error que ser¨ªa hoy hacer una apolog¨ªa metarisica de aquella doctrina oestimarla como una novedad, y en la otra banda considerarla como un punto de vista anacr¨®nico o regresivo, en funci¨®n de las nociones un tanto palidecidas hoy, desde luego, del compromiso u otras decididamente utilitarias, lo que en los a?os sesenta no era moco de pavo y me imagino que, como reacci¨®n a las actuales vacuidades posmodernas, podr¨ªa volver al amparo de nuevos entusiasmos y nuevas mifitancias que quiz¨¢ no se hagan esperar.
Si as¨ª ocurre, ?habr¨¢ que volver a repetir aquello de Gide, m¨¢s o menos matizado, pues quiz¨¢ no sea tan cierto que las buenas intenciones conduzcan fatalmente a la mala literatura? Si vivo para entonces, me divertir¨¦ un poco recordando al maestro Wilde y lo que ¨¦l escribi¨® en Pluma, l¨¢piz y veneno. Por ejemplo, que "no hay ninguna incompatibilidad esencial entre el crimen y la cultura". O que "el hecho de que un hombre sea un envenenador no est¨¢ en contra de su prosa". ?Porque es verdad! Sin embargo, me costar¨¢ mucho trabajo seguirle (y as¨ª, nunca lo he hecho) por el camino del elogio a lo que ¨¦l llam¨®, si no recuerdo mal, la prosa asi¨¢tica, de la que consider¨® un gran cultivador a Wainewright, cuyo uso del veneno debi¨® de causar la admiraci¨®n de De Quincey, aunque ¨¦ste -maestro en la estimaci¨®n del crimen como una bella arte- no pas¨®, me parece, de elogiar la calidad de su prosa como cr¨ªtic¨® de arte. Es seguro que a Wilide le encantaba, precisamente, este tipo asi¨¢tico de prosa, que se consigue, seg¨²n sus palabras, "teniendo un estilo tan admirable que disimule el tema"... Entonces habr¨¢ que volver a las andadas en todo y replantear el asunto de la forma y el contenido, ?y as¨ª siempre? ?Siempre as¨ª?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.