Negociaci¨®n en Mosc¨²
LA LLEGADA a Mosc¨² de una delegaci¨®n de funcionarios norteamericanos del m¨¢s alto nivel, especialistas en las cuestiones de control de armamentos, es un momento importante en la creaci¨®n de condiciones para la celebraci¨®n de una futura cumbre Reagan-Gorbachov. El car¨¢cter secreto que han tenido las conversaciones en la capital sovi¨¦tica, el hecho singular de que se haya decidido continuarlas en Washington, subrayan su trascendencia. As¨ª como en Ginebra las negociaciones se han desarrollado en marcos bastante r¨ªgidos, todo indica que el esfuerzo hecho en Mosc¨² tend¨ªa, conjuntando los diversos aspectos de una cuesti¨®n tan compleja como el control y reducci¨®n de armamentos, a buscar zonas de aproximaci¨®n y posibles puntos de acuerdo. Aunque la decisi¨®n de realizar la cumbre se tome en el encuentro entre lo dos titulares de exteriores, el sovi¨¦tico Shevarnadze y el norteamericano Shultz, previsto para el 19 y 20 de septiembre, mucho depender¨¢ de lo que se haya hablado estos d¨ªas en Mosc¨². El presidente Reagan, al enviar a la URSS a sus m¨¢ximos expertos en materia de desarme, ha dado un paso positivo para asumir algo en lo que Gorbachov ha insistido reiteradamente: la cumbre, si se celebra, tiene que servir para lograr alg¨²n avance concreto.La delegaci¨®n de EE UU est¨¢ encabezada por Paul Nitze, hecho cuya significaci¨®n pol¨ªtica no se puede subestimar. Veterano de las negociaciones EE UU-URSS, a las que ha dedicado gran parte de su carrera, Nitze estuvo relegado alg¨²n tiempo a un segundo plano por la presi¨®n de los halcones del Pent¨¢gono. En el verano de 1982 Nitze elabor¨®, con el sovi¨¦tico Kvitsiski, el famoso acuerdo del paseo de los bosques para resolver la crisis de los euromisiles, acuerdo que no cuaj¨® por la actitud negat¨ªva de los dos Gobiernos. Pero muchos comentaristas han reconocido m¨¢s tarde que ese acuerdo signific¨® un verdadero esfuerzo de transacci¨®n inteligente y realista entre posiciones dispares para buscar puntos de equilibrio. Pero en la delegaci¨®n norteamericana tambi¨¦n est¨¢n fuertemente representadas otras actitudes mucho m¨¢s recelosas hacia la negociaci¨®n con Mosc¨². Destaca, en concreto, el subsecretario de Defensa, Perle, partidario de imponer la superioridad en armamentos de EE UU y contrario a los acuerdos con la URSS. Esta heterogeneidad de los delegados de EE UU parece indicar que Reagan juega todav¨ªa con los diversos criterios que se enfrentan en el seno de su Administraci¨®n.
Del lado sovi¨¦tico es imposible conocer si existen discrepancias entre diversos sectores del poder. El tono de la prensa es cr¨ªtico, si bien con cierta moderaci¨®n, en relaci¨®n con las ¨²ltimas propuestas p¨²blicas del presidente Reagan, pero es una actitud l¨®gica en v¨ªsperas de negociaciones serias. El hecho realmente importante es que, con el nombramiento de Dobrinin, el mejor conocedor de EE UU y de toda la clase pol¨ªtica de Washington, como secretario del partido, encargado de las relaciones internacionales, Gorbachov ha cambiado el centro de toma de decisiones en esa materia. Cuenta menos el Ministerio de Exteriores, pero Dobrinin puede apoyar desde el partido -el instrumento de m¨¢s peso en todo el sistema sovi¨¦tico- la orientaci¨®n aperturista de Gorbachov.
La carta de Gorbachov a Reagan del pasado mes de junio, y la respuesta de ¨¦ste, constituyen el resumen m¨¢s autorizado de las respectivas posiciones, y sin duda a partir de ellas los negociadores de Mosc¨² tienen que esforzarse por individualizar posibles puntos de concordancia. Si no surgen iniciativas imprevistas, las propuestas que est¨¢n actualmente sobre la mesa permiten indicar dos posibles v¨ªas de acercamiento: por un lado, la confirmaci¨®n del tratado ABM para un plazo m¨¢s corto al deseado por Mosc¨² y con una interpretaci¨®n que permita a EE UU proseguir sus investigaciones de la defensa espacial, pero suspendiendo o aplazando el tema m¨¢s conflictivo de su efectiva puesta en marcha. Por otro, una aceptaci¨®n sovi¨¦tica de una mayor reducci¨®n del n¨²mero de misiles estrat¨¦gicos instalados en tierra, que los norteamericanos consideran m¨¢s amenazantes para ellos. Pero est¨¢ adem¨¢s, y con part¨ªcular urgencia, el tema de la suspensi¨®n de las pruebas nucleares. La URSS est¨¢ en ese orden en una posici¨®n pol¨ªticamente favorable, ya que mantiene una moratoria unilateral que deb¨ªa terminar el pasado 6 de agosto. Las presiones en este sentido son muy fuertes en todo el mundo, como lo confirma el amplio eco despertado por la reciente reuni¨®n en Ixtapa de los dirigentes de Argentina, Grecia, India, M¨¦xico, Suecia y Tanzania. Sobre la Administraci¨®n de Reagan se ejerce asimismo una creciente presi¨®n de su opini¨®n p¨²blica. No es casual que el Congreso y el Senado -en el que los republicanos tienen mayor¨ªa- hayan aprobado estos d¨ªas sendas mociones en pro de la moratoria de pruebas nucleares. Las conversaciones van a seguir en Washington; sus resultados solamente se conocer¨¢n de verdad en el curso de los pr¨®ximos meses.
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