Adosado
Las formas arquitect¨®nicas apenas son gratuitas. Seguramente ninguna forma debe de ser totalmente gratuita. El crucero g¨®tico, la loggia renacentista o el altar barroco algo nos dicen, piensa uno, sobre el alma de los humanos de su tiempo. Quiz¨¢ dicen poco -a algunos apenas nada dicen-, pero divierte pensar que todo nos habla, aunque s¨®lo sea por romper la tendencia al aburrimiento y al silencio que nos imponen cada vez m¨¢s la sociedad redundante y cacof¨®nica y los sujetos sin conversaci¨®n, que no son pocos. Que nos hablen las cosas -y las casas- si no nos hablan los humanos.Pues bien, la forma arquitect¨®nica de nuestro tiempo bien pudiera ser el adosado, esa forma de vivienda en la que se combina casi a la perfecci¨®n el individualismo con el gregarismo, la igualdad y la diferencia, los moldes colectivos y las variaciones subjetivas, la propiedad privada de la casa con la propiedad colectiva de la comunidad de vecinos. Sus usuarios ganan en aire puro, sin duda, aunque sea a costa de algunas horas m¨¢s de coche, pero no se resignan a perder algunas delicias de la vida colectiva de los grandes bloques de apartamentos.
En ellos se oyen los rumores obscenos del lavabo ajeno, los pasos del vecino por el desv¨¢n o los gemidos nocturnos de las j¨®venes parejas. Igual igual que en las colmenas. Pero se ven las estrellas, fuera ya de la boina de contaminaci¨®n que cubre la gran ciudad; es posible pasear en bici; cabe desarrollar min¨²sculas y acotadas habilidades horticultoras o jardineras, y, sobre todo, uno se sabe uno, distante y distinto sin abandonar ni la multiplicidad, ni la proximidad, ni la indistinci¨®n de la masa.
Se dir¨ªa que es la plasmaci¨®n en cemento de un verano prolongado, de un fin de semana instalado de domingo a domingo y, viceversa, la exportaci¨®n al campo del tedio industrial, la fiebre consumista y la disciplina del horario de trabajo.
Quien acu?¨® el t¨¦rmino dio de Heno en la diana sem¨¢ntica. Adosados son los chal¨¦s, como adosadas son nuestras vidas de ciudadanos individualistas, incapaces de perder el odio y el amor, la ignorancia y el silencio, incluso la curiosidad y la indiferencia de nuestros vecinos.
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