El nuevo presidente de la OUA tiene que conciliar la actitud de oposici¨®n a Occidente con la necesidad de ayuda econ¨®mica
El nuevo presidente de la Organizaci¨®n para la Unidad Africana (OUA), el jefe del Estado congole?o, Denis Sasu Nguesso, se ha visto obligado, nada m¨¢s acceder al cargo, a enfrentarse con la contradicci¨®n que le plantea el asumir el giro rupturista adoptado en la 22? cumbre de Addis Abeba por los dirigentes africanos contra Occidente, a consecuencia de la pol¨ªtica de segregaci¨®n racial en ?frica del Sur, y la imperiosa necesidad de obtener de fuentes occidentales la ayuda monetaria que precisa ?frica para salir del caos econ¨®mico que le tiene hoy sumida en el hambre y la miseria.
Nguesso ha adoptado desde un primer momento una posici¨®n moderada cuando se le ha pregunta do su opini¨®n sobre la severa y radical condena de la OUA a Estados Unidos y a otros pa¨ªses occidentales -entre ellos el Reino Unido, Francia y la Rep¨²blica Federal de Alemania- y se ha remitido en todo momento a la deci si¨®n soberana de la cumbre, sin ni siquiera hacer una observaci¨®n personal: "?frica tiene dos problemas", dijo de una forma oficial y sin entrar en valoraciones o cr¨ªticas, "que son el apartheid y la situaci¨®n econ¨®mica".No quiere Nguesso alinearse desde la presidencia de este organismo panafricano con los pa¨ªses radicales que plantearon las cr¨ªticas, denuncias y condenas ahora aprobadas en el plenario contra el mundo industrializado de Occidente, pese a ser un militar que lidera un pa¨ªs, Congo, regido por un partido ¨²nico de inspiraci¨®n marxista-leninista.
Ha querido -y es ¨¦sta, al menos, la primera impresi¨®n sacada aqu¨ª, en la capital de Etiop¨ªa, por los observadores- seguir la l¨ªnea de su predecesor, el presidente senegal¨¦s, Abu Diuf, un hombre que se ha hecho eco de las exigencias de los pa¨ªses radicales, entre ellos los de la llamada l¨ªnea de frente, pero que ha sido dialogante y moderado en el lenguaje y en el tono con todo lo occidental.
La 22? cumbre de la OUA, clausurada el mi¨¦rcoles por la noche en Addis Abeba, ha vuelto a dejar constancia, una vez m¨¢s, que el ¨²nico elemento de unidad continental, por encima de eternas diferencias, es el apartheid.
De las casi 50 resoluciones aprobadas, 37 de ellas por el Consejo de Ministros previo, tan s¨®lo media docena adquieren car¨¢cter pol¨ªtico.
Al margen de una resoluci¨®n condenatoria del bombardeo norteamericano contra las ciudades libias de Tr¨ªpoli y Bengasi -que los observadores consideran hecha a destiempo y en un momento en el que todo este asunto carece de resonancia-, el resto ha estado centrado en la severa condena a Estados Unidos y al Reino Unido por no sumarse a las sanciones obligatorias y permitir as¨ª la continuidad del r¨¦gimen racista de Pretoria; la denuncia de una cooperaci¨®n nuclear, militar y econ¨®mica de estos dos pa¨ªses, m¨¢s Israel, la Rep¨²blica Federal de Alemania y Francia, con el Gobierno de Pieter Botha; una llamada a Estados Unidos para que no intervenga en los asuntos internos de Angola, y el rechazo del discuro del presidente norteamericano, Ronald Reagan, sobre Sur¨¢frica, de julio pasado, que oficialmente ha recibido aqu¨ª, en Addis Abeba, el calificativo de "apolog¨ªa del sistema inhumano del apartheid".
Solicitud contradictoria
La cumbre, al margen de esta cuesti¨®n y de la coiltradictoria solicitud de ayuda a Occidente (?frica espera del exterior 40.000 millones de d¨®lares, de los 120.000 que necesita para salir del caos, al margen de la deuda contra¨ªda de 180.000 millones) ha pasado sin pena ni gloria y concluy¨® sin apenas inter¨¦s.Esto ¨²ltimo lo demostraron los propios l¨ªderes, era ya de por s¨ª un espect¨¢culo ver en el acto de clausura al nuevo presidente, Denis Sasu Nguesso, dirigi¨¦ndose a unos esca?os ocupados por personajes de segunda fila de los respectivos pa¨ªses, ya que la ma.yor¨ªa de los jefes de Estado y de Gobierno ni siquiera esperaron al final. A media tarde del mi¨¦rcoles, al menos 10 de los 20 l¨ªderes que han estado en Addis Abeba, volaban ya a sus respectivos pa¨ªses.
A esta 22? cumbre ha faltado pr¨¢cticamente la mitad de los jefes de Estado africanos, y los l¨ªderes relevantes que han viajado a la capital et¨ªope, como es el caso del presidente egipcio, Hosni Mubarak, lo han hecho simplemente para aprovechar la concentraci¨®n y establecer contactos bilaterales, pero en privado.
Esta vez, la OUA ni siquiera, plante¨® el problema del S¨¢hara occidental, tan caliente en ediciones anteriores y a pesar de que por la inclusi¨®n de la Rep¨²blica ?rabe Saharaui Democr¨¢tica (RASD) el organismo perdi¨® a uno de sus pa¨ªses fundadores, Marruecos.
La RASD, con su presidente, Mohamed Abdelaziz, a la cabeza, se limit¨® a seguir las sesiones, muy lejanas de sus preocupaciones. La ausencia del presidente argelino, Chadli Benyedid, y del secretario general de las Naciones Unidas, Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar, convalecientes de operaciones quir¨²rgicas, ha impedido a los saharauis que su causa pasara en esta tercera cumbre como Estado miembro al primer plano de los acontecimientos africanos.
Los saharauis han tenido en esta cumbre que abandonar la vicepresidencia obtenida el pasado a?o, no por una cuesti¨®n pol¨ªtica, sino por expirar el mandato anual. Ahora es Zaire, pa¨ªs tradicionalmente amigo de Marruecos y que dej¨® de asistir a las sesiones de la OUA por la admisi¨®n de la RASD, quien asume la vicepresidencia.
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