La alambrada de Berl¨ªn
HACE 25 a?os, en la madrugada del 13 de agosto de 1961, las autoridades comunistas de la Alemania Oriental elevaban en el curso, de unas horas el primer plazo de lo que con el paso de los d¨ªas se convertir¨ªa en el muro de Berl¨ªn, inicialmente s¨®lo una sucinta barrera de alambre, pero formidablemente vigilada por efectivos del Ej¨¦rcito y de la polic¨ªa para impermeabilizar las comunicaciones entre las dos partes de la ciudad, ya irremisiblemente dividida.Desde el establecimiento de dos entidades pol¨ªticas separadas en el territorio alem¨¢n, Berl¨ªn, la ciudad partida en dos sectores, el occidental y el sovi¨¦tico, se hab¨ªa convertido, con sus comunicaciones sumamente porosas, en un punto de drenaje de las clases profesionales e intelectuales de la Alemania Oriental. Al a?o, millares de abogados, m¨¦dicos, ingenieros y, en general, personal altamente cualificado, hu¨ªan con respetable comodidad a la Alemania Occidental, donde disfrutaban no s¨®lo de una libertad pol¨ªtica de la que carec¨ªan en el Este, sino tambi¨¦n de unos incentivos personales a su actividad profesional no menos importantes. La Alemania Oriental se desangraba a?o tras a?o en una imposible competencia con el Oeste, que era, a la vez, un plebiscito espectacular sobre el superior atractivo de la Rep¨²blica Federal de Alemania en la carrera de modernizaci¨®n entre las dos Alemanias.
Sin embargo, con ser importante la motivaci¨®n directamente econ¨®mica y el reconocimiento impl¨ªcito de la impotencia de Berl¨ªn Oriental para competir con Bonn, otras razones pol¨ªticas de largo alcance se hallaban tras de la decisi¨®n de las autoridades comunistas. En los a?os que median entre la lectura del informe Kruschev en el XX congreso del partido comunista en 1956 y la elevaci¨®n del muro en 1961, la Uni¨®n Sovi¨¦tica hizo su ¨²ltima tentativa para impedir la consolidaci¨®n de una potencia alemana firmemente anclada en el sistema defensivo occidental. Mosc¨² se planteaba de nuevo su propuesta de reunificaci¨®n de una Alemania neutral y desmilitarizada, en un cierto paralelo del caos austr¨ªaco, cuya neutralidad s¨®lo hab¨ªa sido formalmente proclamada en 1955.
Las circunstancias de la Alemania ocupada eran, sin embargo, muy diferentes. Mosc¨² no estaba dispuesto a ver desaparecer las estructuras de poder creadas en la zona sovi¨¦tica, con la forzada fusi¨®n entre el partido socialista de preguerra y el partido comunista, y por ese motivo ofrec¨ªa la formaci¨®n de una confederaci¨®n en la que las dos estructuras de Gobierno se mantuvieran por un tiempo indefinido, excluyendo cualquier recurso a unas elecciones libres en todo el territorio. Paralelamente, en el campo occidental, la fuerza que con mayor vigor hab¨ªa luchado por una reunificaci¨®n sin vencedores ni vencidos, el partido social dem¨®crata alem¨¢n, hab¨ªa sufrido notables transformaciones contrar¨ªas a esa negociaci¨®n. En 1959, en Bad Godesberg, el SPD de la Rep¨²blica Federal de Alemania hab¨ªa renunciado al marxismo como quien abjura de Satan¨¢s en una ceremonia religiosa, escorando del lado del atlantismo su futuro pol¨ªtico. As¨ª quedaba liquidada la herencia de Ollenhauer, el l¨ªder socialista que hab¨ªa combatido con todas sus fuerzas la direcci¨®n imprimida a la pol¨ªtica de la RFA por el canciller democristiano Adenauer. La DC de la Rep¨²blica Federal de Alemania se hab¨ªa alineado firmemente con el anticomunismo occidental, prefiriendo una Alemania rota que roja.
Al fracasar esa posibilidad de negociaci¨®n se produce paralelamente un asalto pol¨ªtico sobre el Berl¨ªn occidental. La Alemania Oriental, o Mosc¨² m¨¢s exactamente, lo reivindica como parte de la capitalidad de la Rep¨²blica Democr¨¢tica. La situaci¨®n diplom¨¢tica llega a ser en extremo conflictiva, como ya hab¨ªa ocurrido en 1948 con ocasi¨®n del primer sitio del sector occidental que dio lugar al puente a¨¦reo anglo-americano aliado para aprovisionar la ciudad. Por todo ello, la construcci¨®n del muro viene a indicar que cesa la presi¨®n sobre el Berl¨ªn aliado y que el mundo comunista acepta, al fortificarse, su permanencia.
La enorme emoci¨®n suscitada en Occidente por la divisi¨®n de la ciudad por aquella cintura de cemento ha ido cediendo en el curso de los a?os, sin que fuera obst¨¢culo para la gran iniciativa diplom¨¢tica de la ostpolitik la apertura al Este del canciller socialdem¨®crata Willy Brandt. Por ello, a los 25 a?os del levantamiento del muro, y pese al enfriamiento de la escena internacional bajo la presidencia Reagan, la rememoraci¨®n del aniversario tiene hoy tanto al menos de acontecimiento tur¨ªstico como de dram¨¢tico revivir de la historia.
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